Gracias a la Academia sueca por entender que las letras de canciones pueden ser muy buena literatura. Que le hubieran dado el Nobel al mejor escritor de canciones en lengua inglesa, que es un judío de Montreal, ya hubiera sido la leche, pero bienvenida sea la reparación de un anacrónico esnobismo. Y gracias a Dario Fo por todo lo que nos hizo disfrutar.