Visita obligada al Jamboree para asistir al concierto del cuarteto de Al Foster, uno de los mejores baterías de la historia del jazz. Lo dijo Miles Davis, que entendía un poco de esto. El percusionista de Richmond ya había visitado el sótano de la Plaça Reial en otras ocasiones, y esta vez lo hacía al mando de una banda totalmente renovada, en la que sólo repetía el contrabajista Doug Weiss, y con un tributo a Art Blakey, quien, para muchos aficionados es, simplemente, el mejor percusionista de todos los tiempos.
La noche nos devolvió, pues, a los tiempos del hard bop y los Jazz Messengers, pero la califico de irregular. Durante gran parte del concierto, el cuarteto actuó acompañado por el joven trompetista local Félix Rossy, a quien en mi opinión le falta bagaje para compartir escenario con tamañas figuras. No dudo que el benjamín de la mejor dinastía que ha dado el jazz catalán tiene condiciones para llegar a esas plazas algún día, pero aún no lo ha hecho. Y el concierto se resintió, porque se nota cuándo una máquina está bien engrasada y cuándo no. El joven trompetista exhibió su calidad, que la tiene, pero se mostró dubitativo, presa de unos nervios perfectamente comprensibles. Y uno, desde su silla, recordaba que las últimas visitas de este batería a Barcelona habían puesto el listón muy alto. Con todo, Foster dio una lección magistral como batería acompañante (el líder no hizo ni un solo en todo el segundo pase, ni falta que le hizo), el saxofonista Godwin Louis se lució, tanto al soprano como al alto, y suyas fueron las mejores intervenciones solistas del concierto, y al pianista, David Bryant, lo encontré demasiado pulcro y académico. Eso sí, escuchar a esta banda tocar Moanin´justifica de sobras el precio de la entrada. Buen concierto, pero no memorable.
Con Eli DeGibri y Kevin Hays:
Con Eric Alexander al tenor, interpretando un clásico de Dizzy Gillespie: