BHOWANI JUNCTION. 1956. 110´. Color.
Dirección: George Cukor; Guión: Ivan Moffat y Sonya Levien, basado en la novela de John Masters; Dirección de fotografía: Freddie Young; Montaje: George Boemler y Frank Clarke; Música: Miklos Rozsa; Dirección artistica: Gene Allen y John Howell; Vestuario: Elizabeth Haffenden; Producción: Pandro S. Berman, para Metro-Goldwyn-Mayer (EE.UU.).
Intérpretes: Ava Gardner (Victoria Jones); Stewart Granger (Coronel Savage); Bill Travers (Patrick Taylor); Francis Matthews (Ranjit); Abraham Sofaer (Surabhai); Marne Maitland (Govindaswami); Peter Illing (Ghansyam); Lionel Jeffries (McDaniel); Edward Chapman, Freda Jackson, Alan Tilvern, Ronald Adam, Anthony Bushell.
Sinopsis: Victoria es una mujer angloindia que trabaja para el ejército británico y se ve inmersa en la inestabilidad previa a la independencia de la India.
Como ocurre con la práctica totalidad de los directores importantes del cine clásico, a George Cukor se le asocia a un género (la comedia, en su caso), pero a lo largo de su extensa filmografía tocó casi todos los palos. Uno de sus films menos conocidos es Cruce de destinos, drama romántico con la independencia india como trasfondo.
La película oscila entre lo espectacular y lo intimista, terreno en el que mejor se mueve el director. Rodado en Pakistán, el film sigue la corriente preponderante en el cine de su época, empeñada en seguir atrayendo al público a las salas ofreciéndole grandes espectáculos con los que no pudiera competir el enemigo, es decir, la televisión. Trama exótica, guerra, romance y un sinfín de extras dan lustre a una historia que, en el fondo, no es más que el drama de una mujer víctima del desarraigo, a la que los inevitables cambios políticos de su región colocan en una encrucijada. Victoria sufre el problema de los mestizos en todas partes, que se hace más patente en los países colonizados: el de ser una mezcla, ni nativa ni extranjera, el de pertenecer a un grupo de seres humanos considerados como de segunda clase tanto por los aborígenes como por los colonos. La India lucha por su independencia desde dos posturas opuestas: la resistencia pasiva que preconiza el Partido del Congreso, liderado por Gandhi, y la revolución armada, defendida por los comunistas. Mientras, los ingleses se preparan para el fin de su dominio y su consiguiente partida, y los mestizos nadan entre las dos orillas.
Es lógico que una bella joven como Victoria atraiga a hombres de toda condición: al principio, ella es la novia de Patrick, un chico de su estirpe al que abandona cuando comprueba que es más antiindio que los propios ingleses. Sintiéndose confusa, Victoria hace lo que tantas personas desorientadas en su mismo caso: intentar convertirse en una aborigen y entregarse a sus raíces indias. El amor de Ranjit, un joven culto y educado, la lleva por ese camino, que desanda al descubrir que muchos nativos son seres dogmáticos e intransigentes, que amparan a criminales siempre que defiendan su misma causa, en cuyo triunfo ven la solución a todos los males (la historia, que es muy terca, ha demostrado con creces lo contrario). Al final, Victoria se refugia en los brazos de Savage, un coronel británico, que a su vez es el narrador de la película, al que en principio ella odia por su forma de reprimir (inspirada por el repugnante sistemas de castas nativo) los actos de resistencia pasiva que se organizan en la zona bajo su mando. No obstante, entre los ingleses hay otras clases de hombres, como McDaniel, un violador al que Victoria asesina accidentalmente cuando él trata de forzarla. El film arranca muy bien, tiene una magnífica primera parte y después, cuando la historia se centra en los avatares románticos de Victoria, decae para volver a recuperar el brío en sus escenas finales.
Cukor no es un director de cine-espectáculo, y a ratos la película se resiente de ello. No obstante, en lo técnico el film es intachable, por el oficio del realizador y, sobre todo, por la fantástica iluminación del maestro Freddie Young, que se aprecia tanto en las escenas de masas como en las nocturnas. Decir además que pocas veces la bella figura de Ava Gardner ha sido mejor retratada en color que en Cruce de destinos. La música, con los toques exóticos inevitables en esta clase de producciones, no es de las mejores de Miklos Rosza, sin que ello signifique en absoluto que sea de poco nivel.
He hablado ya de lo favorecida que sale Ava Gardner en esta película. Ella misma era muy escéptica respecto a sus cualidades como actriz, pero poseía magnetismo, carisma y un temperamento volcánico que da brillo a sus interpretaciones. Todo ello se junta en esta película, en la que Cukor, gran director de actrices, saca lo mejor de este mito del cine. A su lado, un Stewart Granger al que su virilidad natural y su capacidad para la ironía hacían muy adecuado para esta clase de papeles, y un elenco de secundarios cumplidor, aunque no excesivamente distinguido.
Película a recuperar, Cruce de destinos es una de las películas que aborda con mayor inteligencia el tema del desarraigo, factor que, unido a su buena factura y a lo entretenida que resulta, justifica de pleno su visionado.