Dos años después de su última exhibición, volvió Joe Satriani a la Ciudad Condal. Repitió lugar (Barts), banda y triunfo absoluto. Pero antes…
Abrió la velada musical la cantante estadounidense (y un poquito barcelonesa) Tori Sparks, que derrochó energía y talento. Con apenas seis canciones, Sparks se metió en el bolsillo al ya numeroso público que ocupaba la sala con su mezcla de rock, country y blues, aderezada con todo un himno mexicano como La llorona, que interpretó con convicción y sentimiento. Interactuó con gracia con el público, mostró buena compenetración con su banda (guitarra, bajo y cajón), y se ganó a pulso que quienes no la conocían apuntaran su nombre en la agenda de nuevos descubrimientos. «Espero que nos veamos en el futuro», fue la despedida de Tori Sparks. Por lo que a mí respecta, así va a ser.
La llorona, en acústico:
Y salió Satriani. Qué bueno eso de ver a tus ídolos y comprobar que no se te caen, de saber que el placer de escuchar su música sigue ahí, intacto, eterno. Como Pepe Marchena, Mr. Joe es maestro de maestros, sólo hay que preguntar a Steve Vai o Kirk Hammett. Su pacto con Mefistófeles, que le hace tocar mejor que nunca a una edad en la que la mayoría sueña con Benidorm (o Florida), sigue cumpliéndose a rajatabla. Lejos de dormirse en los laureles, continúa sacando al mercado discos excelentes y mostrando una buena forma envidiable. Por si todo esto fuera poco, lo de mantener banda le ha sentado muy bien al neoyorquino, porque el grupo suena compacto (en esto tiene mucho que ver el bajista, Bryan Beller), una muy bien engrasada maquinaria rockera que te deja alucinado aunque ya sepas que vas a alucinar. Siendo más que un virtuoso, Satriani tampoco iba a caer en el tópico de facturar un concierto de greatest hits. Primero, porque sus últimos trabajos, empezando por el más reciente, Shockwave supernova, son más que defendibles, y desde luego porque es natural que base sus actuaciones en los temas con los que su nueva banda está más familiarizada. Por ello, el repertorio fue sustancialmente distinto al ofrecido en su última visita. No faltaron los imprescindibles de Surfing with the alien (Ice 9, Satch boogie, Always with me always with you y el tema-título, que cerró la actuación), pero las incursiones en los otros dos álbumes que instalaron a Satriani en el trono guitarrístico (Flying in a blue dream y The Extremist) fueron escasas. Hubo muchas canciones recientes, sorpresas como Not of this Earth, un dúo espectacular con ese prodigio llamado Mike Keneally al final de If I could fly (sí, la canción que le plagió -hasta donde pudieron- Coldplay), un brutal solo de batería de Marco Minnemann, un primer bis con Big bad moon, ovación de gala y salida a hombros. Un concierto de Joe Satriani puede ser la leche aunque no suenen The Extremist, Memories, War, Devil´s slide, Crowd chant, Cool 9, The mystical potato head groove thing, The crush of love o Summer song. He aquí la grandeza de este guitarrista prodigioso que se halla en plena madurez creativa, del rockero con alma de jazzman que se niega a vivir de rentas. Un lujo. Jos Satriani.
Así sonó en su anterior visita a Barcelona. Allí estuve ( sentado y sin corear, eso sí):
En 2010, en Apolo. Sí, también estuve. Y tambiérn sin corear: