Se llenó el Sant Jordi Club para ver a Loquillo, de regreso a su ciudad natal para presentar el disco en directo grabado en la madrileña Plaza de Las Ventas, cuyo repertorio es básicamente el mismo que pudimos escuchar en el concierto del año pasado en La Farga.
Con extrema puntualidad, el Loco y su banda aparecieron sobre el escenario e iniciaron su actuación con uno de sus últimos himnos, Salud y rock & roll, dando paso a una primera parte en la que predominaron las piezas más recientes del repertorio del cantante del Clot, y cuyos puntos álgidos fueron El hombre de negro, Memoria de jóvenes airados y El mundo que conocimos. El sonido era bueno, el nivel de los músicos de notable alto, y en la pista el ambiente fue de rock, calor y comunión con un artista que marcó a toda una generación y se ha mantenido en lo alto del cartel desde entonces, al margen de modas y polémicas. Parco en palabras, como suele en sus conciertos, Loquillo dio un mensaje de apoyo a Jordi Évole y homenajeó a Los Negativos con la interpretación de Viaje al Norte, una de las canciones más recordadas de aquella banda. A continuación, llegó el delirio colectivo con los éxitos de siempre: El rompeolas, La mataré, Ritmo de garaje y Carne para Linda. Después del paréntesis rockabilly, que hizo temblar a la platea al son de Esto no es Hawai, nos encaminamos hacia la despedida mientras cantábamos, o más bien gritábamos, las letras de Feo fuerte y formal y Rock & roll star, antes del ritual y apoteósico epílogo de Cadillac solitario, que esta vez vino con coda, pues antes de retirarse El Loco y los suyos remataron su triunfal faena con Barcelona ciudad, el lugar donde tus sueños no se harán realidad, como ya en los 80 advertía de forma profética un cantante que sigue en buena forma, en lo musical y, por lo que pude ver cuando no tenía armarios empotrados delante, en lo escénico. Lo dicho, salud y rock & roll.
En Madrid, y de negro:
El rockabilly y la utilidad principal de las banderas: