Hace algo menos de dos años, cuando escribí la reseña del concierto que Opus 5 ofreció en el Jamboree, expresé mi deseo de que tamaña superbanda regresara a esta ciudad que pronto deberá decidir si desea un cambio o prefiere continuar su decadencia. A veces los deseos se cumplen, y Opus 5 actuó anoche, de nuevo, en la Plaça Reial.
El concierto empezó con retraso, pues al parecer hubo problemas de afinación del piano en el primer pase, y esto hizo que el segundo empezara con más de veinte minutos de retraso sobre el horario previsto. No importó, pues las últimas notas del espectáculo coincidieron con la medianoche. Opus 5 nos dio más de lo mismo, frase que pierde su (merecido) sentido peyorativo cuando lo mismo consiste en una exhibición de talento llevada a cabo por cinco músicos de alto nivel que se encuentran en un excelente momento creativo, como se aprecia en su último álbum, que lleva el adecuado título de Progression. La actuación comenzó con una auténtica masterclass de batería impartida por Donald Edwards. A continuación, David Kikoski, en mi opinión el alma del grupo, mostró su extrovertida y alegre forma de tocar al Fender Rhodes, Seamus Blake y Alex Sipiagin se unieron a la fiesta jazzística con improvisaciones de alto calado, y Boris Kozlov, desde atrás, mantenía el entramado en pie, además de aportar la brutal pieza que cerró el concierto, Nostalgia in time. Las nuevas canciones, como Fear of rooming o Climbing, son nuevos puntos álgidos en la trayectoria de un grupo que en directo es una pasada. Opus 5 son grandes, disfrutan y hacen disfrutar. Puro jazz. No del bueno, del mejor que puede escucharse hoy día en un club como el Jamboree.
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