AN OPEN SECRET. 2014. 94´. Color.
Dirección: Amy Berg; Guión: Amy Berg, Lorien Haynes y Billy McMillin; Dirección de fotografía: Jenna Rosher; Montaje: Billy McMillin y Philip Thangsombat; Música: Gary Lightbody y Johnny McDaid; Producción: Amy Berg y Katelyn Howes, para Disarming Films (EE.UU.).
Intérpretes: Evan Henzi, Michael Egan III, Mark Ryan, Joey Coleman, Nick Stojanovich, Todd Bridges, John Connolly, Michael Harrah, Corey Feldman, Marc Collins-Rector, Brian Peck, Brock Pierce, Chad Shackley, Bryan Singer.
Sinopsis: Documental que saca a la luz diversos casos de pederastia en Hollywood.
La directora Amy Berg consiguió prestigio en el campo del documental ya desde su primer trabajo, Líbranos del mal. Quienes lo han visto, dicen que es espeluznante. Dudo que lo sea más que Un secreto a voces, trabajo que bucea en uno de los tabús mejor guardados de Hollywood: la pederastia. De ahí una de las frases que se le han dedicado: «la película que Hollywood no quiere que veas».
Un secreto a voces es una película de terror. No hay ejércitos de zombies, ni invasiones extraterrestres, ni virus mortales, sino depredadores sexuales que aprovechan su posición de poder en la industria del espectáculo para satisfacer sus peores instintos a costa de adolescentes que quieren triunfar en el cine o la televisión. Amy Berg aporta el testimonio de algunos de esos jóvenes y de sus familias, y le da a su trabajo una estructura de thriller que acentúa su impacto en el espectador. Al hilo de una frase que el ídolo teenager de los 80 Corey Feldman pronunció en una recordada aparición televisiva («el principal problema de Hollywood se llama pedofilia»), Berg nos cuenta varias historias que son la misma tantas veces repetida: jóvenes guapos y con talento, o simplemente guapos, familias cegadas por la ignorancia o la codicia, y pigmaliones de apariencia inofensiva e insaciable apetito sexual. El tono es crudo; lo que se cuenta, profundamente turbador. Es el abuso de poder llevado a algunas de sus más repugnantes consecuencias, el relato de vidas truncadas desde la juventud, de silencios culpables, de verdugos, de víctimas y cobardes.
Berg se centra en el abuso homosexual, dejando claro que no es, por desgracia, el único. Podría hablarse de cantantes o de modelos, incluso de deportistas; lo que se cuenta, podría haber ocurrido en Inglaterra, Francia o España. Allí donde hay jóvenes, hay abusadores o verdaderos criminales sexuales. En no pocos casos, compran el silencio de sus víctimas, ya sea con la amenaza de destruir sus carreras o, si existe denuncia, con pactos para evitar juicios. Amy Berg deja claro que, cuando los pederastas son personas que gozan de poder dentro de la industria, ésta las protege y condena a las víctimas a la indefensión y el ostracismo, dándose la paradoja de que quienes han sufrido abusos pueden recibir peor trato que quienes presentan denuncias falsas por resentimiento o ambición. La directora imprime al film un ritmo que al mismo tiempo repugna y atrapa, da nombres y apellidos de criminales y voz a quienes decidieron denunciarles. Llama la atención, por cierto, que en un país como los Estados Unidos, uno de las campeones mundiales en la aplicación de las penas más severas, la legislación sobre este tipo de abusos sexuales sea tan blanda, hasta el punto de que agresores sexuales convictos siguen trabajando en programas o películas infantiles. La directora cuenta todo el proceso: los sueños de los chicos, su proceso de selección como víctimas propiciatorias, la materialización de las agresiones, el sentimiento de culpabilidad de las víctimas, las represalias, el silencio y la valentía de quienes deciden romperlo. Y asusta, porque sabes que ni inventa ni exagera. Terror puro.
Un secreto a voces es una película tan dura como necesaria, de esas que todo el mundo debería ver, que remueven conciencias y dejan huella. Confieso que es el film más perturbador que he visto en años, la otra cara de Capturing the Friedmans, con un punto de vista que se puede perfectamente equiparar al que adopta David Cronenberg en Maps to the stars. Dije al reseñar aquella película que en ella parece haber poca ficción. Lo terrorífico de Un secreto a voces, es que no hay ninguna.