LOS CHICOS. 1959. 85´. B/N.
Dirección: Marco Ferreri; Guión: Leonardo Martín y Marco Ferreri, según el argumento de Leonardo Martín; Dirección de fotografía: Francisco Sempere; Montaje: José Antonio Rojo; Música: Miguel Asins Arbó; Decorados: Francisco Canet y Francisco Prósper; Producción: Manuel Torres, para Procusa-Tecisa-Época Films, S.A. (España)
Intérpretes: José Luis García (El Chispa); Joaquín Zaro (El Negro); Alberto Jiménez (Carlos); José Sierra (Andrés); María del Carmen Aymat, Ana María Vidal, Carmen Franco, Matilde Asencio y Conchita Gómez Conde (Las chicas); María Luisa Ponte (Madre de El Negro); Irene Daina (Vedette); Félix Dafauce (Enrique); Rosario García Ortega, Carlos Díaz de Mendoza, Tilma Galy, Elías García, Mari Cruz Rodríguez, Carmen Lozano.
Sinopsis: El Chispa, El Negro, Carlos y Andrés son cuatro chicos de un barrio humilde de Madrid. Mientras intentan escapar del aburrimiento, empiezan a tomar contacto con lo que les va a deparar la vida adulta.
El italiano Marco Ferreri inició su carrera como director de cine en España. Su primer largometraje, El pisito, fue un fracaso a pesar de su indiscutible calidad. Para su siguiente obra, Los chicos, Ferreri no contó con la colaboración del considerado mejor guionista del cine español, Rafael Azcona, en busca quizás de un estilo más cercano al documental y menos satírico. El resultado fue una película que retrataba la falta de expectativas de la juventud española de la época previa al desarrollismo, que no gustó al régimen franquista y quedó relegada a un olvido que, en buena medida, sigue persiguiéndola hasta hoy.
En la década de los 50, algunas de las obras más importantes que se hicieron en España (y que, sin excepción, fueron perseguidas por una dictadura que no reparaba en medios para conseguir que la gente se creyera sus mentiras oficiales) hablaban del retraso de la España rural, de las penurias que vivían quienes emigraban desde el campo a la gran ciudad o del hastío y la opresión que reinaban en las pequeñas capitales de provincia. Los chicos amplía el cuadro, centrándolo en un grupo de adolescentes de clase baja que vivían en Madrid. Los jóvenes de provincias acabaron, en muchos casos, emigrando a las grandes urbes o al extranjero para huir del hambre, de la represión (las películas de Sophia Loren no son aptas para menores) y la falta de expectativas de futuro. Los de Ferreri ya están en la capital, y en ella se aburren soberanamente. Si eras joven y pobre en la España de los 50, la vida, sencillamente, te pasaba por delante.
Los chicos es, con seguridad, lo más neorrealista que hizo Ferreri en su vida, tanto en el estilo como en lo narrativo. El tono es pesimista: El Chispa, El Negro, Carlos y Andrés tienen ganas de vivir, pero muy poco dinero, y unos sueños que, de forma paulatina, irán presentándose ante ellos como irrealizables: Andrés es botones en un hotel y sueña con ser torero, pero no ve otra opción que saltar a la plaza como espontáneo; Carlos fantasea con una vecina, vedette de revista, y acaba descubriendo que esa clase de mujeres nunca estará a su alcance. El Negro sufre la deshonra en su familia, y su noviazgo está marcado por la tristeza. Por último, El Chispa no puede aspirar a otra cosa que a heredar el pequeño kiosko en el que el grupo se reúne para pasar sus ratos de ocio. La película puede verse como la versión adolescente y proletaria de los films más celebrados de Juan Antonio Bardem: como ellos, Los chicos no edulcora la realidad: la refleja, sin hacer apenas concesiones al humor. De ahí su nada casual olvido.
Con el fin de doblar la apuesta por el realismo (y, tal vez, para cuadrar el visiblemente espartano presupuesto), Ferreri recurrió a actores no profesionales para dar mayor verosimilitud a su obra. Y a fe que lo consiguió: los actores no lo parecen (en verdad, no lo eran), pero no desentonan lo más mínimo. Uno acaba sintiendo simpatía, teñida por un manto de lástima, por esos muchachos que, en una curiosa paradoja temporal (otra forma, quizá menos vistosa pero más profunda que la usual, de eso que llaman la magia del cine), pueden ser sus propios padres o abuelos. Los chicos posee la enorme virtud de ser creíble. Los actores adultos son como el fondo del cuadro, pero también están retratados con buen trazo.
Película a recuperar, olvidada hasta por su propio autor (que afirmó no haberla visto completa), Los chicos es, ni más ni menos, que la verdad incómoda de toda una generación, de toda una época y de todo un país. La hermana pobre de la trilogía hispánica de Marco Ferreri es una película de mucho nivel.