Si algo garantiza el resultado electoral de ayer es que, al menos en lo político, no nos vamos a aburrir. Todos los partidos que han obtenido representación parlamentaria quedan en una posición difícil. De los que se han quedado fuera de las Cortes, mejor ni hablamos.
Es evidente que el Partido Popular ha ganado las elecciones, aunque lo hace con la mayor pérdida en votos y escaños que se recuerda desde el derrumbe, allá por 1982, de la extinta UCD. La tarea de formar un gobierno estable no va a ser nada fácil para Mariano Rajoy, que tendrá que hacer importantes concesiones a sus potenciales socios para obtener la investidura… y más allá.
El PSOE consigue sus peores resultados desde 1977, aunque retiene el segundo puesto en votos y escaños a nivel nacional. Situados en el centro del mapa político, mucho tienen que reflexionar los socialistas si, de cara a futuras citas electorales, quieren evitar que su cuarto puesto en Madrid (que, de pasada, le ha costado el escaño a uno de sus mejores activos, Eduardo Madina) sea más un accidente que un síntoma.
Los 69 escaños conseguidos por Podemos (marcas regionales de confluencia incluidas), con más de cinco millones de votos, suponen un éxito del partido de Pablo Iglesias, que afronta ahora el complicado reto de saber gestionar su nuevo estatus sin traicionarse y, al mismo tiempo, sin perder el sentido de la realidad. De esto depende que su primer gran objetivo, superar al PSOE, se consiga.
Como se preveía, Ciudadanos ha conseguido unos resultados que, sin ser en absoluto desdeñables, sí han quedado por debajo de las expectativas creadas. De la gestión que hagan del respaldo obtenido dependerá que se queden como partido bisagra o puedan aspirar en el futuro a mayores metas.
A partir de aquí, el abismo. En Catalunya, victoria incontestable de En Comú Podem, marca bajo la que se presentaba el partido de Pablo Iglesias en este territorio. Esquerra Republicana obtiene sus mejores resultados en unas generales, si bien queda muy lejos del triunfo, el PSC continúa dando pasos hacia atrás y la que antaño fuera la fuerza hegemónica del nacionalismo catalán se deja la mitad de sus escaños en su camino hacia la nada.
Hablando de futuros pactos, quienes gobiernan de verdad (bancos, grandes empresas, Angela Merkel) desean un gobierno estable, que pasa por una coalición PP-PSOE que sin duda sería un suicidio para los socialistas. Por lo pronto, Ciudadanos ya ha hecho pública su abstención de cara a la segunda votación de investidura de Rajoy, aunque este gesto será insuficiente si no es imitado por el partido todavía encabezado por Pedro Sánchez. Dado que la mayoría popular en el Senado hace inútil cualquier intento de formar un gobierno en el que no esté el Gürtel Team, la cosa está clara: investidura de Rajoy, con el apoyo, por activa o por pasiva, de Ciudadanos y PSOE, o nuevas elecciones. Quienes prefieran esta segunda opción, creo que se quedarán con las ganas.