APARTADO DE CORREOS 1001. 1950. 88´. B/N.
Dirección: Julio Salvador; Guión: Antonio Isasi-Isasmendi y Julio Coll; Dirección de fotografía: Federico G. Larraya; Montaje: Antonio Isasi-Isasmendi; Música: Ramón Ferrés; Producción: Miguel Grau, para Emisora Films (España)
Intérpretes: Conrado San Martín (Miguel); Elena Espejo (Carmen); Tomás Blanco (Antonio Benítez); Manuel de Juan (Marcial Velasco); Luis Pérez de León (Don Rafael Quintana); Carlos Muñoz (Rafael Quintana hijo); Guillermo Marín (Testigo); Casimiro Hurtado (El Miradas); Emilio Fábregas, Eugenio Testa, Marta Grau.
Sinopsis: Un joven es asesinado a tiros en pleno centro de Barcelona. La Brigada de Investigación Criminal asume el caso, y trata de identificar al culpable a partir de la búsqueda del taxi desde el que se hicieron los disparos.
La segunda película dirigida por Julio Salvador, Apartado de Correos 1001, obtuvo una gran respuesta de un público que buscaba algo más que comedias de costumbres, cine folklórico o religioso y películas de propaganda del régimen franquista. Aún hoy, el film queda como una de las mejores muestras de cine negro rodado en España. Se vivía la época dorada de este género y era natural que, pese a las limitaciones marcadas por el presupuesto y, sobre todo, por la censura, surgieran jóvenes cineastas que intentaran adaptar las convenciones del género a la realidad española.
Además de las obvias influencias del cine estadounidense, en Apartado de correos 1001 son muy visibles las huellas del otro gran fenómeno cinematográfico de la época, el neorrealismo italiano. Barcelona, en cuyas calles y lugares emblemáticos se rodó la película, es quizá la gran estrella del film. En su Vía Layetana, justo frente a la comisaría de policía, un joven es asesinado a tiros durante la mañana de un día cualquiera. Se trata del hijo del dueño de una granja avícola, que había ido por negocios a la Ciudad Condal. El film adopta en todo momento el punto de vista de los policías que investigan el caso, y muestra el avance de sus pesquisas en un tono semidocumental. Todo empieza con la declaración del afligido padre de la víctima y con la localización del taxi desde el que se efectuaron los disparos, con taxista maniatado incluido, en un solar de la calle Castillejos.
Sin duda, lo mejor de la película, además de las estampas de una Barcelona que muchos ahora quieren hacer ver que no existió, es su magnífico guión, escrito por los futuros realizadores Julio Coll y Antonio Isasi-Isasmendi. El libreto, en el que no sobra absolutamente nada, sigue el proceso de resolución del crimen de un modo modélico, mostrando con detalle cómo es, o más bien cómo debería ser, una investigación criminal. Julio Salvador, cineasta que con este film generó unas expectativas que su obra posterior nunca llegó a confirmar, no se limita al papel de mero ilustrador de un texto ajeno y aporta estilo y personalidad: la cámara siempre parece estar donde toca, y ni lo espartano de la producción logra evitar que el clímax final, con su nada encubierta alusión a La dama de Shanghai, tenga momentos de gran brillantez. Antes de eso, van cayendo uno a uno los peones de una banda de malhechores que, como absoluta novedad (no muy del gusto del régimen, deduzco) en el cine español, se dedica al tráfico de cocaína. Por supuesto, el título del film no fue elegido al azar: la clave de la investigación está en ese apartado de correos que esconde una estafa y oculta a un criminal sin escrúpulos, que se sirve de un puñado de pobres diablos para ejercer su lucrativa actividad. Si les suena real, no se preocupen: lo es, de un modo insólito en la España de 1950. Tan realista es todo, que hasta el cuartel general de los malos está en Sarrià.
Apartado de correos 1001 dio una gran popularidad a su joven protagonista, Conrado San Martín, actor limitado pero que da bien el pego como tipo duro a la española. Elena Espejo, en el papel de curiosa femme-fatale pelotari, me parece una actriz discreta, que se desenvuelve de manera algo envarada, característica que, en general, podría extenderse a buena parte del reparto, a excepción de dos expertos secundarios como Tomás Blanco y Manuel de Juan, cuyo trabajo sí consigue sobresalir.
Poco más a añadir, salvo que estamos ante una de las más destacadas películas rodadas nunca en Barcelona, de las que mejor plasma sus luces y sombras. Cine negro del bueno, que en nada desmerece a esos clásicos que en la época facturaba la RKO (también lastrados por la moralina, en su caso provocada por el Código Hays y, aquí, por la censura fascista). Como muestra de lo que se cuida la cultura en este país, el film, muy popular en su época pero relegado a posteriori (es de suponer que no gustase lo de mostrar que en la España de Franco había tiros, drogas y muy mala gente) tuvo que ser restaurado a partir de dos copias mal conservadas. Hay que agradecer el rescate de esta joya. Apartado de correos 1001 consigue algo que la historia del cine español obliga a catalogar como difícil: ser buen cine de género.