PASSION. 2012. 97´. Color.
Dirección: Brian De Palma; Guión: Brian De Palma, basado en el guión de la película Crime d´amour, de Alain Corneau y Natalie Carter; Dirección de fotografía: José Luis Alcaine; Montaje: François Gédigier; Música: Pino Donaggio; Diseño de producción: Cornelia Ott; Dirección artística: Astrid Poeschke; Producción: Said Ben Said, para SBS Productions-Integral Films- France 2 Cinéma (Francia-Alemania).
Intérpretes: Rachel McAdams (Christine Stanford); Noomi Rapace (Isabelle James); Karoline Herfurth (Dani Wirth); Paul Anderson (Dirk Harriman); Dominic Raacke (J.J. Koch); Rainer Bock (Inspector Bach); Benjamin Sadler (Fiscal); Michael Rotschopf (Abogado de Isabelle); Max Urlacher, Jörg Pintsch, Melissa Holroyd, Ian Dickinson, Frank Witter, Polina Semionova.
Sinopsis: Christine, una ejecutiva de éxito, e Isabelle, su mano derecha y alumna más aventajada, se convierten en rivales cuando sus intereses sentimentales y laborales se contraponen.
Passion es, por ahora, el último largometraje de un cineasta al que admiro: Brian De Palma. Después de Redacted, película que puso a prueba el aprecio a la libertad en los Estados Unidos con resultado negativo, el director de Nueva Jersey tuvo que recurrir al capital europeo para levantar su siguiente proyecto, que pese a ser un remake de la película francesa Crime d´amour, supuso el regreso de De Palma a su terreno favorito, el del thriller granguiñolesco.
La película retrata el mundo despiadado de los altos ejecutivos en las grandes corporaciones modernas, y al tiempo pisa sin demasiados remilgos el hoy muy resbaladizo terreno de las perversiones femeninas. Digo esto porque la corriente ideológica dominante en estos tiempos confusos tiende a hacernos creer que todos los hijos de puta pertenecen al mismo sexo, lo cual sería risible de no ser porque mucha gente piensa y obra, sea por conveniencia o por pura estupidez, como si así fuera. Pues bien, Passion, que no deja de ser un thriller de trasfondo lésbico, muestra que el capitalismo salvaje es un campo abonado para la maldad, con independencia de si quienes la ejercen visten calzoncillos o bragas.
A la película le cuesta arrancar: sus primeras escenas resultan tan frías y asépticas como el ambiente en que se mueven sus protagonistas, e incluso De Palma se mueve en un terreno que no se le da demasiado bien, el de la mesura. Su arte está en el exceso, y por ello la segunda mitad del film es mucho más disfrutable. En ella, aparecen lo truculento, la hipnótica música de Pino Donaggio, los planos-secuencia XXL porque yo lo valgo, el juego de apariencias que se oculta detrás de un crimen anunciado y la eterna duda de si lo que vemos es, en efecto, lo que hay. Es decir, que De Palma vuelve a ser De Palma. Esto satisface a muchos críticos, cuya querencia por destrozar las películas de este director permanece inalterada después de varias décadas, y todavía más a los fans, que de este autor disfrazado de plagiario (aquí, en todo caso, acaba siéndolo de sí mismo) esperamos rock & roll con envoltorio de lujo. Y eso es lo que se nos da en cuanto Christine e Isabelle se quitan la careta, al saberse traicionadas la una por la otra, y empiezan a odiarse de ese modo tan femenino. El guión tiene varios agujeros de complicada (o directamente imposible) justificación, y queda el sentimiento de que De Palma no nos enseña nada nuevo, ni mejor, pero también el goce de verle capaz de seguir haciendo su cine pese a la edad y las dificultades.
Uno de los aspectos menos distinguidos de la película es su reparto. Destaca Noomi Rapace, que me parece una muy buena actriz, pero el resto le va a la zaga, incluida una Rachel McAdams de presencia cautivadora y expresividad mejorable. Karoline Herfurth hace bien su trabajo, sin llegar al nivel de Rapace, y el plantel de secundarios es más bien flojo. Demasiado alemán para mi gusto. El principal intérprete masculino, Paul Anderson, cuyo personaje es un pelele en manos de personas que le superan en inteligencia y maldad, no me convence en absoluto, y el resto del elenco apenas llega al aprobado justito.
Lo sé, es un De Palma menor (no confundir con una película menor), pero me gusta.