UN HOMBRE VA POR EL CAMINO. 1949. 85´. B/N.
Dirección: Manuel Mur Oti; Guión: Manuel Mur Oti; Dirección de fotografía: Manuel Berenguer; Montaje: Antonio Gimeno; Música: Jesús García Leoz; Decorados: Sigfrido Burmann; Producción: Antonio Vich, para Sagitario Films (España).
Intérpretes: Ana Mariscal (Julia); Fernando Nogueras (Luis); Pacita de Landa (Blanca); Manuel Guitián (Párroco); Francisco Arenzana (Hijo del doctor); Julia Pachelo, Matilde Artero, Enrique Ramírez, Felisa Ortuondo, Marina Lorca, Aurelia Barceló.
Sinopsis: Un vagabundo se dedica a recorrer los pueblos de España. En uno de sus viajes, accede al recóndito paraje de Monte Oscuro, donde una viuda con una hija se dedica a las labores del campo. El hombre decide quedarse con ellas a ayudar en la siembra, lo que desata las habladurías entre las gentes del lugar.
El polifácetico intelectual vigués Manuel Mur Oti se estrenó en la dirección cinematográfica con Un hombre va por el camino, drama rural con aires de western que tuvo una cierta repercusión en su momento, para caer después en el olvido, como ocurre con casi toda la obra de este outsider del cine español.
Luis es un hombre que vaga sin rumbo, que no quiere para sí ataduras, responsabilidades o empleos. Tanto es así, que rechaza los que le ofrecen porque prefiere la libertad y el aire libre. Sin embargo, algo le hará cambiar al llegar a Monte Oscuro, donde una joven viuda asume en solitario la tarea de hacer rica una tierra inhóspita en memoria de su marido, un escritor. Luis ayuda en la siembra, y se siente unido a esa mujer valiente y luchadora, y en especial a su joven hija, Blanca, a la que llama princesa. Sin embargo, una vez finalizado el trabajo decide partir de nuevo hacia los caminos, en contra de los deseos de las mujeres, y quizá del suyo propio. El deseo de ver el fruto de su trabajo, así como la nostalgia de un hogar, le harán volver a Monte Oscuro, esta vez para quedarse. En el pueblo, no obstante, nadie ve con buenos ojos lo que consideran amancebamiento del vagabundo y la viuda, por lo que Luis decide marcharse para no dar pábulo a las habladurías. Cuando el hombre está a punto de volver a los caminos, Blanca enferma.
La figura del forastero que esconde un secreto en su pasado, llega a un lugar recóndito y se erige en protector de quienes lo habitan tiene una gran tradición en el western norteamericano, pero no en el cine español, que en la época, y con la honrosa pero casi única excepción de Edgar Neville, se dedicaba a la temática folklórica y a la glorificación del régimen franquista. Por eso, esta obra es una afortunada rareza en el cine patrio, que destaca por su amor hacia lo rural, el cual se demuestra con palabras, que describen la satisfacción al ver cómo crece el fruto de lo sembrado con las propias manos, pero sobre todo con imágenes, apoyadas en la magnífica fotografía de Manuel Berenguer, la cual recalca la belleza salvaje de Monte Oscuro y ensalza la fuerza de la naturaleza, con esas nubes que llenan el cielo. En lo temático, la película cambia de tono en su segunda mitad: mientras en la primera predomina el tono desenfadado, más tarde el film gira de manera decidida hacia el melodrama, en especial cuando Luis decide asentarse en Monte Oscuro y sale a la luz su secreto. En su caso, queda claro que el vagabundo no nace, sino que se hace. Aunque la censura de la época era muy estricta, el film consigue mostrar el rechazo que toda comunidad siente de modo instintivo hacia el extranjero, sobre todo si éste es pobre, y esbozar una crítica contra esa moral de viejas cotillas que ve el pecado en todas partes.
Encabeza el reparto uno de los estandartes del cine español de los años 40, Ana Mariscal, aquí en un papel de mujer fuerte inusual en la época, al que ella aporta belleza y gracia. Fernando Nogueras, actor de filmografía escueta hasta entonces, pero que ya había trabajado a las órdenes de Neville, hace una interpretación muy meritoria en el papel de Luis, sin duda el más complejo de la película. Los secundarios, encabezados por un clásico como Manuel Guitián, cumplen con solvencia en sus por lo general breves apariciones.
Un hombre va por el camino es, claramente, un film a recuperar, notable ópera prima de un director tan particular como interesante. Pocas veces el campo español ha sido tan bien retratado en blanco y negro en una obra de ficción, y aún en menos ocasiones ese retrato ha ido de la mano de una buena historia.