BILBAO. 1978. 88´. Color.
Dirección: Bigas Luna; Guión: Bigas Luna; Dirección de fotografía: Pedro Aznar; Montaje: Anastasi Rinos; Música: Iceberg; Decorados: Carlos Riart; Producción: Pep Cuxart, para Figaro Films- Ona Films (España).
Intérpretes: Ángel Jové (Leo); María Martín (María); Isabel Pisano (Bilbao); Mario Gas (Voz en off de Leo); Francisco Falcón, Jordi Torras, Marta Molins, Pepita Llunell.
Sinopsis: Ángel es un individuo extraño que vive con María, una mujer madura a la que no desea, y está obsesionado con Bilbao, una prostituta.
Después de un debut algo más convencional adaptando a Vázquez Montalbán en Tatuaje, Bigas Luna continuó su carrera con Bilbao, película en la que aparecen muchas de las obsesiones de este particular cineasta. El film, rodado en 16 mm. con un presupuesto muy escaso, y ampliado a 35 mm. para su exhibición en salas, supuso un gran empujón a la carrera del director y, aún hoy, es una de sus obras más recordadas.
Bilbao es una película de vocación experimental y transgresora, en la que Bigas Luna volcó una de sus grandes obsesiones: el sexo como fuerza imposible de contener, que con frecuencia se manifiesta mediante pulsiones eróticas alejadas de lo usual. Rodada en pleno apogeo del destape, Bilbao se aleja de las convenciones de ese tipo de cine y juega con decisión la carta del fetichismo, un fetichismo sublimado que ya no se limita a la parte, sino al todo: la mujer como puro objeto de deseo, obsesivo y enfermizo, al que el protagonista anhela poseer de manera absoluta, de la misma forma que posee el resto de cosas que le apasionan. María simboliza la rutina, los lazos que unen a Leo con su pasado. Bilbao, bailarina de striptease y prostituta en la Barcelona de la transición, representa el deseo carnal llevado a su máxima expresión. Leo accede a ella como cliente, pero eso no le basta, él no puede ser uno entre muchos porque su obsesión le impide razonar, ni pensar en nada que no sea poseer a Bilbao de manera ilimitada. Por eso, decide secuestrarla. Volvemos, una vez más, a El coleccionista, la novela de John Fowles que William Wyler llevó al cine de manera magistral.
También en lo visual, Bilbao es una obra sui generis. Me cuesta recordar otra película en la que el predominio de los primeros planos sea tan absoluto. Es, además, un film nocturno, oscuro… tanto (y aquí sospecho que las limitaciones presupuestarias tienen algo que ver) que en algunas escenas que transcurren en el apartamento de Bilbao y en el almacén al que Leo la lleva después del secuestro, cuesta ver lo que sucede. Las imágenes que sí podemos ver son personales, técnicamente logradas y fruto de un estilo ya entonces muy marcado. En lo sexual, y ésta es una característica de todo el cine de Bigas Luna, se insinúa mucho más de lo que realmente se ofrece, y todo lo que se muestra en Bilbao es extraño, tan bizarro como los propios personajes.
La narración se estructura como un largo monólogo interior del protagonista masculino, Leo. Apenas hay diálogos, silenciados muchas veces por esa voz en off sin la que la película no tendría razón de ser, pero a la que su condición de único recurso convierte al final en cansina.
Otra peculiaridad de Bilbao es que en ella resulta difícil hablar de interpretaciones en el sentido usual del término, pues la única que puede considerarse como tal proviene del único actor al que no vemos: Mario Gas, que da voz a Leo y le otorga la expresividad de la que el actor que lo encarna, Ángel Jové, carece del todo. Dado que los personajes que interpretan María Martín y, sobre todo, Isabel Pisano, son más símbolos que caracteres, el juicio a su labor actoral debe quedarse en blanco, como la valoración de los porteros de fútbol cuando el contrario no chuta a puerta en todo el partido. En el film casi nunca dejan de verse los rostros de los protagonistas en primer plano, pero son más estatuas, o maniquíes si se quiere, que actores en el sentido teatral del término.
Bilbao posee el encanto de lo bizarro, y constituye una apuesta muy personal de un director con estilo, pero resultará tediosa para quienes no logren entrar en la historia de Leo, un hombre posesivo hasta el desquiciamiento. En mi opinión, es una de las películas a destacar dentro de la filmografía de Bigas Luna, director excesivo e irregular.