SOLOS EN LA MADRUGADA. 1978. 100´. Color.
Dirección: José Luis Garci; Guión: José María G0nzález Sinde y José Luis Garci; Dirección de fotografía: Manuel Rojas; Montaje: Miguel González Sinde; Música: Jesús Gluck; Producción: José María González Sinde y José Luis Tafur, para José Luis Tafur Producciones Cinematográficas (España)
Intérpretes: José Sacristán (José Miguel García Carande); Fiorella Faltoyano (Elena); Emma Cohen (Maite); María Casanova (Lola); Claudio Rodríguez (Antonio Rebolledo); Germán Cobos (Ramón); José María G0nzález Sinde (Pepito); Eva Garci (Alicia); Miguel Rellán, Bobby Deglané, José Luis Pecker.
Sinopsis: José Miguel es un locutor radiofónico que dirige un exitoso programa nocturno en la España de la Transición.
José Luis Garci arrastra, entre otras, la bien merecida fama de ser un cineasta plomizo. No obstante, en su filmografía figuran algunas obras reivindicables. Por ejemplo, su segundo largometraje, Solos en la madrugada, ejercicio de narcisismo y, a la vez, homenaje a la edad de oro de la radio española.
Solos en la madrugada es un film de estructura circular, que termina como empieza, con unos planos que ensalzan la belleza de Madrid en la hora en la que todos los gatos son pardos (entonces: ahora son guiris y hipsters) y un soliloquio ante el micrófono a cargo de su protagonista absoluto, José Miguel, alter ego del director y portavoz de una generación, la de aquellos que nacieron en la primera posguerra, a la que la Transición y sus efectos colaterales le pillaron un poco de vuelta de todo. El film transcurre durante esa Semana Santa de 1977 que pasó a la historia porque en ella fue legalizado el Partido Comunista de España, el eslabón que faltaba para que todos supieran que eso de la democracia iba en serio. Sin embargo, en las palabras de José Miguel hay más pesimismo que esperanza, se trasluce una visión más escéptica que entusiasta y en su tono hay más sarcasmo que ilusión. El locutor habla para los derrotados por la mediocridad y la rutina, para los que tienen una edad en la que se duerme mal y apenas se sueña, para los insomnes, para aquellos, en suma, a quienes los Planes de Desarrollo trajeron muchos planes pero poco desarrollo. «Queridos inútiles», les llama. Mi generación, que fue la primera de las eminentemente televisivas, no es demasiado consciente de la importancia que tuvo la radio durante los años más oscuros de España, de la alegría que ese medio proporcionó a tantos millones de personas que vivieron una existencia gris en un país de pesadilla. Garci aprovecha la entrega de premios en la que su protagonista es galardonado para homenajear a algunas de las grandes figuras del medio, como Bobby Deglané o José Luis Pecker. Pero el asunto es otro: narcisismo, dije en la introducción de esta reseña. Solos en la madrugada, que en muchos aspectos es más teatro que cine, gusta o no en función de lo que el espectador sea capaz de empatizar con el protagonista. Servidor, que prefiere no andarse con rodeos, confiesa que empatiza bastante con ese divorciado que trabaja en algo que le apasiona, que utiliza las ondas para remover conciencias y que, entre cigarrillo y cigarrillo, alterna con mujeres a las que desea mucho más que entiende. Si en lo visual la cosa no pasa de correcta, con una tendencia a lo empalagoso que con el tiempo se convertiría en uno de los grandes vicios de su director, en las palabras que escribieron Garci y José María González Sinde hay mucha verdad, una conseguida agudeza en los diálogos y buena retórica cuando es la voz del protagonista la única que se oye. Siendo un film muy de su época, y en concreto de una época en la que casi todas las películas han envejecido mal, Solos en la madrugada se salva de la quema por su mensaje: mucho de lo que dice, y no poco de lo que sucede, podría ser hoy, en estos tiempos en los que se habla de una segunda Transición, perfectamente válido. Destacar, además de la sobreabundancia de primeros planos, la música de Jesús Gluck.
Otro de los aciertos de Garci fue la elección del protagonista: José Sacristán, que ya por entonces se había quitado el sambenito de actor de comedietas y empezaba a ser valorado como el gran intérprete que es, se luce interpretando a un progre desencantado y mordaz. Sacristán, dueño de una gran voz, es ideal para encarnar a un locutor radiofónico. A su lado se mueve un trío de mujeres que, por un lado, demuestra que el fuerte de Garci no son los personajes femeninos, pero que sirven para mostrar quién es el protagonista más allá del individuo que habla a través de las ondas. De las tres actrices que las interpretan, me quedo con Emma Cohen, que me convence representando a una generación más liberada y vital que la del protagonista.
Solos en la madrugada es la mejor obra del primer Garci, y la más destacada de toda su filmografía junto a El Crack. La involución ideológica del director no obsta para que esta película debiera ser de visionado obligatorio para quienes queremos construir un país mejor y más limpio, recogiendo las enseñanzas que nuestro pasado más inmediato nos ofrece. La película funciona en lo cinematográfico, y también como testimonio de una época sin cuyo conocimiento resulta imposible explicarse la España de hoy.