CARNE DE HORCA. 1953. 92´. B/N.
Dirección: Ladislao Vajda; Guión: José Santugini; Dirección de fotografía: Otello Martelli y Eloy Mella; Montaje: Otello Colangeli y Julio Peña; Música: José Muñoz Molleda; Diseño de producción: Alberto Boccianti; Producción: Vicente Sempere, Antonio Morelli y José Ferrer Orlandini, para Chamartín Producciones- Falco Film (España- Italia)
Intérpretes: Rossano Brazzi (Juan Pablo de Osuna); Fosco Giachetti (Lucero); Emma Penella (Consuelo); José Nieto (Chiclanero); Félix Dafauce (Joaquín de las Hoces); Luis Prendes (Tomás); José Isbert (Don Félix); Francisco Arenzana (Novato); Manuel Arbó, Alessandro Fersen, Aldo Silvani, Juan Calvo, Rafael Calvo, Antonio Ferrandis. Trinidad Heredia, Pedro Vargas, Jesús Gallardo.
Sinopsis: En la Andalucía del siglo XIX, un señorito pierde una fortuna a las cartas y decide fingir el secuestro de su padre para conseguir el dinero con el que pagar su deuda. El problema es que la banda del Lucero, famosa en toda la zona, se anticipa a sus planes y realiza ella misma el secuestro. Corroído por la culpa, el joven parte en busca de los bandoleros.
Carne de horca fue el primer gran éxito del director húngaro Ladislao Vajda, singular cineasta que realizó varias de sus mejores obras en la España de la posguerra. El film, que obtuvo diversos premios en la primera edición del Festival de San Sebastián y gozó de un remarcable éxito de taquilla, supuso una nueva incursión del cine español en el terreno del bandolerismo, adoptando esta vez buena parte de los códigos del western norteamericano.
El mito del bandolero generoso que roba a los ricos para dárselo a los pobres es casi universal, y resulta lógico que arraigara con fuerza en un país marcado desde siempre por la desigualdad y la injusticia como España. El arte ha rendido homenaje, en diversas formas, a quienes empuñaron las armas y se enfrentaron al sistema para imponer su particular sentido de la justicia social. El enfoque de Vajda, y del notable guionista José Santugini, es radicalmente distinto, e imagino que muy del gusto del régimen franquista: Lucero, el líder de la partida de bandoleros que impone su ley en toda la Serranía de Ronda, es un criminal despiadado, que no muestra un ápice de compasión ni posee la más mínima generosidad. Supongo que, como ocurre casi siempre, la verdad del cuento del bandolero está a medio camino entre el romanticismo de la mitología popular y el despiadado retrato que se ofrece en esta película, pero opino que la miserable situación del campesinado andaluz a lo largo de los siglos justifica de sobras el bandolerismo. Volviendo a la película, se trata de una clásica historia de redención y venganza que, como se ha dicho, sigue los cánones del western. Comienza con un cantar de ciego, cuya letra, ya en la voz de María Dolores Pradera, acompaña al espectador durante toda la película para mostrar el contraste entre lo que se decía y cantaba del Lucero y la realidad de sus actos. A partir de ahí, tenemos al típico señorito crápula que una noche de juerga y timba la lía demasiado parda y, para pagar sus deudas, planea una maniobra que, por una sucesión de infortunios, acaba con la vida de su padre. Atormentado, el sujeto parte en busca de la banda del Lucero, responsable del suceso, para vengar la afrenta y limpiar su conciencia.
Carne de horca es, entre otras virtudes, una película entretenidísima. Sus escenas de acción, que son bastantes, son una muestra de la maestría de un director que sabía mover la cámara con precisión y elegancia, sin renunciar al preciosismo, como lo prueban muchos de los planos que reflejan el agreste paisaje de la serranía. En conjunto, la película puede competir sin vergüenza con los más logrados westerns norteamericanos de su época, pues posee muchos de los ingredientes que hicieron grande a ese género y, dentro de su carácter ideológicamente tendencioso, refleja un punto interesante: la conexión entre las partidas de bandoleros y algunos potentados de las zonas en que aquéllas operaban. Es de elogiar la música de José Muñoz Molleda, el compositor habitual de Edgar Neville, así como la cohesión que desprende el film a nivel técnico y artístico, pese a la dispersión que muchas veces generan este tipo de coproducciones. Mérito de Vajda, sin duda.
Encabezan el reparto dos actores italianos, Rossano Brazzi y Fosco Giachetti, cuya labor considero notable pese al hándicap de escuchar sus voces a través del doblaje. El principal papel femenino, que no es otro que el de la abnegada novia del señorito, lo interpreta con buen estilo una Emma Penella de espléndida juventud, y es de agradecer la presencia entre el plantel de secundarios de dos excelentes actores como José Isbert y Luis Prendes, así como de un Antonio Ferrandis que debutó en la gran pantalla con esta película.
Lo dicho, un notable western hispánico a recuperar. Carne de horca es una película que reúne calidad y entretenimiento, y supone el inicio de la mejor etapa de Ladislao Vajda como cineasta.