No era este el titular con el que uno esperaba resumir el regreso a los escenarios del maestro Manolo Sanlúcar después de tres años de un retiro que, en su momento, se anunció como definitivo. Nunca pude verle actuar en directo, por lo que, en cuanto me enteré de su presencia en la clausura del Festival Mas i Mas, corrí a comprar mi entrada. Sin embargo, no siempre salen las cosas como uno quiere.
El ambiente en el Palau de la Música era magnífico, pero lo diré de una vez: el espectáculo nunca debió celebrarse. Quien tomó la decisión de que el concierto se llevara a cabo (al parecer, no fue el artista, que nada más subir al escenario dijo que había querido suspenderlo porque sus condiciones físicas y anímicas no iban a permitirle actuar al nivel que su público y su prestigio merecen), cometió un grave error. Sanlúcar, músico tan genial como caprichoso que más de una vez ha confesado que no disfruta actuando en directo, está cerca de cumplir 73 años, tiene problemas de salud, y algunas difíciles situaciones personales y familiares lastran su estado anímico. Si no se está, no se está. Sanlúcar salió, abatido, en medio de una atronadora ovación. Intentó tocar. Lo hizo mal, agarrotado (según él, a causa de unos medicamentos que afectan la movilidad de sus mágicas manos) y muy lejos del excelso nivel que su público, ese que ayer le aplaudió hasta la extenuación por haber engrandecido el flamenco desde hace medio siglo, le conoce. A las tres canciones, el guitarrista desistió, dejando el testigo a sus jóvenes acompañantes: David Carmona a la guitarra, Carmen Molina al cante y Agustín Diassera en la percusión. Los tres demostraron que hay cantera. Al final, el maestro regresó para un último tema. Supe después que, nada más concluir la actuación, fue trasladado al Hospital del Mar. Ojalá que la cosa no fuera grave. Independientemente de cómo haya que repartir las culpas por lo ocurrido, nunca debió suceder. Para espectáculos tristes y fallidos, ya hemos tenido el debate de investidura de Rajoy.
En la película Flamenco, de Carlos Saura:
Una pìeza de esa obra de arte llamada Tauromagia: