CELDA 211. 2009. 110´. Color.
Dirección: Daniel Monzón; Guión: Jorge Guerricaechevarría y Daniel Monzón, basado en la novela de Francisco Pérez Gandul; Dirección de fotografía: Carles Gusi; Montaje: Mapa Pastor; Música: Roque Baños; Dirección artística: Antón Laguna; Producción: Juan Gordon, Emma Lustres, Borja Peña y Álvaro Agustín, para Vaca Films-Morena Films- Telecinco Cinema-Canal + (España-Francia).
Intérpretes: Luis Tosar (Malamadre); Alberto Amman (Juan Oliver, Calzones); Antonio Resines (Utrilla); Manuel Morón (Almansa); Carlos Bardem (Apache); Marta Etura (Elena); Luis Zahera (Releches); Fernando Soto (Armando Nieto); Vicente Romero (Tachuela); Manolo Solo (Director de la cárcel); Patxi Bisquert, Josean Bengoetxea, Anartz Zuazua, Miguel Martín, Félix Cubero, David Selvas, Antonio Durán Morris, Jesús Carroza.
Sinopsis: Un día antes de su estreno como funcionario, Juan acude a la prisión de Zamora. Su llegada coincide con un motín liderado por Malamadre, el preso más carismático del penal.
Ejemplo de crítico que dio el salto a la dirección cinematográfica, Daniel Monzón apuntaba buenas maneras desde su debut, El corazón del guerrero, pero fue su cuarta película, Celda 211, la que le encumbró. El film obtuvo el beneplácito de crítica y público, y se llevó un buen puñado de premios (entre ellos los Goya más importantes). Más allá de laureles, el gran mérito de Monzón fue sacarse de encima un sempiterno complejo del cine español, el de que existen películas para el público y películas para los críticos, que todo el cine popular es malo y que las buenas películas no las va a ver nadie. Pues bien, Celda 211 prueba que en España puede hacerse buen cine de género, capaz de satisfacer al espectador de multisalas y al cinéfilo experto.
No abundan las películas de temática carcelaria en el cine español (no así en el estadounidense), siendo ésta una cuestión, por lo general, poco menos que tabú a nivel social. De las cárceles, sencillamente, no se habla. salvo que algún personaje célebre entre en, o salga de, ellas. De lo que ocurre dentro de los centros penitenciarios, poco se dice y poco se sabe. Lo de la reinserción es, por lo habitual, un placebo para espíritus cándidos: los malos están dentro, y deben ser aislados de los buenos, que están fuera. Como dice un personaje de la película: «Los que estamos aquí dentro somos basura, y lo que se hace con la basura es apartarla para que no huela». De eso va de verdad el sistema penitenciario, y de eso habla Monzón. ¿Qué sucede cuando uno de los buenos cae al otro lado de los barrotes? Que todo se confunde, que la realidad es siempre mucho más compleja de lo que quieren hacernos ver… y de lo que queremos creer.
Juan Oliver es el personaje que, en Celda 211, pone la historia en acción al caer en el lugar equivocado en el peor momento. Una visita extemporánea, un golpe accidental y un motín provocan que Juan quede aislado junto a los presos rebeldes. Como nadie le conoce, decide hacerse pasar por uno de ellos. Juan es un tipo listo al que las adversidades (muchas de ellas provocadas por quienes teóricamente están en su bando) se le acumulan hasta superarle. La película es el retrato de la lucha de su personaje en el entorno más hostil posible.
Nadie podrá acusar a Monzón de haber ido a lo fácil: el guión, escrito junto a Jorge Guerricaechevarría, habitual mano derecha de Álex de la Iglesia, juega muy bien con sus propias trampas, maneja a la perfección elementos y tiempos (lo que pasa dentro las galerías de la cárcel, lo que se teje en los despachos), y sólo flaquea en los excesivos flashbacks que muestran la vida conyugal de Juan y Elena, su embarazada esposa. Llama la atención un hecho que quienes conocen la vida en la cárcel pueden atestiguar: cómo la presencia de tres presos etarras que van a ser trasladados y se encuentran de paso en Zamora condiciona el propio origen del motín, la posición de fuerza de los presos comunes y los pasos adoptados por los responsables de las fuerzas de seguridad. Monzón dirige con pulso firme, dosifica con acierto los momentos de acción y reflexión, consigue que el espectador se sienta parte de lo que se narra (uno no sabe si lo que se le explica es auténtico, pero vaya si lo parece) y se muestra, en general, muy inspirado. El trabajo de fotografía y montaje es muy meritorio, y aunque la música de Roque Baños no está entre sus mejores trabajos, sí da el pego.
Aunque Celda 211 no está del todo exenta de uno de los problemas endémicos del cine español a nivel interpretativo, como es la deficiente vocalización de algunos actores, en general la labor de éstos es digna de alabanza. Sobresale Luis Tosar, cuyo Malamadre ha pasado a formar parte de los personajes más carismáticos del cine español. Por mi parte, no puedo más que elogiar a alguien capaz de hacer tan bien su trabajo. Celda 211 no sería tan buena sin ese Luis Tosar en estado de gracia. Alberto Amman no brilla tanto, pero no desentona pese a que tiende al exceso en el clímax del film. Antonio Resines deja claro que ha heredado esa mala leche a lo Alfredo Landa. Como sucede en las otras grandes películas del cine español de la última década (Balada triste de trompeta y La isla mínima), es de destacar lo agradecidos que son los papeles de fascista cabrón para los buenos actores. Me gustan mucho las interpretaciones de Manuel Morón y Carlos Bardem, convincente preso colombiano. Marta Etura está más que correcta, aunque varias de las escenas en las que aparece su personaje son prescindibles, y el resto del elenco está muy bien escogido.
Celda 211 es una muestra del mejor cine español, de ése en el que hay más talento que excusas. Viéndola, resulta obvio que Daniel Monzón hizo lo que debía dejando la crítica y dedicándose a su obra.