WE OWN THE NIGHT. 2007. 117´. Color.
Dirección: James Gray; Guión: James Gray; Dirección de fotografía: Joaquín Baca-Asay; Montaje: John Axelrad; Música: Wojciech Kilar; Diseño de producción: Ford Wheeler; Dirección artística: James Feng; Producción: Joaquin Phoenix, Mark Wahlberg, Marc Butan, Mike Upton, Nick Wechsler y Couper Samuelson, para 2929 Productions-Columbia Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Joaquin Phoenix (Bobby Green); Mark Wahlberg (Joseph Grusinsky); Robert Duvall (Burt Grusinsky); Eva Mendes (Amada Juárez); Danny Hoch (Jumbo); Alex Veadov (Vadim Nezhinsky); Paul Herman (Spiro Giavannis); Moni Moshonov (Marat Buzhayev); Tony Musante (Jack Shapiro); Dominic Colón (Freddie); Joseph D´Onofrio, Oleg Taktarov, Elena Solovey, Maggie Kiley, Antoni Corone, Craig Walker, Claudia López, Scott Nicholson, Ed Koch.
Sinopsis: Bobby Green regenta un club de moda en Nueva York, frecuentado, entre otros, por destacados miembros de la mafia rusa. Tanto su padre como su hermano son policías, y cuando éstos se enfrentan a la organización criminal, Bobby deberá tomar partido.
La noche es nuestra es el tercer largometraje de James Gray,que insiste en la temática del cine negro y policíaco, con guiños a los clásicos del género y afán de reflejar el modus operandi de las bandas que en la actualidad marcan las reglas en el crimen organizado. La película, en la que el director colabora de nuevo con la pareja protagonista de su film anterior, obtuvo críticas dispares y recibió una acogida más entusiasta en Europa que en los Estados Unidos. Para muchos, entre los que me incluyo, se trata de uno de los films policíacos más destacados de los últimos años.
El título de la película reproduce el potente slogan de la unidad contra la delincuencia callejera de la policía de Nueva York: We own the night. Sin embargo, la noche también pertenece a quienes, completamente ajenos a las fuerzas del orden, tienen su hábitat preferido en la oscuridad. Por ejemplo, los siempre fronterizos negocios del ocio nocturno y el tráfico de estupefacientes. Bobby Green vive a caballo de todo eso: por un lado, regenta una discoteca de moda, cuyos propietarios son empresarios rusos, algunos de los cuales deben su fortuna a actividades ilícitas; por otro, es hijo y hermano de destacados agentes de policía. Cuando se efectúa una redada en el club en el que Bobby es el amo, y el asunto se salda con la detención de varios mafiosos rusos, se origina una violenta disputa entre policías y delincuentes que obliga al joven a reconsiderar sus lealtades y su modo de vida.
James Gray, uno de cuyos intereses temáticos más acusados se centra en las relaciones familiares masculinas, recurre a esquemas muy utilizados en el cine policíaco, como el contraste entre el modélico agente del orden y el hombre descarriado a quien las circunstancias obligan a cambiar, para hacer un elogio de la labor de los agentes que se dedican a combatir el crimen organizado. Su trabajo en la dirección es brillante, pues sabe imprimir negrura y aires de clásico moderno a una historia que se mueve en el alambre de lo trillado. La primera hora y cuarto de metraje me parece modélica, tanto en el planteamiento de las situaciones dramáticas como en su resolución. Después, el Gray guionista no está a la altura del director, y algunas situaciones poco creíbles (empezando por el hecho de que los mafiosos rusos ignoren que la cabeza visible de su centro lúdico y de operaciones proviene de una familia de policías) lastran el conjunto, que en su parte final resulta irregular. La noche neoyorquina es captada con una elegancia clásica, la música aporta calidad, tanto en lo que se refiere a la partitura original de Wojciech Kilar como a la utilización de canciones emblemáticas del pop de los 80, década en la que transcurre la acción, y el lenguaje de la cámara es sobrio y ajustado. El film nos habla de la lealtad, de la naturaleza brutal de las nuevas mafias y de la obligación de tomar partido, pero también de lo que se puede dejar atrás por hacer lo correcto: los dos hermanos cumplen con su deber, pero precisamente por ello acaban perdiendo lo que más querían en la vida; su padre, cuyas conversaciones con Bobby son de lo mejor de la película, pierde todavía más que eso. En La noche es nuestra hay buen cine: la escena en la que los mafiosos rusos llevan a Bobby a su guarida es magistral, y existen otras, además de las ya mencionadas, que no le van a la zaga.
A nivel interpretativo, cada miembro del trío protagonista ofrece lo que se espera de él: Joaquin Phoenix, su tremenda habilidad para dar vida a personajes complejos y caer siempre de pie; Robert Duvall, una nueva prueba de que es un actor de primera fila al que la edad parece beneficiar, y Mark Wahlberg, su habitual ejercicio de inexpresividad. Eva Mendes, cuya belleza es indiscutible, no consigue imprimir profundidad a un personaje que da más de sí, y tanto los actores que encarnan a los mafiosos rusos como los que interpretan a los policías con los que se enfrentan merecen ser reconocidos por su labor.
Vuelvo al principio: La noche es nuestra es uno de los mejores films policíacos de los últimos tiempos, pues recupera el espíritu de algunas de las obras clásicas del género sin limitarse a ser un simple barnizado de ellas. James Gray se confirmó como uno de los directores más interesantes del cine norteamericano actual, etiqueta que hoy sigue mereciendo. El film presenta algunos problemas narrativos que le impiden llegar a obra maestra, pero posee una calidad y un encanto indudables. Y un título cojonudo.