SEARCHING FOR SUGAR MAN. 2012. 87´. Color.
Dirección: Malik Bendjelloul; Guión: Malik Bendjelloul, basado en los artículos Sugar and The Sugar Man, de Stephen Segerman, y Looking for Jesus, de Craig Bartholomew Strydom; Dirección de fotografía: Camilla Skagerström; Montaje: Malik Bendjelloul; Música: Sixto Rodríguez; Producción: Malik Bendjelloul y Simon Chinn, para Red Box Films-Passion Pictures (Suecia).
Intérpretes: Stephen Segerman, Dennis Coffey, Mike Theodore, Jerome Ferretti, Steve Rowland, Willem Möller, Craig Bartholomew Strydom, Clarence Avant, Eva Rodríguez, Sixto Rodríguez, Regan Rodríguez, Sandra Rodríguez-Kennedy.
Sinopsis: Documental sobre la vida de Sixto Rodríguez, cantautor de Detroit cuyos discos pasaron totalmente desapercibidos en su país y que, sin él saberlo, era una estrella superventas en la Sudáfrica del apartheid.
Seguramente, el documental musical más famoso de la década es Searching for Sugar Man, ejemplo de que la realidad supera a la ficción. El malogrado cineasta sueco Malik Bendjelloul llevó a la pantalla una historia que, en principio, parece increíble: la de un cantautor de ascendencia mexicana, crecido en los suburbios de Detroit, que grabó un par de álbumes a principios de los 70 que prometían ser exitosos y no lo fueron en absoluto, desapareció de la faz de la tierra (se llegó a publicar que se había suicidado durante un concierto), sin ser consciente de que, a miles de kilómetros de su hogar, sus canciones se habían convertido en himnos contra el apartheid y sus discos se vendían por millares.
La obra se centra en la labor detectivesca de dos fans sudafricanos de Rodríguez decididos a seguir el rastro de su ídolo, del que ni siquiera sabían con certeza si estaba vivo. Sus investigaciones habían dado escasos frutos hasta 1998, cuando las publicaron en internet y fueron conocidas por una de las hijas del músico, que a su vez había puesto en marcha una web sobre su padre. Al parecer, en Sudáfrica no supieron (ni en el documental se menciona) que Rodríguez llegó a gozar de cierta popularidad en Australia y Nueva Zelanda, lugares en los que interpretó en directo sus canciones en diversas actuaciones celebradas entre 1978 y 1981. En todo caso, por su hija supieron que el cantante seguía vivo, aunque retirado de la música y ganándose el sustento haciendo trabajos poco cualificados. Como en el cuento de la Cenicienta, el hombre anónimo y olvidado viaja a Sudáfrica y descubre que allí es una verdadera estrella para personas de distintas generaciones, que conocen y adoran su música. ¿Y el dinero obtenido por las ventas de sus discos? Reveladora es la entrevista con Clarence Avant, uno de los fundadores de Motown Records, para darse cuenta de qué clase de personajes dirigen el negocio de la música. Sea como fuere, Rodríguez, un hombre tímido y humilde, con cierto aire de profeta de los suburbios, nunca vio los royalties sudafricanos, y sólo fue consciente de su éxito en aquel país cuando aterrizó en él.
A todo esto, las canciones de Rodríguez que suenan en la película son buenas, lo que demuestra que los caminos del éxito son caprichosos. Lejos de refugiarse en lo que pudo haber sido y no fue, Sixto Rodríguez parece vivir sus dos vidas con sencillez y naturalidad, en las antípodas del Llewyn Davis que retrataron los hermanos Coen más o menos por las mismas fechas. Poco se escucha de Rodríguez en el documental, salvo sus canciones, que dicen mucho en sí mismas. Al film le dan forma quienes produjeron sus álbumes, quienes vibraron con ellos y las hijas del cantante, cuyos testimonios parecen navegar entre la gratitud y el asombro. Bendjelloul consigue hacer una película emocionante y cercana, que se disfruta siempre y que descubre unas canciones que merecen la pena. Un documental musical relevante y digno de la máxima atención.