Como veo que en Barcelona sigue de moda lo de cambiar de nombre calles y lugares, quizá porque el resto de cambios marchan a un ritmo endemoniadamente lento, me permito hacer algunas sugerencias: por ejemplo, la Barceloneta, ese barrio trabajador ahora puesto a merced de las hordas bárbaras, debería albergar una calle dedicada a Bernardo Cortés, un personaje entrañable cuya alegría supera en mucho a las que nos proporcionan las autoridades; también el ex-President Jordi Pujol Soley debería dar nombre a una calle, aunque sólo sea por lo mucho que ha hecho para estrechar los lazos entre Cataluña y Andorra: sin duda, la calle más idónea para el también eminente banquero sería la de Perot lo Lladre. Puestos a pedir, lo suyo sería que alguna de las calles más chungas del Raval o el Besòs estuvieran dedicadas a Charles Bronson o Chuck Norris: con ello, el transeúnte despistado tendría clara la actitud más adecuada para salir ileso de ellas. Y sería de desear que el tramo de la Travessera de Gràcia que comprende el Banco Expropiado pasara a llamarse Carrer del Lloguer de Franc.
Un apunte literario: me parece una tremenda injusticia que precisamente una ciudad como Barcelona no tenga una calle dedicada a Lewis Carroll, que como mis leídos lectores saben, es el autor de Alicia en el país de las maravillas. Sin duda, no hay calle mejor para homenajearle que la de la Independencia.
Para concluir, creo que Barcelona debe poner la Diagonal, y también el Salón de Plenos del Ayuntamiento, a nombre del genio desconocido que puso la calle de Panamá en Pedralbes. Para que luego digan que ésta no es tierra de humoristas.