Me permito recomendar la exposición que, hasta el próximo 20 de abril, alberga la Fundación Mapfre. Se trata de un conjunto de obras del fotógrafo estadounidense Peter Hujar, un artista que, siempre desde un insobornable blanco y negro, retrató a diferentes protagonistas de la cultura gay neoyorquina y extendió su campo de acción hacia los paisajes, los retratos de animales o las fotografías de carreteras solitarias en mitad de ninguna parte.
Hujar inició su carrera como fotógrafo en la segunda mitad de los años 50, y desarrolló toda su trayectoria profesional y vital en los Estados Unidos, a excepción de dos breves periplos europeos a finales de esa década y al inicio de la siguiente. La exposición revisa varias de las obras que Hujar realizó en Italia, de entre las cuales impresionan los retratos de los monjes momificados en las catacumbas de Palermo. El motivo clave de la obra de Hujar es el contraste entre lo vivo y lo muerto, entre el esplendor y la decadencia. Retratista de mirada penetrante, cuyo foco se dirigió por igual a personajes anónimos y a famosos como Susan Sontag, William S, Burroughs o Peggy Lee, autor que supo trasladar esa agudeza a sus retratos de animales, Hujar nunca gozó de un éxito masivo (su breve período como fotógrafo de revistas de moda le convenció de que su camino debía ser otro, menos lucrativo pero más libre) y dirigió muchas veces su mirada hacia el lado oscuro de Nueva York, el de las calles sucias, los objetos abandonados y los rostros ajados por la vida. En sus fotos hay belleza y subyace la visión de un verdadero artista, como podrán apreciar quienes visiten esta exposición, que, a la hora de exhibir las fotografías, antepone la unidad temática a la alineación cronológica, aunque entre las obras expuestas en la primera planta de la casa Garriga-Nogués predominen las más antiguas, y en la segunda las más recientes de este artista fallecido hace ahora treinta años.