SOURCE CODE. 2011. 94´. Color.
Dirección: Duncan Jones; Guión: Ben Ripley; Dirección de fotografía: Don Burgess; Montaje: Paul Hirsch; Música: Chris Bacon; Diseño de producción: Barry Chusid; Dirección artística: Pierre Perrault; Producción: Mark Gordon, Jordan Wynn y Philippe Rousselet, para Vendome Pictures (EE.UU.)
Intérpretes: Jake Gyllenhaal (Colter Stevens); Michelle Monaghan (Christina Warren); Vera Farmiga (Colleen Goodwin); Jeffrey Wright (Dr. Rutledge); Michael Arden (Derek Frost); Cas Anvar (Hazmi); Russell Peters (Max Denoff); Brent Skagford, Craig Thomas, Gordon Masten, Susan Bain, Paula Jean Hixson, Scott Bakula.
Sinopsis: Colter Stevens, un piloto de las fuerzas aéreas estadounidenses destinado en Afganistán, tiene una nueva misión: capturar a un terrorista que planea cometer grandes atentados en la ciudad de Chicago.
Después de su aclamadísimo debut, Moon, el director británico Duncan Jones cruzó el charco para ponerse al frente de otra película de ciencia-ficción, aunque de mayor complejidad y presupuesto que su ópera prima. Jones salió airoso del reto y demostró ser capaz de realizar films inteligentes de entretenimiento, en la línea de Andrew Niccol o Christopher Nolan.
Hay quien dice que Código fuente es Atrapado en el tiempo, convertida en un thriller de ciencia-ficción con base científica. Tal afirmación me parece demasiado simplista, pero resulta útil para entender el argumento de la película. El joven capitán de las fuerzas aéreas Colter Stevens no está en Afganistán, como cree, sino en un tren con destino a Chicago, sentado frente a una joven que parece conocerle y convertido en Sean Fentress, un profesor de Historia. Pocos minutos después, una bomba hace explotar el tren, lo que provoca la muerte de todos los pasajeros… excepto de Stevens, que aparece en una cápsula y va descubriendo que, a través de un programa de defensa basado en la física cuántica (el Código Fuente), se le ha asignado una nueva misión: descubrir la identidad del terrorista que ha colocado la bomba en el tren y prevé sembrar de cadáveres las calles de Chicago, para lo cual dispone de sucesivos plazos de ocho minutos, en los que la escena vuelve a repetirse.
El primer punto a favor de Código fuente es que engancha desde el inicio. El guión, de Ben Ripley, dosifica la información de manera adecuada, consiguiendo que protagonista y espectadores vayan, a la vez, descubriendo nuevos detalles del atentado, y del revolucionario método con el que se ha decidido evitarlo. Como thriller, la película es muy efectiva, pues la lógica detectivesca que aplica Stevens para descubrir la identidad del terrorista es del todo verosímil: localizar y desactivar el explosivo mientras se identifica a los posibles sospechosos de entre las docenas de pasajeros del tren, estrechar el cerco y dar con el asesino. Sobre la base científica poco puedo opinar, dados mis pobres conocimientos de física cuántica (y de la otra): sí he de decir que ni la trama me parece enrevesada, o su seguimiento arduo para los profanos, ni durante el visionado sufrí alteraciones en eso que llaman la suspensión de la incredulidad. El mérito de todo ello es, en una parte no desdeñable, de Ben Ripley, pero más allá del guión destaco la inteligencia de Duncan Jones a la hora de crear espectáculo sin caer en lo aparatoso. Otra cosa es la historia de amor, que me resulta empalagosa, o el final, que carga en exceso las tintas sobre el tema (muy bien explotado hasta entonces) de las segundas oportunidades y me parece demasiado tópico. Estas concesiones al gran público dejan una sensación agridulce en un film, por lo demás, casi perfecto, en el que todo parece encajar sin esfuerzo, la estética está muy cuidada, el presupuesto se nota para bien en pantalla y el montaje es excelso, al igual que la fotografía de Don Burgess. Código fuente no es, sin embargo, una modernez esteticista y vacua, sino ciencia-ficción con alma.
El protagonismo de Jake Gyllenhaal, actor que suele escoger bien los proyectos en los que se involucra, es todo un acierto: sin ser un héroe de acción al uso, sí resulta creíble en su personaje, al que sabe dotar la profundidad que la película exige. Michelle Monaghan viene a ser para el espectador lo que Stevens cree que su personaje es para él cuando inicia su investigación: la chica guapa colocada como cebo. Quizá su papel sea el más flojo de los principales, pero a ella la he visto más brillante otras veces (por ejemplo, en la ópera prima de Ben Affleck como director: Adiós, pequeña, adiós). Más destacable es, en mi opinión, la labor de Vera Farmiga, en un papel complejo por su absoluta falta de movimiento. El resto de actores, como Jeffrey Wright o el televisivo Michael Arden, sabe estar a la altura.
Código fuente, de la que también hay que destacar su concisión, es una película sobresaliente hasta su último cuarto de hora. Al final, se queda en notable, pero no deja lugar a dudas respecto a la inclusión de Duncan Jones en la galería de los cineastas a seguir.