7 VÍRGENES. 2004. 85´. Color.
Dirección: Alberto Rodríguez; Guión: Rafael Cobos y Alberto Rodríguez; Dirección de fotografía: Alex Catalán; Montaje: José M. G. Moyano; Música: Julio de la Rosa; Dirección artística: Javier López; Producción: Gervasio Iglesias y José Antonio Félez, para Tesela Producciones Cinematográficas-La Zanfoña Producciones (España).
Intérpretes: Juan José Ballesta (Tano); Jesús Carroza (Richi); Vicente Romero (Santacana); Alba Rodríguez (Patri); Julián Villagrán (José María); José Chaves (Chema); Héctor Mora (Rana); Antonia Ramírez (Abuela); Ana Wagener (Madre de Richi); Manolo Solo, Kerryl Higashio, David Ligero, Alejandro Lillo, Sergio Ortega, Antonio Dechent.
Sinopsis: Tano, un adolescente internado en un reformatorio, obtiene un permiso de 48 horas para asistir a la boda de su hermano. Gracias a esto, regresa a su antigua vida en una barriada marginal del Sur de España.
Aunque las mejores películas de Alberto Rodríguez han visto la luz en la presente década, ya en la anterior el cineasta sevillano se postuló como uno de los directores españoles con mayor futuro. De esta etapa, su obra más conseguida es 7 vírgenes, drama juvenil con trasfondo social que obtuvo una buena cosecha de premios y un reconocimiento popular aceptable.
La trama, urdida por el propio Rodríguez junto a su inseparable guionista Rafael Cobos, tiene mucho más de original por su ubicación que por sus premisas argumentales. La vida de los adolescentes situados en la marginalidad ha dado mucho juego en el cine español ya desde los años 60, con películas como Los golfos, de Carlos Saura. El precedente más cercano, y la influencia más clara de 7 vírgenes, lo encontramos en Barrio, una de las mejores películas españolas de los 90. Alberto Rodríguez sitúa la acción en el extrarradio de ese Sur que tan bien conoce, y eso da un plus de autenticidad imprescindible para que todo encaje. Tano, el protagonista, es un delincuente juvenil que ha acabado en el reformatorio y que, durante los dos días de permiso que le conceden para asistir a la boda de su hermano, vive una serie de experiencias que suponen un punto y aparte en su vida. El reencuentro con lo que queda de su desestructurada familia, con su mejor amigo, Richi, y con su novia, empuja a Tano a comprender que eso que dijo un poeta al que los muchachos como él no leen, que la vida iba en serio, es más que una frase brillante.
Crónica de los suburbios de una Andalucía que, por muy presente que esté, muchos prefieren no ver, 7 vírgenes es una película honesta, en la que un servidor ve reflejados tipos humanos y paisajes que conoce bien, barriadas en las que se vive a salto de mata, se coge lo que se puede y los relojes marcan la cuenta atrás hasta llegar a la decisión inevitable: ser un chorizo, un pringado, o darse el piro para, muy probablemente, serlo en cualquier otro lugar. El director consigue no caer en la glorificación del quinqui, tan común al cine de este género hecho durante la Transición, ni en la moralina barata. Rodeado por un equipo de colaboradores que, con los años, casi se ha convertido en su guardia pretoriana, con figuras destacadas como Álex Catalán, Rodríguez demuestra conocer el camino para servirnos un cuento cruel con envoltorio de reportaje, y no se anda con rodeos: la película es breve, intensa y realista. En menos tiempo del que muchos necesitan para asumir un solo golpe de la vida, Tano comprenderá que los amores no son eternos, que vivir al límite significa que todo puede acabarse en cualquier esquina, y que no hay más futuro para él que la delincuencia o el trabajo basura. Rodada en lugares como el sevillano Polígono de San Pablo, 7 vírgenes consigue no ser un manifiesto pijoprogre sobre la supervivencia en el extrarradio, sino una obra que sabe de lo que habla: escenas como las de la piscina pública, el banquete de bodas o la multitudinaria pelea en la terraza del bar tienen, además de la virtud de estar narradas con ritmo, otra aún mayor: la ausencia de impostura.
Excepción hecha del protagonista, un Juan José Ballesta al que los papeles de adolescente conflictivo le van de maravilla, casi todos los chavales que aparecen en la película, y que hacen que sus gestos y sus diálogos resulten tan creíbles, fueron reclutados en distintos institutos de secundaria de la capital de Andalucía. De ellos, la gran revelación es Jesús Carroza, y lo es porque en ningún momento da la sensación de estar actuando. Los pocos adultos que intervienen lo hacen a modo de coro, casi siempre para mostrar el entorno hostil en el que se mueven estos jóvenes y lo duro que hay que hacerse para sobrevivir en él o, en casos de férrea voluntad y buena fortuna, para imponerse y ser aquello que quienes estigmatizan a los que se han criado en según qué lugares más odian: un hijo del ghetto con cerebro. Destacar que la prometedora Alba Rodríguez, que interpreta a la novia de Tano, no dio continuidad a una carrera cinematográfica que aquí parecía capaz de despuntar.
7 vírgenes es una de esas películas que, además de buenas, son necesarias. Con ella se produjo la consagración de Alberto Rodríguez, un director que está entre lo mejorcito del actual cine patrio.