LE HAVRE. 2011. 91´. Color.
Dirección: Aki Kaurismaki; Guión: Aki Kaurismaki; Dirección de fotografía: Timo Salminen; Montaje: Timo Linnasalo; Música: Canciones de Little Bob, Carlos Gardel, J.S.Bach, Damia, The Renegades, etc; Diseño de producción: Wouter Zoon; Producción: Aki Kaurismaki, para Sputnik Oy-Pyramide Productions- Pandora Film (Francia-Finlandia)
Intérpretes: André Wilms (Marcel Marx); Kati Outinen (Arletty); Jean-Pierre Darroussin (Inspector Monet); Blondin Miguel (Idrissa); Elina Salo (Claire); Evelyne Didi (Yvette); Quoc Dung Nguyen (Chang); Little Bob (Él mismo); Pierre Étaix (Dr. Becker); Jean-Pierre Léaud (El denunciante); François Monnié, Vincent Lebodo, Umban U´kset, Laika.
Sinopsis: Marcel Marx es un limpiabotas que vive en un barrio humilde de Le Havre con su esposa, la cual padece una grave enfermedad. Marcel decide acoger a un joven inmigrante ilegal y ayudarle a llegar a Inglaterra, donde vive la madre del chico.
Presencia habitual en los grandes festivales, Aki Kaurismaki interrumpió un silencio cinematográfico de cuatro años con El Havre, film con el que consiguió reverdecer laureles. No siendo un fiel seguidor de su trabajo (de hecho, llevaba más de una década sin ver una película suya), tengo claro que Aki Kaurismaki es un director con un estilo muy marcado, que en ciertos aspectos (el realismo, la melomanía) me resulta muy interesante.
Le Havre es un film sobre gente humilde a la que, si el mundo fuera justo, tendría que irle bien. Ya sabemos que en la vida real las cosas no funcionan así, pero Kaurismaki opta por un tono amable, casi de cuento: ya sabemos cómo es el mundo, parece decirle al espectador, pero veamos cómo debería ser. Y he de decir que el mundo ideal de Kaurismaki tiene muy buena pinta: la lástima es que el finlandés es sólo un cineasta, no Dios.
Marcel es un hombre viejo de cuerpo pero no de espíritu, que en su juventud hizo sus pinitos como escritor y conoció la bohemia. Ahora vive con lo justo, es respetado y querido por quienes le rodean (los habitantes de un barrio popular de la ciudad portuaria de El Havre), porque es un tipo bondadoso que nunca ha sabido moverse bien en eso que llaman el mundo real. Dos hechos vienen a modificar su existencia: el agravamiento de la enfermedad de su esposa, que obliga a ingresarla en un hospital, y la autoimpuesta obligación de cuidar de Idrissa, un joven africano al que la policía persigue por haberse escapado de una redada contra la inmigración ilegal. Con sus escasos medios y la ayuda de la gente que le aprecia, Marcel trata de superar los obstáculos que se le presentan y hacer el bien, esa cosa tan rara.
Como ya se ha dicho, Aki Kaurismaki es un autor muy reconocible. El laconismo de sus personajes (aquí más un tic del director que un ejercicio de realismo), el minimalismo de los decorados o la omnipresencia de la música son rasgos característicos que en El Havre destacan desde la primera escena. Los diálogos, escasos, contienen frases potentes (Marcel diciéndole al joven inmigrante que llorar no ayuda, la viuda que rechaza el pésame que le da el protagonista con el argumento de que su difunto esposo era un fatalista), y las situaciones se suceden con una coherencia que habla muy bien del Kaurismaki guionista. La complicidad con Timo Salonen, su director de fotografía de toda la vida, da pie a unas imágenes austeras pero bellas, rematadas con ese plano Ozu con el que concluye la película, la cual está llena de referencias, tanto a otras películas del director, como en forma de homenajes a artistas a los que admira: algunos de los personajes se apellidan Monet y Becker; el protagonista, Marx; en el hospital se lee un pasaje de una obra de Franz Kafka… sin embargo, más allá de esta catarata de citas, la película convence por su tono amable, pero lejano de la sensiblería, su arquitectura austera y precisa y el aroma a fábula cotidiana que desprende.
En lo referente a los actores, prima la contención marca de la casa: la sobreactuación está reñida con la forma de entender el cine de Aki Kaurismaki, por lo que más bien se tiende a lo contrario. Con todo, el trío protagonista, formado por un convincente André Wilms (viejo conocido del director), una sobria Kati Outinen y un elegante (en todos los aspectos) Jean-Pierre Darroussin, deja claro que, más allá de la contención, poseen la capacidad de actuar con calidad. En el resto del elenco hay de todo, buenas actuaciones y más voluntarismo que ciencia, pero en honor de Kaurismaki hay que decir que todos y cada uno de los actores tienen la capacidad de no parecerlo, aunque eso sea más fácil para unos que para otros. Como guiño cinéfilo extra, destacar la presencia de Jean-Pierre Léaud, en un papel breve pero importante, pues viene a ser el villano que todo cuento necesita.
El Havre es un apetitoso bálsamo contra el cinismo de los tiempos, a la vez que una película realizada con convicción y acierto. Aki Kaurismaki recupera el pulso de sus mejores obras.