A estas alturas, todo el mundo debería saber que las redes sociales las carga el diablo. Los ya famosos tuits de Zapata no tienen justificación posible, la libertad de expresión está para otras cosas, y la solución adoptada se me antoja correcta. El caso de Rita Maestre es bien distinto: jamás debería dimitir, ni aunque la condenaran, porque lo que hizo estuvo bien. Mientras, en los lugares en los que se deciden las cuestiones realmente importantes, algunos delincuentes de los de verdad se han conjurado para retrasar la inevitable reestructuración de la deuda griega hasta después de las elecciones españolas. El sufrimiento que esa decisión puede acarrear les es indiferente, al igual que el que han causado las equivocadas recetas aplicadas hasta ahora en Europa. El gobierno griego, ése que los otros miembros de este simulacro de Unión Europea desean que fracase, tiene razón, o al menos posee la mayor parte de ella. Pero, ¿qué pasaría en España -y no sólo aquí- si esa gente, tan arrogante como equivocada, tuviera el detalle de reconocerlo?
Un último apunte, tan breve como necesario: el sitio natural de las monjas son los conventos: fuera de ellos, hacen más mal que bien.