ROBERTO ARLT. El juguete rabioso. Bruguera Alfaguara. 222 páginas. Prólogo de Juan Carlos Onetti.
El argentino Roberto Arlt es uno de los demonios de los apóstoles del estilo en la literatura. Escritor autodidacta y visceral, periodista famosos en vida gracias a sus Aguafuertes porteñas, Arlt nunca fue, ni quiso ser, un fino estilista, pero sus novelas, de las que El juguete rabioso es, cronológicamente, la primera, y quizá sea también la mejor, poseen algo por lo que muchos individuos que escriben muy bien venderían su alma (en caso de tenerla, se entiende) al diablo: vida.
Para empezar, diré que el prólogo escrito por Juan Carlos Onetti es una joya literaria en sí misma, por lo que considero imprescindible hacerse con una edición que lo contenga. En cuanto a la novela en sí, cuenta la historia de Silvio Astier, un adolescente pobre en la Buenos Aires de las primeras décadas del siglo XX, en cuyo perfil se aprecian numerosos rasgos del autor: la pasión por los libros, el afán de inventar, el deseo de salir de las miseria, el conocimiento de los barrios bajos… mucho se ha hablado, y con razón, de la notoria influencia que la obra de Dostoievski ejerció en Roberto Arlt (y en todo el que la haya leído, me permito añadir), pero en El juguete rabioso encuentro esquemas similares a los que regían otra novela sobre el aprendizaje en la humillación que hace meses reseñé en este blog: La busca, de Pío Baroja. La visión de los autores es divergente en la conclusión, pero en ambos destaca la manera de captar las miserias de las grandes ciudades, la vida a salto de mata de los barrios pobres, lo que supone crecer en un entorno en el que la delincuencia suele ser el camino más fácil para huir de una vida de semiesclavitud. Arlt compone una novela muy local, en la que el uso del lunfardo es extenso, y al tiempo tan universal como contemporánea. Se lee de un tirón, porque lo que cuenta interesa y el autor no se anda con circunloquios y nunca deja de ir al grano. La novela se estructura en cuatro partes, cuyos títulos (Los ladrones, Los trabajos y los días, El juguete rabioso y Judas Iscariote), me parecen lo suficientemente explícitos como para no destripar el contenido más de lo que ellos lo hacen. Se puede ser poco estético y gran novelista: Roberto Arlt es un buen ejemplo de esto. El juguete rabioso rezuma rabia proletaria, su escritura se antoja compulsiva, casi febril. Su lectura te deja el sabor de lo auténtico, de la ausencia de impostura, de un autor que merece ser leído.