GORDOS. 2009. 112´. Color.
Dirección: Daniel Sánchez Arévalo; Guión: Daniel Sánchez Arévalo; Dirección de fotografía: Juan Carlos Gómez; Montaje: David Pinillos y Nacho Ruiz Capillas; Música: Pascal Gaigne; Dirección artística: Curru Garabal; Producción: José Antonio Félez y Antón Reixa, para Tesela Producciones Cinematográficas-Filmanova-Canal + España (España).
Intérpretes: Antonio de la Torre (Enrique); Roberto Enríquez (Abel); Raúl Arévalo (Álex); Verónica Sánchez (Paula); Leticia Herrero (Sofía); Fernando Albizu (Andrés); Pilar Castro (Pilar); María Morales (Leonor); Adam Jezierski (Luis); Marta Martín (Nuria); Teté Delgado (Beatriz); Roberto Álamo (Párroco); Seydina Mboup, Miguel Ortiz, José David Pérez, Maxi Rodríguez, Pepa Aniorte, Javier Merino, Rosa Casuso.
Sinopsis: Un grupo de personas se reúne en una terapia para combatir su obesidad.
Después de su exitoso debut en el largometraje con Azuloscurocasinegro, Daniel Sánchez Arévalo filmó Gordos, historia coral a la que muchos califican de comedia dramática, aunque a un servidor le parece un drama puro y duro con alguna concesión al humor. Sin duda, la segunda película es un reto para cualquier director, máxime cuando con la primera te pusieron por las nubes. Sánchez Arévalo aceptó el desafío y lo afrontó como los valientes: cargando las tintas. Los resultados, con todo, no acaban de colmar las expectativas.
Una terapia de grupo puede no resultar útil para quienes acudan a ella, pero sin duda es un caramelo para un guionista. En Gordos, la primera ironía es que uno de los miembros del grupo de terapia es un hombre que en su momento hizo fortuna comercializando pastillas contra la obesidad. Tenemos, además, a un empleado de la policía científica que cree que su exceso de peso le acerca a una muerte prematura, a una joven optimista y muy creyente a punto de casarse, a una ingeniera de telecomunicaciones que vive casi aislada desde que su pareja se fue a trabajar a Los Ángeles y a un terapeuta cuyo idílico matrimonio empieza a tambalearse por el rechazo físico que siente hacia su esposa embarazada.
El principal problema de Gordos es, con toda seguridad, su exceso de pretensiones. Daniel Sánchez Arévalo es un muy buen guionista, ingenioso y brillante, pero en esta película quiso abarcar demasiado en diversos e importantes aspectos: el número de coprotagonistas, la idea de elaborar un fresco de la época a partir de uno de los grandes problemas del primer mundo y, finalmente, el metraje. En consecuencia, la película es irregular, con escenas y personajes fantásticos dándose la mano con situaciones que chirrían y subtramas prescindibles. Por poner ejemplos, considero que la historia de la ingeniera que engorda para que su novio la deje está menos conseguida que las otras, aunque su tema de fondo (el rechazo a la monogamia proyectado hacia la pareja) sea muy potente. Otras historias, como la del homosexual que cambia de acera a causa del amor que hacia él muestra la esposa de su ex-socio, me resultan poco creíbles. Y en las que sí se acierta, como en la del terapeuta y en la de la pareja ultracatólica (excelente ésta al mostrar cómo uno de los miembros de la pareja puede llegar a anular al otro), se acaba cayendo en el exceso melodramático. En general, no me gustan los cineastas acomplejados y cobardes, pero también se puede pecar por exceso de virtud, y en las escenas finales de Gordos, esto le ocurre a Daniel Sánchez Arévalo. Al final, la historia mejor cuadrada me parece la del matrimonio de obesos con dos hijos adolescentes que no pueden ser más antitéticos. El montaje, que a veces se me antoja caprichoso en cuanto al engarce entre las historias, y el nexo de unión entre ellas (los cuatro puntos para luchar contra la obesidad que ofrece la versión delgada y exitosa del personaje de Enrique), ayuda a generar en el espectador cierta sensación de dispersión. En cambio, celebro el tono sombrío, la forma de mostrar los traumas y complejos personales (para entender lo que significa la obesidad en la infancia y la adolescencia, y cómo esta circunstancia marca la relación con el propio cuerpo durante toda la vida no necesito películas, pero me encanta el modo en que ésta lo plasma), el modo en que se reflejan cómo algunas relaciones nos ayudan a crecer y otras hacen aflorar la peor versión de nosotros mismos (y lo adictivas que son todas ellas), y el andante conglomerado de inseguridades que casi todos somos… Daniel Sánchez Arévalo no es Paul Thomas Anderson, pero por momentos consigue parecérsele.
Es de alabar el esfuerzo que el elenco de actores hace en esta película, en especial el de aquellos, como ese crack que es Antonio de la Torre, que tuvieron que engordar de manera notable para hacer creíbles a sus personajes. Mis interpretaciones favoritas, además de la del susodicho, son las de Verónica Sánchez, Raúl Arévalo (otro de los imprescindibles del director) y Pilar Castro. Pero nadie desentona, y esto hay que destacarlo.
Gordos dista de ser una película perfecta, pero está hecha por un tipo con talento que consigue que el espectador pueda verse fácilmente a sí mismo, o a gente de su entorno familiar y social, en sus personajes. Con todos sus excesos, es de esas películas que todos deberíamos ver.