El neoyorquino John Abercrombie era, hasta ayer mismo, uno de los grandes guitarristas vivos a quienes no había tenido el placer de ver actuar en directo. Prueba superada. Este virtuoso, cuya extensa discografía conozco bien y disfruto con cierta frecuencia, actuó anoche en el Jamboree. Y allí, tras el habitual paseo-slalom entre las hordas guiris invasoras, saldado sin daños significativos para ninguna de las partes, estaba un servidor.
Está claro que un músico de la calidad de John Abercrombie no va a montar un cuarteto con tres mataos. Puede permitirse tocar junto a auténticos maestros, como lo es él, y vaya si lo hace. Al piano, el virtuosismo sigiloso (cualidad con la que puede definirse a toda la banda) de Marc Copland; al contrabajo, un compañero habitual de los jazzmen más inquietos y avanzados, Drew Gress; y a la batería, un fuera de serie de las baquetas y las escobillas llamado Joey Baron. El estado físico del líder, a sus 72 años, no es el ideal, pero su capacidad de tocar mucho y bien sigue tan intacta como en el monumental Timeless, que publicó en 1975, con el plus de las muchas experiencias acumuladas. Pues bien, estas cuatro figuras suenan de fábula, su música combina virtuosismo, riesgo y buen gusto, por no hablar de lo compactos que se muestran como conjunto. El repertorio se centró en el hasta ahora único, y muy hitchcockiano, álbum del cuarteto, 39 Steps, pero hubo tiempo para joyas como Silver circle, compuesta por Copland, o versiones de standards como You´ve changed. A destacar, además del excelente nivel musical del cuarteto, el buen humor que demuestran sobre el escenario. La descripción que hizo Abercrombie de su espectáculo (de la ausencia de él en sus actuaciones, para ser precisos) fue hilarante. Su música, un verdadero disfrute para el oído.
Con Peter Erskine y Marc Johnson, en su vertiente más fusionera:
Montreal, 2013. El cuarteto, con Billy Drewes al saxo, y sin Copland: