LOS LADRONES SOMOS GENTE HONRADA. 1956. 83´. B/N.
Dirección: Pedro L. Ramírez; Guión: Vicente Escrivá y Vicente Coello, basado en la obra de teatro de Enrique Jardiel Poncela; Dirección de fotografía: Federico G. Larraya; Montaje: José Antonio Rojo; Música: Federico Contreras; Decorados: Enrique Alarcón; Producción: Tíbor Reves, para Aspa Producciones Cinematográficas (España)
Intérpretes: José Isbert (El Tío del Gabán); José Luis Ozores (Castelar); Encarnita Fuentes (Herminia); Antonio Garisa (El Pelirrojo); Rafael Bardem (Don Felipe); Alicia Palacios (Germana); Isabel Pallarés (Teresa); Julia Caba Alba (Eulalia); Carlos Miguel Solá (Daniel, El Melancólico); José Manuel Martín (Antón); José Ramón Giner (Doctor); Antonio Ozores (Beringola); María Isbert (Berta); Nora Samsó, Pilar Gómez Ferrer, Joaquín Roa, Emilio Santiago, Manuel Aguilera, Julio Goróstegui.
Sinopsis: El Melancólico, un ladrón que ha vuelto de América, reúne a su antigua banda con el objetivo de robar una joyería. El intento les lleva a perseguir un collar de perlas que muchos se disputan.
La obra de Enrique Jardiel Poncela, uno de los más destacados autores humorísticos españoles, ha sido llevada al cine con cierta frecuencia. La más conseguida versión de Los ladrones somos gente honrada es la rodada en 1956, segundo largometraje del pulcro artesano Pedro Luis Ramírez, que cuenta con algunos de los mejores comediantes del cine español.
Aunque el tándem formado por Escrivá y Coello adapta de un modo muy libre la comedia de Jardiel y le resta cierto mordiente, la calidad del texto es innegable y se impone por encima del blanquísimo tono de la película. Al principio, las peripecias de tres ladrones de poca monta, comandados por un joven jefe de miras más altas, constituyen la base del invento. Cuando esas peripecias acaban, por un lado, con la persecución de un valioso collar de perlas y, por el otro, con el enamoramiento del jefe de la banda (al que sus compinches llaman El Melancólico) y la inocente joven que ha de heredar una joya que es objeto de deseo por parte de propios y extraños, el enredo se desencadena: venenos, cajas fuertes, mujeres cegadas por la codicia, criadas lloronas, criados chantajistas y un policía de lo más peculiar se dan cita en una fiesta en la que todos buscan con desespero el collar que les sacará de apuros… a fuerza de meterles en otros que no podían ni imaginar. Los tres torpes ladrones resultan ser el factor determinante que ayuda a desenmascarar a quienes buscan hacerse con el collar sin importarles a cuánta gente tengan que mandar al cementerio en el intento.
La puesta en escena destaca por su sencillez. Se busca, sobre todo, darle agilidad al conjunto, y eso se consigue gracias a un buen sentido del ritmo y a unos diálogos vivaces. Si la subtrama amorosa entre Daniel y Herminia es almibarada en exceso, hay por contra escenas muy divertidas (la del patatús de la señora que escucha seriales terroríficos, que acaba con los ladrones huyendo de un guardia civil, o esa otra en la que Castelar y El Tío del Gabán asisten aterrados a la exhibición operística de la esposa del doctor), y en general todo lo que ocurre en la fiesta, con un sinfín de personajes agolpándose alrededor de la caja fuerte que custodia la alhaja, se nos muestra de un modo muy brillante.
Con todo, lo mejor de la película es su reparto, encabezado por dos grandes de la comedia como Pepe Isbert y José Luis Ozores, capaces de transmitir toda la bonhomía de dos personajes que fracasan en el mundo de la delincuencia, precisamente por su falta de maldad. A su lado, secundarios de probada eficacia como Antonio Garisa, Rafael Bardem o la muy lacrimógena Julia Caba Alba cumplen con nota alta, lo mismo que Alicia Palacios o Isabel Pallarés. El trabajo de Carlos Miguel Solá no pasa de correcto, y el de Encarnita Fuentes y Antonio Ozores es difícil de juzgar, por haber sido dobladas sus intervenciones por otros intérpretes. Aún así, Ozores resulta gracioso.
Los ladrones somos gente honrada es un film que deja un buen sabor de boca en el espectador, un cuento divertido sobre buenos y malos amigos de lo ajeno que no está mal revisitar en una época en la que los ladrones acostumbran a ser unos despiadados hijos de puta, con gabanes muy caros que pagamos entre todos.