EL MUNDO SIGUE. 1965. 121´. B/N.
Dirección: Fernando Fernán Gómez; Guión: Fernando Fernán Gómez, basado en la novela de Juan Antonio Zunzunegui; Dirección de fotografía: Emilio Foriscot; Montaje: Rosi Salgado; Música: Daniel J. White; Decorados: Francisco Canet; Producción: Juan Estelrich y Tibor Reves, para Ada Films (España)
Intérpretes: Lina Canalejas (Eloísa); Fernando Fernán Gómez (Faustino); Gemma Cuervo (Luisita); Milagros Leal (Madre); Agustín González (Don Andrés); Francisco Pierrá (Agapito); José Morales (Rodolfo); Fernando Guillén (Rafa); José Calvo (Dueño del bar); Jacinto San Emeterio (Guillermo); José María Caffarel (Julito); Joaquín Pamplona, Cayetano Torregrosa, María Luisa Ponte, Ana María Noé, Pilar Bardem, Julia Delgado Caro.
Sinopsis: En el Madrid de finales de los 50, la vida de una familia humilde está marcada por la pésima relación entre dos hermanas, Eloísa y Luisita. Cada una toma caminos opuestos que marcan su destino.
Durante largos años, El mundo sigue fue una de esas películas mucho más comentadas que vistas. Su tardío y casi clandestino estreno le valió la consideración de obra maldita, característica común de varias de las mejores obras como director de Fernando Fernán Gómez. Medio siglo después de su estreno, la reedición de la película supone una gran oportunidad para que este film encuentre un nuevo público. Bien lo merece.
En la España del desarrollismo, los 25 años de paz y el entretenimiento sin poso, El mundo sigue es una obra a contracorriente, un drama duro que rompió esquemas (tantos, que la película no se vio) y posee una loable osadía. Fernando Fernán Gómez, que atravesaba su época más inspirada como cineasta, quería adaptar la novela de Juan Antonio Zunzunegui desde que se publicó en 1960, y lo logró tras haber realizado una de sus obras maestras, El extraño viaje. Si en ésta el tono era más surreal, en El mundo sigue la influencia de Pío Baroja está muy presente, y se manifiesta en forma de realismo sin concesiones. El drama de una familia de clase baja, marcada por la enemistad entre dos hermanas, sirve para hacer un duro retrato de la sociedad española de la época, en la que la ignorancia, la hipocresía y el deseo de salir de la miseria por cualquier medio eran notas comunes en gran parte de la población. Siguiendo la estela de Zunzunegui, Fernán Gómez utiliza para su drama un esquema que parece directamente tomado de Justine, del Marqués de Sade: Eloísa, la hermana mayor, que en su adolescencia ganaba premios de belleza, tiró su vida al casarse con un patán vago y ludópata, bastante más útil para hacerle hijos que para mantenerlos. Eloísa vive amargada, y corroída por la envidia hacia Luisita, que ha escogido el otro camino, el de la inmoralidad, según los cánones de la época. Miren por dónde, a Eloísa, que ha hecho lo que se supone que una mujer debe hacer (casarse, tener hijos, ejercer de ama de casa) se le acumulan las desgracias, mientras que a Luisita, a la que las porteras llaman «perdida» o «descarriada», las cosas le van cada vez mejor, lo que indudablemente ayuda a que el cabeza de familia se trague su dignidad y su sentido del honor, y a que el santurrón de su hijo observe con mayor tolerancia el camino del pecado. Sade en la España de Franco: El mundo sigue nació condenada al ostracismo.
El estilo de la película es acorde con la narración: seco, directo, con numerosos primeros planos y especial atención a las reacciones más viscerales de los personajes. La dirección de Fernán Gómez es brillante, con momentos, como la escena del robo de Faustino, de una calidad mayúscula. La música de Daniel White, ligera y jazzística, supone un contrapunto, que al final no hace sino acentuar la tragedia. En el film se habla del robo, del adulterio y de las miserias de la sociedad con una rotundidad inédita en su época, lo que la convierte en una de las películas más modernas que se rodaron en España durante la dictadura franquista. En apariencia, el film puede leerse en clave misógina, pero creo que en el fondo es todo lo contrario, un alegato contra el rol asignado a la mujer por el nacionalcatolicismo, y sus tóxicos efectos secundarios. Los personajes principales son pobres diablos, desgraciados cada cual a su manera. Apenas en dos de ellos, Don Andrés y Rafa, el primer novio de Luisita, se aprecia un predominio de los valores positivos, que fuera de ambos aparecen casi en exclusiva en la madre, que ya en la primera escena, en la que acarrea a duras penas la bolsa de la compra, anticipa que no vamos a ver una película que se ande con tonterías.
La labor de los actores es muy elogiable: Fernán Gómez, que se reserva el papel de Faustino, el miserable marido de Eloísa, hace un gran trabajo, aunque quienes llevan el peso de la película son Lina Canalejas y Gemma Cuervo (en el que es, sin duda, su mejor trabajo para el cine), y ambas lo hacen a la perfección. Muy bien Agustín González, como es norma en este actor, y excelente la breve aparición de María Luisa Ponte, una de las grandes secundarias del cine español.
Gran película, en la que apenas percibo defectos, El mundo sigue no es inferior a El extraño viaje, aunque sí más dura. Ambas películas se encuentran entre lo mejor del cine español, de su época y de todas las otras.