TODO POR LA PASTA. 1991. 92´. Color.
Dirección: Enrique Urbizu; Guión: Luis Marías; Dirección de fotografía: Carles Gusi; Montaje: Ana Murugarren; Música: Bernardo Bonezzi; Diseño de producción: Álex de la Iglesia; Producción: Joaquín Trincado, para Creativideo (España).
Intérpretes: María Barranco (Azucena); Kiti Mánver (Verónica); Antonio Resines (Ángel); Pepo Oliva (Pereda); José Amezola (David); Luis Ciges (José María); Caco Senante (Casares); Maite Blasco (Asunción); Klara Badiola (Sor Inés); Pedro Díez del Corral (Blasco); Pilar Bardem (Begoña); Ramón Barea (Aniceto); Ramón Goyanes (Pascual); Jon Gabella (Macario); Saturnino García (Romero); José Antonio Rodríguez. Felipe García Vélez, Chete Lera.
Sinopsis: El millonario atraco a un bingo bilbaíno desencadena una tormenta que atrapa a una banda de rateros, a una ambiciosa psicóloga y a las fuerzas de seguridad del Estado.
Después de un discreto debut en el largometraje (Tu novia está loca, 1988) el director Enrique Urbizu entraría con su segunda película en el terreno que mejores frutos le ha dado, el thriller. Aquí, se nota que algunos de los resortes del género están aún por dominar, pero el film, que en su momento fue un rotundo fracaso de taquilla, ha sido después reivindicado como una valiente apuesta por un género en el que el cine patrio acostumbra a patinar: el del drama criminal con mensaje político.
Urbizu repite con el guionista Luis Marías y con bastantes de las personas que colaboraron en su debut, pero aquí el tono es muy distinto. La acción se desarrolla en un Bilbao gris y sórdido, el de la reconversión industrial y la heroína en los años 80. Allí, un puñado de individuos sin escrúpulos, pertenecientes a los dos lados de la ley, se destrozan entre sí para apoderarse del botín obtenido en el atraco a un bingo. Cuando uno de los atracadores asesina a sus compañeros, la novia de uno de ellos, que trabaja en un peep-show de ambiente sadomasoquista, es recogida en la carretera por una psicóloga que le da cobijo en la residencia religiosa en la que trabaja y, de paso, empieza a maniobrar para quedarse con el dinero, que también interesa mucho a varios miembros de distintos departamentos de la Policía.
En Todo por la pasta (ingenioso título, qué duda cabe), aciertos y errores se alternan del modo en el que suelen hacerlo en obras primerizas. Entre los puntos a elogiar, el ritmo trepidante, el retrato despiadado de los personajes y del entorno en que se mueven, y la escenografía, cuyo artífice es un Álex de la Iglesia que daba por entonces sus primeros pasos en el mundo del cine. Entre los errores, unos dejes ochenteros que han envejecido mal (la fotografía y la música pecan de ello: Bernardo Bonezzi ha hecho trabajos mejores para la gran pantalla, sin duda), y un tono almodovariano que chirría en una historia de esta clase y que sólo consigue el paréntesis humorístico que pretende en ocasiones muy contadas. Mención aparte cabe conceder al hecho de que ésta sea la primera película en la que se alude de forma directa al terrorismo de Estado, que respecto al conflicto vasco operó durante toda la Transición y tuvo su episodio más conocido con la trama de los GAL. Aquí, el atraco se ha organizado desde las cloacas del Estado con el fin de obtener los fondos necesarios para pagar a los ejecutores de un crimen político. Respecto a cómo se desmanda el asunto, cualquier parecido con la realidad no es pura coincidencia.
En el reparto, de todo hay. María Barranco no parece haberse sacado de encima su rol de chica Almodóvar y, en muchas de sus escenas, lo suyo parece más propio de Mujeres al borde de un atraco bañado en sangre. En cambio, Kiti Mánver está fantástica como mujer inteligente y retorcida. Buena nota también para un Antonio Resines que parecía estar ensayando para su gran papel en Celda 211. La actuación de José Amezola es mala, al contrario que las de Luis Ciges y Ramón Barea. Pepo Oliva, ni chicha ni limoná. Los secundarios más quinquis parecen, como es norma en el cine patrio, mucho más quinquis que actores.
Todo por la pasta tiene la virtud de no aburrir y una trama que, con sus altibajos, engancha, y también muestra un talento, el de Enrique Urbizu, que aún tardaría unos años en cristalizar y producir obras mayores, que ahondaban en los aciertos de este film y minimizaban sus errores. Todo por la pasta es interesante, pero más por lo que propone que por cómo lo ejecuta.