Nueva escapada de viernes noche al Jamboree, donde tocaba uno de los mejores baterías del jazz actual, el mexicano Antonio Sánchez, liderando a su propia banda.
El primer tema, El Minotauro, constituyó una portentosa demostración de talento colectivo. El listón estaba alto, pero la banda consiguió que el concierto no decayera. Y ello porque los virtuosos músicos que acompañaban a Sánchez en esta aventura solista (Dave Binney al saxo alto, John Escreet al piano y Matt Brewer al contrabajo, todos ellos jóvenes muy bien considerados en la escena neoyorquina) le ayudan a dar forma a un jazz moderno, sugerente y alejado del tópico, y también (digámoslo ya) porque lo de este hombre a los tambores es increíble. Desde que hace nueve años descubrí a Antonio Sánchez el escuchar el disco del Pat Metheny Group Speaking of now, tuve claro que nos encontrábamos ante un batería de muy alto nivel, pero una cosa es saber eso, o verlo tocar a las órdenes del genio de Missouri, y otra es verlo y oírlo a escasos metros de distancia, y como líder. Si cierro los ojos durante el concierto y me dicen que ha resucitado Tony Willliams, lo hubiera creído, y eso son palabras muy mayores. Sencillamente tremendo, no sólo por su energía, sino por su precisión y variedad con las baquetas y escobillas. Me temo, eso sí, que tendré que escoger bien al próximo batería al que vaya a ver en concierto porque de lo contrario, y después de lo visto anoche, el infortunado intérprete me parecerá malo y manco.
Uno de los temas del disco Migration:
En una master class, interpretando un tema que le dedicó Chick Corea, One for Antonio: