THE IMITATION GAME. 2014. 114´. Color.
Dirección: Morten Tyldum; Guión: Graham Moore, basado en la novela de Andrew Hodges; Dirección de fotografía: Óscar Faura; Montaje: William Goldenberg; Música: Alexandre Desplat; Diseño de producción: Maria Djurkovic; Dirección artística: Nick Dent (Supervisor); Producción: Teddy Schwarzmann, Ido Ostrowsky y Nora Grossman, para Black Bear Pictures-Bristol Automotive (Reino Unido).
Intérpretes: Benedict Cumberbatch (Alan Turing); Keira Knightley (Joan Clarke); Matthew Goode (Hugh Alexander); Rory Kinnear (Detective Nock); Allen Leech (John Cairncross); Matthew Beard (Peter Hilton); Charles Dance (Almirante Denniston); Mark Strong (Stewart Menzies); James Northcote (Jack Good); Alex Lawther (Joven Alan Turing); Tom Goodman-Hill, Steven Waddington, Ilan Goodman, Jack Tarlton, Jack Bannon, Tuppence Middleton, Tim Van Eyken, Victoria Wicks.
Sinopsis: Mientras es interrogado por conducta homosexual, el matemático Alan Turing explica a un detective de la policía a qué se dedicó durante la Segunda Guerra Mundial.
El director noruego Morten Tyldum, que había conseguido un creciente prestigio internacional gracias a Ángeles caídos y Headhunters, tuvo el privilegio, y a la vez la responsabilidad, de llevar a la gran pantalla The Imitation Game, la adaptación de la novela de Andrew Hodges basada en la vida de Alan Turing, el genial matemático inglés famoso, entre otras cosas, por ser uno de los pioneros de la computación. La obra se centra en el período en el que Turing, que trabajaba en una prestigioso universidad, fue reclutado por el ejército británico para formar parte del equipo encargado de descifrar Enigma, el sistema de comunicaciones cifradas de los nazis.
Uno de los grandes problemas de la humanidad es su tendencia a maltratar a los genios y a permitir que la gobiernen los mediocres. He aquí el tema principal de The Imitation Game: la lucha de un genio por llevar a cabo su obra creadora, contra quienes le rechazan no por ser diferente (éste sería un análisis demasiado simplista, a mi juicio) sino por ser mejor. Imagino que Turing padeció el síndrome de Asperger o algún grado de autismo: en todo caso, poseía una inteligencia fuera de lo normal y una nula capacidad para las relaciones sociales, basadas fundamentalmente en la ocultación y la impostura. Por si estas características no fueran suficientes para granjearse el odio ajeno, Turing era además homosexual. Vamos, que lo tenía todo para ser víctima de la crueldad de sus envidiosos e hipócritas compatriotas. Su inteligencia, no obstante, contribuyó de manera importante el triunfo en la guerra de esa patria que jamás le comprendió y que acabó por destruirle.
He leído en varios lugares comentarios que cuestionan el realismo de la película, su visión algo distorsionada de los hechos reales. Comparto, qué duda cabe, la opinión de que, por muy importante que fuera la aportación de Turing y su equipo en la desencriptación de los códigos nazis, la Segunda Guerra Mundial se ganó muy lejos de Inglaterra. Dicho esto, añado que The Imitation Game es una magnífica película, técnicamente muy cuidada, llena de solidez en el aspecto narrativo y que mantiene al espectador enganchado a su asiento y del todo concentrado en lo que sucede en la pantalla durante sus casi dos horas de metraje. Dicen que todas las vidas merecen ser contadas: quizá sea así, pero lo que tengo claro es que la de Alan Turing (que dio para mucho más de lo que muestra el film, centrado en una etapa concreta de su existencia), sí lo merece. Y Morten Tyldum, que apuesta con acierto por permanecer en la sombra y dejar que sea la potente historia que se explica sea la que marque la pauta en todo momento, la cuenta con maestría, sensibilidad y buen gusto. El guión, que reúne todos los ingredientes necesarios para dejar huella en los espectadores, consigue que entremos en el genio y el drama de un hombre absolutamente fuera de lo normal. Este es el cine que uno quiere ver, el que contradice el mantra actual que nos dice que todo el talento se ha trasladado a la pequeña pantalla, el que te atrapa, el que te hace sufrir, disfrutar y reflexionar, el que cuenta con arte una historia digna de ser conocida por todo el mundo. Y sí, la vida de Alan Turing daría para una gran serie televisiva, pero tendría que ser tan buena como The Imitation Game. Desde luego, no puedo dejar de ensalzar la partitura de Alexandre Desplat, un compositor cuyo estado de gracia lleva prolongándose el tiempo suficiente como para incluirle en el listado de los músicos de cine imprescindibles.
En lo que se refiere al reparto, afirmo que la actuación que hace Benedict Cumberbatch sólo admite un debate: si es la mejor interpretación cinematográfica masculina en lo que llevamos de siglo, o hay alguna otra que la iguala. De esa dimensión es el trabajo de este actor superdotado en una película que, como es natural, gira en todo momento alrededor de su personaje. No obstante, los méritos del elenco no quedan ahí; como ya demostró a las órdenes de David Cronenberg, Keira Knightley es una actriz de nivel; Matthew Goode posee un talento interpretativo indiscutible, además de una presencia imponente; hablando de eso, de poderío ante la cámara, qué decir de Charles Dance, actor tan prolífico como muchas veces desaprovechado, o de Mark Strong, uno de esos actores capaces de dar el pego en una mala película, y de realzar una buena.
Considero que, como obra cinematográfica, The Imitation Game es casi perfecta. No conozco las otras películas de Morten Tyldum, pero dudo que haya hecho, o consiga hacer, una mejor que esta. Ojalá me equivoque.