CÓMICOS. 1953. 88´. B/N.
Dirección: Juan Antonio Bardem; Guión: Juan Antonio Bardem; Dirección de fotografía: Ricardo Torres; Montaje: Antonio Gimeno; Música: Isidro B. Maiztegui, Jesús Franco y Manuel Parada; Producción: Alberto Soifer y Eduardo Manzanos Brochero, para Unión Films (España)
Intérpretes: Elisa Galvé (Ana Ruiz); Fernando Rey (Miguel); Emma Penella (Marga); Carlos Casaravilla (Carlos); Rosario García Ortega (Doña Carmen); Mariano Asquerino (Don Antonio); Rafael Alonso (Ernesto Sánchez Blasco); Matilde Muñoz Sampedro (Matilde Agustín); Manuel Arbó (Rafael Muñoz); Aníbal Vela (Empresario); Manuel Alexandre (Manolo); Arsenio Freignac, Manuel Guitián, José María Prada, Josefina Serratosa.
Sinopsis: Ana Ruiz es una jóven cómica que sueña con ser primera actriz, aunque en su compañía sólo le conceden papeles secundarios.
Cómicos es el primer largometraje dirigido en solitario por Juan Antonio Bardem, director que ya desde sus inicios dejó claro que estaba destinado a convertirse en uno de los más importantes realizadores del cine español. El cuasidebutante escogió un tema que conocía bien: el de las vicisitudes de la gente de la farándula. Hijo de los actores Rafael Bardem y Matilde Muñoz Sampedro, el director conoció desde la cuna cómo era la vida de los cómicos, y la plasmó en un film que tiene puntos en común con la obra maestra de Mankiewicz Eva al desnudo.
Giras continuas, estrecheces económicas aún más continuas, horas y horas de incómodos viajes, pensiones u hoteluchos de mala muerte, pocos medios y muchas ansias de gloria. Así ha sido durante siglos la vida de los cómicos españoles, personas siempre mal vistas por las autoridades y la gente de orden que se encargaban, con mayor o menor fortuna o talento, de llevar el arte y la diversión a gentes de todo lugar y clase social. Quien narra la historia es Ana Ruiz, una joven que espera dar el salto de los papelitos de veinte líneas a encabezar los carteles. Enamorada de Miguel, uno de los galanes de la compañía, debe escoger entre la vida de hogar y su pasión cuando él, harto de los sacrificios que exige la farándula, decide abandonar. Ana elige seguir buscando su sueño de triunfar, que parece cercano cuando su compañía opta por representar una comedia de un joven autor cuya protagonista femenina parece haber sido escrita pensando en ella. Sin embargo, el papel recae en la primera actriz, para notorio disgusto de Ana. Entonces aparece un empresario que le ofrece protagonizar sus montajes a cambio de convertirse en su amante.
Aunque la película tenga ciertos excesos melodramáticos, y su escasez de medios se haga a veces muy patente, Cómicos es uno de los films que con más entusiasmo y talento ha sabido plasmar los entresijos de una profesión tan maravillosa como cruel. Lo hace desde una perspectiva muy seria, renunciando desde el principio a la baza del humor. La vida de quienes nos divierten puede, en ocasiones, no ser muy divertida. Bardem lo sabe, y lo muestra, pero lo hace dignificando su profesión y la de sus mayores. Su cámara (que oscila entre la abundancia de primeros planos y el frecuente empleo de planos cenitales durante los ensayos) se mueve con inquisitiva comodidad entre bambalinas, en camerinos y cafés bohemios, sobre las tablas. Que la primera imagen de la película sea el de un tren en marcha explica ya muchas cosas, pues si por algo se caracteriza la vida de las gentes del espectáculo es por su carácter itinerante. Como persona que, con el tiempo, ha aprendido a destinar casi en exclusiva su respeto a quienes se dedican con pasión al arte y la ciencia, he de decir que Cómicos es una película que he disfrutado muchísimo, por su calidad y por lo que tiene de reivindicación del mundo del espectáculo frente a quienes, escondidos detrás de una pretendida superioridad moral, desprecian la cultura, la ahogan y/o la quieren a su servicio. Eso, en un país en el que, durante mucho tiempo, prohibía que los cómicos recibieran sepultura en suelo sagrado (como se recuerda en la película) es algo que honra a Bardem. Por partida doble: por hacerlo en la España más negra de todo el siglo XX, que ya es decir, y por hacerlo bien.
Siempre se ha dicho que los actores son lo mejorcito del cine español. En muchos aspectos, estoy de acuerdo con eso. En Cómicos, podemos ver en sus años mozos a grandes de la interpretación como Fernando Rey, perfecto galán, Emma Penella, Rafael Alonso o Manuel Aleixandre, esos artistas a quienes iba dirigida la emocionada y emocionante dedicatoria de otro Bardem, Javier, cuando recibió su Oscar hace unos años. La argentina Elisa Galvé raya a buen nivel en el rol protagonista, en especial cuando descubre que el papel que puede lanzarla a la fama le ha sido dado a otra, y otro que está soberbio es Carlos Casaravilla, el mefistofélico empresario teatral de intenciones poco artísticas.
Casi dos décadas después de Cómicos, Juan Antonio Bardem dirigió Varietés, un remake que, como suele ocurrir, es muy inferior al film original, circunstancia que no hace sino darle más valor a éste, que es, junto a El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán Gómez, el gran homenaje del cine español a sus intérpretes.