QUARTET. 2012. 93´. Color.
Dirección: Dustin Hoffman; Guión: Ronald Harwood, basado en su obra de teatro; Director de fotografía: John De Borman; Montaje: Barney Pilling; Música: Dario Marianelli; Dirección artística: Ben Smith; Diseño de producción: Andrew McAlpine; Vestuario: Odile Dicks-Mireaux; Producción: Finola Dwyer y Stewart Mackinnon, para Headline Pictures-DCM Films- BBC Films- Finola Dwyer Productions (Reino Unido).
Intérpretes: Maggie Smith (Jean Horton); Tom Courtenay (Reggie Paget); Billy Connolly (Wilf Bond); Pauline Collins (Cissy Robson); Michael Gambon (Cedric Livingstone); Sheridan Smith (Dra. Cogan); Andrew Sachs (Bobby Swanson); Gwyneth Jones (Anne Langley); Trevor Peacock (George); David Ryall (Harry); Michael Byrne (Frank White); Eline Powell (Angelique); Ronnie Fox, Patricia Loveland, Luke Newberry, Sarah Crowden.
Sinopsis: La llegada de una antigua diva de la ópera a una residencia para músicos retirados supone el reencuentro con algunos de sus viejos compañeros.
El debut en la dirección del prestigioso actor Dustin Hoffman se postergó durante mucho tiempo: el intérprete comenzó a dirigir una de las mejores películas que protagonizó en los 70, Libertad condicional, pero renunció al encontrar demasiado complicado alternar la dirección de la película con su papel protagonista. Ya en el ocaso de su carrera interpretativa, Hoffman dirigió El cuarteto, adaptación de la obra de teatro de Ronald Harwood. Se trata de una comedia muy british, de ambiente musical, que no suscitó adhesiones ni rechazos muy profundos. En verdad, se trata de una película tan agradable de ver como fácil de olvidar.
Opino que, después de los tanatorios y los mítines políticos, los lugares más deprimentes que existen son los hospitales y los geriátricos. Por suerte, la película se ambienta en un asilo de ancianos muy especiales, pues está reservado a personas que se dedicaron a una de las mejores profesiones del mundo: la música. Cabe destacar que son las dificultades económicas las que actúan como detonante de la acción: por un lado, obligan a la celebración de una gala benéfica para obtener fondos que garanticen la supervivencia del asilo, y por el otro ocasionan el ingreso en él de Jean Horton, una soprano retirada que se reencuentra con muchos de sus antiguos compañeros, entre los que se hallan una vieja rival y un tenor con el que estuvo prometida décadas atrás. Todo el film gravita alrededor de estos dos elementos narrativos, pero el tratamiento opta por la amabilidad: estos ancianos tan peculiares que, a diferencia de lo que ocurre con tantos otros, no se limitan a ser difuntos en vida, consiguen entender que, en un entorno en el que la enfermedad y la muerte les acechan, es mejor enterrar los viejos rencores e intentar disfrutar del tiempo que les queda.
Hoffman intenta, con resultado desigual, darle un punto cinematográfico a una historia eminentemente teatral, pero donde se luce es en su propio terreno, en la dirección de unos actores que, por otro lado, son magníficos. Resulta curioso que se decidiera por dirigir una obra que, en muchos aspectos, es demasiado británica para él, pero no es demasiado difícil encontrar paralelismos entre la situación de los músicos retirados y las de los actores de la tercera edad, universo que Hoffman sí debe de conocer bien. Me genera simpatía el retrato de esas personas dedicadas al arte, una de los escasos modos de vida por los que siento verdadero respeto. En el aspecto formal, todo es cuidado y correcto, pero la película renquea por su falta de poso. La mejor virtud y el peor defecto de El cuarteto es que todo está bien, a secas. A excepción, claro está, de la música, que es formidable.
Como ya se ha dicho, lo mejor del film son los actores que lo interpretan. Hoffman, hombre con fama de difícil para los directores, recurre a auténticos purasangres de la interpretación, todos originarios del lugar en el que más criaturas de esta especie pueden encontrarse (el puesto de primer ministro suelen reservarlo desde hace décadas a charlatanes de feria): el Reino (de momento) Unido. Decir que Maggie Smith está excelente es un pleonasmo: la noticia sería, en su caso, una actuación discreta. No deja atrás, y esto hay que destacarlo, a los restantes miembros del cuarteto protagonista, el brillante y mordaz Billy Connolly, la entrañable Pauline Collins, que interpreta a una cantante aquejada de Alzheimer, y, por último, ese magnífico actor llamado Tom Courtenay. Michael Gambon cumple con nota en el papel de director de escena enfermo de vedettismo, y hay que mencionar que buena parte del elenco de secundarios lo forman músicos veteranos, que sin duda aportan credibilidad a la película.
El cuarteto resulta demasiado blanda al final, y ello le impide dejar una huella en el espectador que, por otros aspectos, merece. Quizá a Harwood y Hoffman les pueda el cariño hacia unos veteranos artistas dignos de tal nombre, pero la película gana cuando en ella surge un punto ácido. Repito lo expuesto al principio: agradable de ver, fácil de olvidar. Eso sí, con unos actores y una música que se hacen acreedores de muchos elogios.