BLACKTHORN. 2011. 92´. Color.
Dirección: Mateo Gil; Guión: Miguel Barros; Director de fotografía: Juan Ruiz Anchía; Montaje: David Gallart; Música: Lucio Godoy; Diseño de producción: Juan Pedro de Gaspar; Producción: Andrés Santana e Ibon Cormenzana, para Ariane Mararía Films-Arcadia Motion Pictures-Manto Films-Nix Films-Eter Pìctures (España-EE. UU.).
Intérpretes: Sam Shepard (James Blackthorn/Butch Cassidy); Eduardo Noriega (Edurado Apodaca); Stephen Rea (Mackinley); Magaly Solier (Yana); Nikolaj Koster-Waldau (Joven Butch Cassidy); Pádraic Delaney (Sundance Kid); Dominique McElligott (Etta); Luis Bredow (Doctor); Cristian Mercado (General boliviano); Daniel Aguirre, Martin Proctor, María Luque, Raúl Beltrán, Luis Aduviri, Fernando Gamarra, Shirley Torres, Érika Andía.
Sinopsis: Casi dos décadas después de haber sido dado por muerto, Butch Cassidy vive retirado en una remota aldea boliviana. Con el dinero ganado con la cria de caballos, decide regresar a los Estados Unidos.
Conocido fundamentalmente por sus guiones para Alejandro Amenábar, Mateo Gil es un cineasta ecléctico que, en su segundo largometraje, se embarcó en un atípico western, ambientado y rodado en Sudamérica, que narra las postreras aventuras del legendario bandido Butch Cassidy. En general, la película fue bien acogida, y contribuyó a la consolidación de Gil en el plano internacional.
Blackthorn puede verse como el reverso de Dos hombres y un destino, mítico film de finales de los 60 que retrataba, de un modo muy acorde con el espíritu hippie dominante en la época, las andanzas juveniles de dos legendarios forajidos, Butch Cassidy y Sundance Kid, que acabaron huyendo a Sudamérica tras cometer numerosos atracos en los Estados Unidos. Se cree que ambos murieron en 1908, durante un tiroteo acaecido en la localidad boliviana de San Vicente, pero existen rumores contradictorios al respecto. El guión se hace eco de esos rumores y presenta a un Cassidy en la frontera de la vejez, que lleva dos décadas viviendo en las montañas andinas bajo el nombre de James Blackthorn. Dedicado a la cría de caballos, el antiguo forajido decide volver a los Estados Unidos para pasar allí sus últimos años, pero el encuentro con un ingeniero español fugitivo altera sus planes.
Más que un western crepuscular, Blackthorn es un film profundamente nostálgico, en el que su protagonista echa la vista atrás para comprobar que las personas que marcaron su pasado murieron o están muy lejos, no sólo (pero también) en lo geográfico. Un giro en el destino hace que Cassidy recupere al bandido que siempre fue, pues por culpa de Eduardo, un ingeniero español que le ataca en mitad del altiplano, Butch pierde el dinero con el que pensaba regresar a su país. El conquistador convence al gringo de que le acompañe a una mina abandonada, en la que esconde un cuantioso botín que serviría a Cassidy para recuperar lo perdido, a cambio de que éste le defienda de sus perseguidores. A ratos, el ritmo es en exceso premioso, lo que es un hándicap para un film que apenas supera la hora y media de metraje, pero Blackthorn consigue ser profunda y, en sus mejores momentos (como las escenas que transcurren en la mina, o aquellas en las que unas indígenas acorralan a los protagonistas en la cabaña de Cassidy/Blackthorn), también intensa. Dentro del tono elegíaco, del que también participa el hombre que, años atrás, persiguió a Cassidy y Sundance Kid hasta los confines de Sudamérica, también hay algunos buenos tiroteos, que gustarán a los fans del western, y en general el nivel estético del film es bastante alto. Las imágenes ecuestres en la bella y complicada orografía andina son de una calidad estética complicada de discutir, y un nuevo ejemplo del buen hacer de Juan Ruiz Anchía, uno de los operadores españoles más internacionales. Lucio Godoy no es Ennio Morricone, pero aprueba.
Encabeza el reparto una institución de la interpretación norteamericana como Sam Shepard, actor ideal para dar vida a un viejo bandido lleno de recuerdos pero que aún conserva parte de su antigua energía. A su lado, un Eduardo Noriega menos hierático que de costumbre, y el siempre destacable Stephen Rea. El resto de actores, a excepción de una correcta Magaly Solier, tienen mucha menos presencia en pantalla, pero no fallan.
Blackthorn es una película que remite a otras épocas, por no decir una verdadera rareza en el cine de ésta, y sólo por eso ya merece respeto y atención. Además, posee empaque de película bien hecha, y narra con un nada despreciable halo poético las huellas que dejan la distancia y el paso del tiempo. Cine que hay que hacer y, salvo por los problemas de ritmo ya mencionados, como hay que hacerlo.