CLOSER. 2004. 104´. Color.
Dirección: Mike Nichols; Guión: Patrick Marber, basado en su obra de teatro; Dirección de fotografía: Stephen Goldblatt; Montaje: John Bloom y Antonia Van Drimmelen; Dirección artística: Mark Raggett, Hannah Moseley y Grant Armstrong; Diseño de producción: Tim Hatley; Producción: Mike Nichols, John Calley, Cary Brokaw y Michael Halley, para Columbia Pictures (EE.UU).
Intérpretes: Julia Roberts (Anna); Jude Law (Dan); Natalie Portman (Alice); Clive Owen (Larry); Nick Hobbs, Colin Stinton.
Sinopsis: Caminando por Londres, Dan queda prendado de Alice justo antes de que ella sufra un atropello. Una vez recuperada, ambos inician una relación que acabará cruzándose de distintas formas con la que mantienen Anna, una fotógrafa, y Larry, un cirujano.
Ejemplo, en la opinión de este humilde bloguero, de director sobrevalorado, Mike Nichols tiene, sin embargo, un puñado de películas importantes en su filmografía, casi todas ellas consistentes en traslaciones sencillas y prácticamente literales de textos ajenos. Esto ocurre en Closer, drama teatral en el que se abordan las relaciones de pareja en nuestro tiempo. Nichols, que ha obtenido sus mayores éxitos artísticos y populares con películas que analizan las relaciones de pareja desde ángulos poco usuales (¿Quién teme a Virginia Woolf? -su primera película, y también la mejor-, El Graduado, Conocimiento carnal), insiste en ese tema valiéndose de un drama de Patrick Marber que aborda, en clave siglo XXI, cuestiones como la infidelidad y los mecanismos en los que se expresa nuestra respuesta sexual frente a otros.
Como ocurre tantas veces en las adaptaciones al cine de obras teatrales, la clave del éxito reside en las palabras y en la calidad interpretativa de los actores que las recitan. Nichols, director mucho más transgresor en lo temático que en su lenguaje cinematográfico, pocas veces se sale del esquema plano-contraplano para ilustrar los abundantes diálogos, dando esto lugar a una puesta en escena poco original, tirando a plana. Tiene la suerte de haber escogido un drama espléndido, que contiene alguna de las frases más brillantes que he escuchado en tiempos, y las pone en boca de unos personajes egoístas, inseguros, que, ya sean exitosos o fracasados en lo profesional, navegan todos ellos sin demasiado rumbo en las siempre turbulentas aguas del amor y el sexo. Closer nos cuenta qué hay detrás del flechazo (que vaya si existe), qué hace que la presencia de algunas personas nuble nuestro raciocinio hasta extremos que, vistos desde otro ángulo, llegan a resultar ridículos, pero sobre todo muestra cómo funciona esa perfecta máquina de construir su propia infelicidad que es el ser humano. Todo esto lo hace Patrick Marber con envidiable lucidez, apoyado en unos diálogos ingeniosos y mordaces que nunca se quedan en la superficie. He leído comentarios que destacan la artificiosidad de estos diálogos: en efecto, en la vida real la gente no habla así… pero ojalá lo hiciera. El mundo sería mucho menos aburrido y los seres humanos que lo pueblan, mucho más interesantes.
Llama la atención que Closer sea una película sobre el sexo en la que prácticamente no hay escenas de sexo. Aquí, lo que ocurre entre las sábanas (o en cualquier otro lugar apto para el intercambio de fluidos corporales) se explica, muchas veces utilizando un lenguaje muy crudo, pero no se ve. Tenemos que imaginarlo, lo que suele ser más estimulante si uno tiene el principal órgano sexual donde debe tenerlo. En un film que destaca por su inteligencia, para mí los momentos cumbre están cuando se muestra lo desinhibidos que somos en el ciberespacio, en el pretendido anonimato que ofrece internet, y lo complejo que es todo en directo (incluso para seres que están en la cima de la pirámide del deseo sexual ajeno), y en especial cuando se deja claro que, en la mayoría de los casos, la agresión sexual verbal está en los oídos (y en los ojos) de quien la recibe. Dicho de otro modo, que nuestra respuesta ante el mismo estímulo varía de forma acusada dependiendo del deseo o rechazo que nos provoque quien se nos ofrece, con mayor o menor elegancia, como pareja sexual.
Nichols, de quien he dicho que no está demasiado inspirado en la puesta en escena, sube mucho la nota en la dirección de actores, pues consigue dos cosas que no suceden con demasiada frecuencia: que Jude Law esté a muy buen nivel, y que un servidor consiga soportar a Julia Roberts (algo que, creo, no pasaba desde Línea mortal). Con todo, quienes se lucen a lo grande son Natalie Portman, pedazo de actriz de aspecto frágil y mirada magnética, y un Clive Owen superlativo, macho alfa con todas las letras que, sin embargo, consigue con su magnífica interpretación ir mucho más allá de la mera exhibición de testosterona, que imagino hará las delicias de todas aquellas personas que vean la película y sientan deseo sexual hacia los hombres. Los demás podemos seguir fantaseando con Natalie Portman, lo que también suele ser mucho mejor que la vida real.
Recomiendo Closer como una obra adulta sobre un tema en el que suele abundar lo superficial, lo barato o lo simplemente estúpido. En cierto sentido, Nichols vuelve a ¿Quién teme a Virginia Woolf? -gloria a Edward Albee- y nos brinda la que es su mejor película en cuarenta años.