THE HELP. 2011. 137´. Color.
Dirección: Tate Taylor; Guión: Tate Taylor, basado en la novela de Kathryn Stockett; Dirección de fotografía: Stephen Goldblatt; Montaje: Hughes Winborne; Dirección artística: Curt Beech; Música: Thomas Newman; Diseño de producción: Mark Ricker; Vestuario: Sharen Davis; Producción: Brunson Green, Chris Columbus, Michael Barnathan y Sonya Lunsford, para Reliance Entertainment-Harbinger Pictures-DreamWorks Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Emma Stone (Skeeter Phelan); Viola Davis (Aibileen); Bryce Dallas Howard (Hilly Holbrook); Octavia Spencer (Minny Jackson); Jessica Chastain (Celia Foote); Ahna O´Reilly (Elizabeth Leefolt); Allison Janney (Charlotte Phelan); Anna Camp (Jolene French); Chris Lowell (Stuart); Cicely Tyson (Constantine); Sissy Spacek (Missus Walters); Mike Vogel (Johnny Foote); Brian Kerwin, Wes Chatham, Aunjanue Ellis, Ted Welch, Shane McRae, Roslyn Ruff, Leslie Jordan, Mary Steenburgen, Tiffany Brouwer, Carol Sutton, Ashley Johnson.
Sinopsis: En el Mississippi de principios de los 60, una joven aspirante a escritora regresa a su ciudad natal para cuidar de su madre enferma. Además, decide escribir un libro en el que las criadas negras expliquen sus experiencias sirviendo a familias blancas.
El actor Tate Taylor ya había hecho sus pinitos en la dirección, pero obtuvo un gran éxito adaptando una novela cuya acción transcurre en su localidad natal, Jackson, en el estado de Mississippi. Criadas y señoras es, por lo tanto, uno de esos ejemplos en el que la adaptación de una obra ajena, en este caso realizada por el propio director, puede dar lugar a una película muy personal.
La acción se sitúa en Mississippi, probablemente el estado más racista de Norteamérica, durante el mandato presidencial de John Fitzgerald Kennedy. Había pasado casi un siglo desde la abolición de la esclavitud, pero en el estado del gran río seguía aplicándose una estricta política de segregación racial, avalada por los gobernantes y apuntalada por la violencia del Ku Klux Klan. Allí, la chispa de Rosa Parks aún no había llegado a prender en una comunidad negra que tenía buenas razones para temer por su seguridad si se unía de forma abierta al movimiento por los derechos civiles. En esta situación, a la joven y rebelde Skeeter, que aspira a ser escritora, no ha imitado a todas sus amigas del lugar y sigue soltera, y fue educada por una entrañable criada negra llamada Constantine, se le ocurre darle voz a estas personas, dejadas siempre al margen por ser negras y también por ser mujeres, y escribir un libro con sus vivencias. Como explica la propia protagonista de manera muy gráfica, Margaret Mitchell glorificó la figura de la Mami sureña. Skeeter pretende que sea ella misma quien explique su historia, lo que provocará problemas en una sociedad racista y clasista hasta el tuétano.
Tate Taylor tiene la virtud de rehuir los topicazos del llamado cine para mujeres, denominación con la que suelen colarnos bodrios sensibleros sin sustancia. La suya es una película de mujeres, pero disfrutable para personas de uno y otro sexo. Por si esto fuera poco, también logra hacer una historia universal partiendo de unos hechos eminentemente locales. Criadas y señoras habla, desde un punto de vista contemporáneo, del racismo en el Sur de los Estados Unidos, pero también del clasismo en todas partes, del orgullo y la dignidad de quienes apenas han superado la condición de esclavos, de quienes sólo son considerados como personas en tanto son útiles para los poderosos y aceptan su destino con docilidad. Por eso, la película logra calar en el espectador y engancharle durante sus más de dos horas de metraje. Puede que, a la hora de definir personajes y situaciones, el film tienda a la simplificación, pero nunca da la sensación de engañar. Criadas y señoras es un film políticamente correcto, pero que sabe de lo que habla. Va más allá de la condena al racismo, que puede quedar muy bien en estos tiempos, y se ceba en la hipocresía, que es una epidemia en todas las épocas y lugares. Más allá de los bucólicos paisajes, de esa vida acomodada y vestida con unos colores pastel muy bien retratados por Stephen Goldblatt, se esconde una forma de vida basada en la injusticia, en el sacrificio de muchos para el beneficio de un puñado de privilegiados que, en su mayoría, no tienen conciencia. Todo ello está servido con elegancia, buen pulso narrativo y escenas muy poderosas, de las que se quedan en el recuerdo. En conjunto, Taylor ofrece un completo retrato del universo femenino, y un cuadro crítico con el lugar en que nació.
En el reparto se dan cita algunas de las mejores actrices del momento, y todas ellas rinden a buena altura. Emma Stone ofrece una interpretación convincente, en ocasiones lastrada por su tendencia a hacer pucheros. Muy bien Bryce Dallas Howard, la Cruella de Vil de Jackson, y excelente una vez más Jessica Chastain, actriz de primera fila. Tanto Viola Davis como Octavia Spencer, que interpretan a las criadas negras que cuentan sus historias a Skeeter, hacen unas destacables interpretaciones (momentazo absoluto el que sucede cuando Spencer saca de dentro todo el odio acumulado por su personaje y le cuenta a Hilly cuál es el ingrediente secreto de su tarta), pero hay dos veteranas que merecen reconocimiento extra: Sissy Spacek y, sobre todo, esa actriz que luce allá donde se meta y que se llama Allison Janney. Los roles masculinos apenas adquieren relevancia, y se me antojan algo estereotipados, pero como la película no va por ahí, esto apenas influye en la valoración final.
Buen cine con mensaje, eso es Criadas y señoras. Tate Taylor tiene todo mi respeto por esta película, por ir más allá de decir que el racismo es malo, por hacerlo con estilo, y por tener el difícil don de la imparcialidad a la hora de hablar del sitio en el que, por puro accidente del azar, vino uno al mundo.