BIRDMAN, OR (THE UNEXPECTED VIRTUE OF IGNORANCE). 2014. 115´. Color.
Dirección: Alejandro González Iñárritu; Guión: Alejandro González Iñárritu, Nicolás Giacobone, Alexander Dinelaris, Jr. y Armando Bo; Director de fotografía: Emmanuel Lubezki; Montaje: Douglas Crise y Stephen Mirrione; Música: Antonio Sánchez; Diseño de producción: Kevin Thompson; Dirección artística: Stephen H. Carter; Diseño de vestuario: Albert Wolsky; Producción: Alejandro González Iñárritu, John Lesher, Arnon Milchan y James W. Scotchdopole, para New Regency Pictures-M Productions- Le Gribsi- TSG Entertainment- Worldview Entertainment (EE.UU.).
Intérpretes: Michael Keaton (Riggan Thomson); Emma Stone (Sam); Zach Galifianakis (Jake); Edward Norton (Mike Shiner); Naomi Watts (Lesley); Andrea Riseborough (Laura); Amy Ryan (Sylvia); Lindsay Duncan (Tabitha); Jeremy Shamos (Ralph); Natalie Gold (Clara); Merritt Wever (Annie); Bill Camp, Damian Young, Katherine O´Sullivan, Clark Middleton, Frank Ridley.
Sinopsis: Riggan es un actor que en tiempos fue una estrella de cine interpretando a un superhéroe. Su nuevo reto es dirigir e interpretar una obra en Broadway para recuperar su prestigio.
La gran triunfadora en la última edición de los Oscar fue Birdman, película que elevó al estrellato a un director, el mexicano Alejandro González Iñárritu, que ya desde su ópera prima, Amores perros, había demostrado su gran calidad.
Birdman es un tour de force destinado a acumular premios, por su exhuberancia técnica y por abordar una temática que por fuerza tenía que generar enormes complicidades entre la gente de Hollywood. La idea de ver a una antigua estrella de blockbusters tratando de ser respetada por su calidad como intérprete y enfrentándose a una verdadera encrucijada es, además de harto interesante, una muy buena excusa para relatar las diversas vertientes de lo que supone ser actor y director. Que el personaje de tu vida pueda marcarte tanto que acabe siendo una voz dentro de tu cabeza, que el ostracismo de la industria del cine te empuje hasta Broadway, la meca del teatro, para empeñar todo lo que te queda (tanto a nivel personal como económico) en representar una obra basada en un autor serio por excelencia como Raymond Carver (el hombre que te empujó a ser actor, la forma de cerrar el círculo), y que todos los implicados en el montaje (empezando, más de una vez, por ti mismo) parezcan formar parte de una confabulación para hacerte fracasar, genera una de las propuestas más interesantes que ha dado el cine en años. Iñárritu dobla la apuesta al rodar gran parte de la película en un falso plano-secuencia que constituye un prodigio técnico, sólo posible por su propia habilidad como cineasta y por la colaboración de un verdadero fuera de serie como Emmanuel Lubezki, La primera hora de metraje es prácticamente perfecta: luego, existen altibajos, la mayoría provocados por la conocida tendencia a la divagación del director mexicano, aunque algunas de las mejores escenas de Birdman se encuentran en su parte final. Como aficionado al jazz, he de decir que es para mí una verdadera gozada que la ilustración musical de las andanzas de Riggan sea la batería del gran Antonio Sánchez (ayudado por otro monstruo como Brian Blade): sus ritmos marcan la diferencia.
Iñárritu, a través de la particular odisea de Riggan, tiene tiempo para reflexionar sobre la volatilidad del estrellato, el enfermizo protagonismo de las redes sociales en nuestro tiempo o los diversos rostros del amor. Alrededor del protagonista, capaz de utilizar los poderes del superhéroe que fue para sustituir a un mal actor por otro excelente, pero del todo insoportable, pululan una hija veinteañera y politoxicómana que acaba de salir de rehabilitación, un abnegado representante, una actriz noble pero insegura, una ex-mujer honesta y comprensiva, otra actriz que es a la vez su amante y que no le llena… y una voz que le remite al pasado. En la escena en la que Riggan dialoga con Tabitha, la crítica teatral más poderosa, se dicen muchas cosas, y todas muy inteligentes. Que la ignorancia puede ser una virtud (o, más bien, el camino más recto hacia la felicidad), como reza el subtítulo de la película, es algo innegable: al ver Birdman, uno comprueba que la ignorancia es una virtud que Iñárritu no quiere permitirse: su película te absorbe, siempre intenta ir más lejos, y pocas veces deja de conseguirlo.
El papel protagonista le corresponde a un Michael Keaton que, por muchas razones, era el Riggan Thomson ideal. También él alcanzó la gloria embutido en un disfraz de superhéroe (el de Batman, a las órdenes de Tim Burton), y fue más tarde ignorado por la crítica seria (hay que decir que la muchas veces desafortunada elección de papeles de Keaton ayudó bastante a su postergación en la industria). Es posible que se interprete a sí mismo: es seguro que lo hace muy bien. Lo mismo hay que decir de Edward Norton, actor inmenso que tiene el valor de interpretar un personaje abiertamente autoparódico. Zach Galifianakis cumple con creces, y del elenco femenino destaco a una muy convincente Naomi Watts, y a una Emma Stone que tiene la habilidad de elegir las películas adecuadas y dar un buen tono en ellas.
Técnicamente espectacular y poderosa en lo narrativo, Birdman es una película que quizá vaya menos a contracorriente de lo que aparenta. pero que posee intensidad, arte y estilo. González Iñárritu dio en la diana del éxito, pero en su haber queda haberlo hecho con una película que, lejos de insultar la inteligencia del espectador, la estimula.