NO HABRÁ PAZ PARA LOS MALVADOS. 2011. 112´. Color.
Dirección: Enrique Urbizu; Guión: Michel Gaztambide y Enrique Urbizu; Dirección de fotografía: Unax Mendia; Montaje: Pablo Blanco; Música: Mario de Benito; Dirección artística: Antón Laguna; Producción: Álvaro Augustín y Gonzalo Salazar-Simpson, para Lazona Films- Manto Films-Telecinco Cinema (España).
Intérpretes: José Coronado (Santos Trinidad); Rodolfo Sancho (Rodolfo); Helena Miquel (Jueza Chacón); Juanjo Artero (Leiva); Pedro María Sánchez (Ontiveros); Younes Bachir (Rachid); Nadia Casado (Celia); Juan Pablo Schuk (Lora); Eduard Farelo, Karim El-Kerem, Abdelali El Aziz, Nasser Saleh, Héctor Claramunt, Elvira Cuadrupani, Walter Gamberini.
Sinopsis: Santos Trinidad, un policía alcohólico, asesina a tres personas en un club de alterne, pero una persona es testigo del crimen y consigue huir. La caza del testigo por parte de Santos se cruza con la investigación judicial del triple crimen.
La gran triunfadora del año cinematográfico 2011 en España fue No habrá paz para los malvados, un duro thriller que supuso la tercera colaboración exitosa entre el director Enrique Urbizu y José Coronado, dos personajes que, sin duda, dan lo mejor de sí mismos en el cine policíaco.
La película empieza y acaba de manera frenética, y en su parte central opta por un tono más reposado para mostrar, por un lado, la caza del testigo huido por parte del policía asesino, y también la evolución de las pesquisas para aclarar el crimen cometido por éste, una madrugada cualquiera, en un puticlub de los de toda la vida, regentado por colombianos vinculados al narcotráfico. Enrique Urbizu es un cineasta que se ha convertido en el mejor retratista de cloacas del cine español, y de nuevo se maneja la mar de bien entre intrigas, corrupciones y bandas criminales. Todo gira alrededor de Santos Trinidad, un policía modélico y multicondecorado que acabó donde se acaba tras muchos años de nadar en el fango: en una vorágine autodestructiva de alcoholismo y misantropía. Salta a la vista que Trinidad es Torrente, pero sin rastro alguno de cachondeíto. Al contrario: se trata de una de las criaturas más gozosamente nihilistas que ha producido el cine español en años, algo así como la versión patria del teniente corrupto que interpretó Harvey Keitel a las órdenes de Abel Ferrara, pero sin rollo religioso ni aullidos. «No entiendo cómo un personaje así puede seguir en la policía», dice la juez Chacón cuando conoce a Santos. Lo meritorio, creo yo, es ser policía en España y no acabar convirtiéndose en él.
Aunque la película falla en el aspecto del sonido, por lo demás es un thriller muy bien narrado al que sólo puede achacársele la excesiva lentitud de algunas escenas centradas en la investigación, como los interrogatorios al empresario colombiano o la entrevista entre Chacón y Ontiveros. Aunque no se nos explican los motivos del triple asesinato cometido por Santos (tal vez porque, sencillamente, no los hay: a veces, la vida en el filo es así), la sucesión de hechos sigue una secuencia coherente, y en los aspectos técnicos se nota que Urbizu maneja con soltura los hilos del cine policíaco. En España, refugio de todas las mafias que pueblan este mundo podrido, no resulta extraño que, a partir de un encabronamiento homicida de un policía alcoholizado, aparezcan narcotraficantes colombianos, oscuros manejos policiales y cédulas islamistas. Tenemos de todo, y así nos va. Las escenas de acción están tan bien hechas que uno querría más, pero tampoco las investigaciones policiales acostumbran a ser tan espectaculares como nos las enseñan en Hollywood. No obstante, la historia es muy potente, y se sigue con interés, por ser una ficción bien llevada… que tampoco tiene tanto de ficticia.
Sin duda, el papel de Santos Trinidad fue la confirmación de la valía como actor de José Coronado, un intérprete que con los años ha mejorado muchísimo. Su trabajo tiene el mérito de no convertir a su personaje en una parodia de sí mismo; sólo hay que verle cuando, interrogado por Nadia acerca de si conserva a una antigua pareja, responde: «A mí no me quiere nadie». El resto de actores no brillan tanto, aunque la labor de Helena Miquel, actriz cuya carrera no ha acabado de despegar, me parece más que correcta.
No habrá paz para los malvados (excelente título, por cierto) es un notable thriller, cuyo final debería ser visto mil veces por todos los inconscientes que este mundo pueblan, para que recuerden quién es el enemigo, y sepan a qué se debe el hecho de que, cuando viajan en transporte público, visitan un centro comercial o, simplemente, pasean por una céntrica plaza, no salten por los aires o sean acribillados a tiros. Hablo, pues, de una película con un gran prólogo, un mejor epílogo, un protagonista de los que dejan huella y una trama policial interesante y bien filmada. Merecido éxito de un film que supo satisfacer a la crítica y llegar al espectador medio.