El último concierto del presente Festival de Jazz de Barcelona en la sala grande del Auditori tuvo como protagonista al galardonado del año con la medalla de oro del certamen, Gonzalo Rubalcaba, al frente de Volcán, una banda con un solo disco en el mercado, formada por músicos de extensísimo currículum.
Que Gonzalo Rubalcaba es un pianista de primer nivel es algo que nadie que no sea especialmente cazurro puede poner en duda. No obstante, confieso que, como más de una vez me ha ocurrido con otro músico mayúsculo como Herbie Hancock, en ocasiones sus directos me dejan frío. Anoche tuve esa impresión, aunque en descargo del grupo he de decir que mi circunstancia (baño relajante antes de ir al concierto, sueño atrasado, un poco de hambre y la cabeza en tres o cuatro sitios) no era la más idónea para disfrutar del espectáculo. Con todo, se notó que la banda no estaba del todo rodada, pues el de ayer fue el primer concierto de una minigira europea que les llevará a otros tres países del continente, y en el repertorio hubo cosas que no me acabaron de encajar. Volcán es un grupo muy bueno, en el que se reúnen muchas y variadas influencias musicales, pero en el Auditori hubo más oficio que magia.
Mi canción favorita del disco de Volcán, que he escuchado apenas un par de veces, es Pon la clave, y este tema fue también mi preferido del concierto. Rubalcaba, que alternó piano acústico y eléctrico, también lo hizo entre momentos buenos y otros más mecánicos. El bajista Armando Gola, con un sonido muy en la onda Jeff Berlin o Bunny Brunel, no me pareció especialmente inspirado pese a lucir una indiscutible destreza. Quien más me gustó del cuarteto fue el batería, Horacio El Negro Hernández, gafas imposibles al margen. Dicho esto, considero que en una banda en la que las percusiones (de Hernández y del justamente prestigioso Giovanni Hidalgo) tienen tanto protagonismo, no está justificado que ambos músicos dispongan de un extenso solo por barba, en el que además no superan lo mucho que ya han demostrado en grupo. El bis, una versión de El Manisero, condensó lo que fue el concierto: momentos muy brillantes junto a otros más rutinarios. Bien, a secas.
Maní:
Chucho: