En plena vorágine postelectoral, he de decir que hacía tiempo que las mujeres no me daban tantas alegrías como el domingo pasado. En Madrid, y al grito de la nefasta Condesa, han acudido sus voceros a decirle a las buenas personas que llegan los rojos a acabar con la democracia, la moral y las buenas costumbres. Tres cosas de las que, por cierto, la Condesa y sus adláteres no saben demasiado. ¿Miedo a que se levanten las alfombras en un Ayuntamiento tan goloso para los tiburones como el madrileño? Puede ser. ¿O tal vez Esperanza Aguirre sea una admiradora a ultranza de Pablo Iglesias? No lo descarten, porque el pacto anti-Podemos que la Condesa ha propuesto sería el mayor favor que podrían hacerle a este partido.
En Barcelona, la vencedora, Ada Colau, empieza a lidiar con lo exiguo de su victoria. La ex-portavoz de la PAH, que sabe que ha sido la izquierda no independentista (ésa que para muchos no existía, y que se mantiene bien robusta en tantos barrios en los que importa mucho más llenar la nevera que sacar trapitos al balcón) quien la ha llevado a la Alcaldía, va a sufrir un inevitable desgaste porque, para quienes la han votado, cualquier pacto que haga va a ser malo, pero está obligada a firmarlos si quiere ser alcaldesa. Confieso que me hacen cierta gracia los «tres ejes programáticos irrenunciables» que ERC ha planteado de cara a un posible acuerdo. Dos de estos ejes (impulsar políticas en defensa de la justicia social y compromiso de transparencia política) les han importado hasta ahora poco menos que una mierda (no como a la plataforma ganadora, que sí los ha considerado ejes desde que empezó a funcionar), y siguen haciéndolo cuando se trata de apoyar al galán de monjas del otro lado de Sant Jaume. El tercer eje, cómo no, es su monotema. Por suerte, la mayoría de los barceloneses quiere algo mejor para su ciudad que convertirla en la capital de un futuro Estado fallido. Creo que Ada Colau lo hará bien, si entre todos le permiten cumplir su programa; también creo que Manuela Carmena lo va a hacer muy bien en Madrid; pero, sobre todo, creo que la estructura social actual, que divide a la gente en puteadores/puteros, putas y puteados (también llamados clases alta, media y baja) necesita con urgencia que alguien le dé un empujón desde arriba para hacerla más justa. Esto es lo que ha llevado al éxito electoral a Carmena y Colau. Que no se les olvide, y que les dejen hacer.