SAVAGES. 2012. 126´. Color.
Dirección: Oliver Stone; Guión: Don Winslow, Sacha Salerno y Oliver Stone, basado en la novela de Don Winslow; Dirección de fotografía: Dan Mindel; Montaje: Joe Hutshing, Álex Márquex y Stuart Levy; Música: Adam Peters; Diseño de producción: Tomas Voth; Dirección artística: Lisa Vasconcellos; Producción: Moritz Borman y Eric Kopeloff, para Ixtlan-Relativity Media-Universal Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Blake Lively (O); Taylor Kitsch (Chon); Aaron Taylor-Johnson (Ben); John Travolta (Dennis); Benicio del Toro (Lado); Salma Hayek (Elena); Diego Cataño (Esteban); Shea Wigham (Chad); Joaquín Cosío (El Azul); Demián Bichir (Alex); Antonio Jaramillo (Jaime); Sandra Echeverría (Magda); Jake McLaughlin, Alexander Wraith, Emile Hirsch, Kurt Collins, Amber Dixon, Leonard Roberts, Joel David Moore, Ali Wong, Mía Maestro.
Sinopsis: Chon, un ex-soldado de élite en Oriente Medio, y Ben, que se dedica a socorrer a los desfavorecidos del Tercer Mundo, son grandes amigos. Tanto, que comparten novia y un próspero negocio de cultivo de marihuana. Su situación se complica cuando un cártel mexicano les reclama participar en la empresa.
Oliver Stone fue, sin duda, uno de los cineastas estadounidenses de referencia en las décadas de los 80 y 90. Después, su fama fue decayendo, al tiempo que lo hizo la calidad de sus películas. Salvajes, que adapta una novela del prestigioso Don Winslow, es un intento, exitoso en parte, de Stone de recuperar el vigor perdido.
El tema de fondo es el narcotráfico, o mejor dicho, qué hacer ante el incontrovertible hecho de que la gente va a seguir drogándose por muchas prohibiciones que haya al respecto. Stone enfoca el tema desde una óptica más próxima al cine de Quentin Tarantino que al mucho menos lúdico, pero de incuestionable calidad, de Steven Soderbergh en Traffic. Aquí, a mi entender, está el error: queriendo recobrar el espíritu de sus más violentos films noventeros, Stone parece olvidar que su fuerte es el cine de tesis, alejado de ambigüedades y sin apenas espacio para el humor. El director ya no es joven ni moderno, y creo que yerra al jugar a serlo. La propia Asesinos natos, basada en un guión de Tarantino y que en muchos aspectos (el montaje anfetamínico, sin ir más lejos) influye en Salvajes, muestra que lo mejor de Oliver Stone está en sus films más serios y discursivos. Por ejemplo, parte de lo mejor de Salvajes está en el hecho de mostrar que, a la hora de comerse al pez chico, el modo de actuar de los cárteles de la droga es el mismo que el de cualquier otra multinacional, sólo que algo más bruto.
El propio Don Winslow colaboró en la escritura del guión de la película, por lo que es de suponer que el libreto le satisfizo, pero tampoco en él la coherencia está a la orden del día (la jugada de los dos finales es, directamente, tramposa), ni se construyen unos personajes cuyo perfil me resulte atractivo. Los jóvenes forman un trío demasiado perfecto, lo que me hace ver cierta impostura en la apuesta del director por granjearse la simpatía de las audiencias juveniles e intentar ser partícipe de sus puntos de vista. Los adultos resultan más convincentes, en especial en lo de dejar claro que el monstruo del narcotráfico se ha construido desde ambos lados de la ley. A una y otra orilla del Río Grande, la codicia y el instinto de supervivencia marcan los movimientos de quienes de uno u otro modo forman parte del mundo del tráfico de estupefacientes: el distinto modo de vivir esta realidad hace que, como siempre, para cada cual los salvajes son los otros. El film se deja ver, y por momentos recupera el vigor del Oliver Stone más reconocible y acertado: esos momentos son, sin embargo, escasos. La mayor parte de Salvajes nos muestra a un cineasta que ya no está en su mejor momento.
Estupendo guionista, realizador vigoroso que tuvo una época espléndida, pero sólo correcto en la dirección de actores, Stone no consigue que el reparto eleve el tono de la película. Del trío de jóvenes protagonistas, me quedo con Blake Lively en su papel de pija californiana porrera que con sus dos compañeros masculinos, un Taylor Kitsch discreto en el papel de ex-soldado de élite traumatizado, y un Aaron Taylor-Johnson que está sólo algo mejor que Kitsch en su esquemático papel de pijohippie de manual. Tampoco los muy consagrados veteranos brillan a la altura de sus mejores interpretaciones: la Salma Hayek desalmada y madraza me parece una imitación no del todo lograda de la Uma Thurman de Kill Bill; el despiadado Benicio del Toro es de lo mejor de la función, pero a su personaje le faltan matices, y John Travolta, cuyo papel quizá hubiese merecido mayor protagonismo, es quizá el que mejor resultado obtiene si tenemos en cuenta sus capacidades y la interpretación que lleva a cabo.
Salvajes es, con todo, la mejor película de ficción de Oliver Stone en lo que llevamos de siglo (lo que dice mucho del resto de sus largometrajes), pero no la paso del aprobado y está lejos de reverdecer laureles. Siendo un film no desdeñable, de este director se espera más.