LA FAMIGLIA. 1987. 127´. Color.
Dirección: Ettore Scola; Guión: Ettore Scola, Furio Scarpelli y Ruggero Maccari; Dirección de fotografía: Ricardo Aronovich; Montaje: Francesco Malvestito; Música: Armando Tr0vaioli; Diseño de producción: Luciano Ricceri y Cinzia Lo Fazio; Producción: Franco Committeri, para Mass Film-Cinecittá-Les Films Ariane-Cinémax-Rai Uno (Italia-Francia).
Intérpretes: Vittorio Gassman (Carlo/Abuelo de Carlo); Fanny Ardant (Adriana); Stefania Sandrelli (Beatrice); Andrea Occhipinti (Joven Carlo); Jo Champa (Joven Adriana); Cecilia Dazzi (Joven Beatrice); Emanuele Lamaro (Carlo niño); Carlo Dapporto (Giulio); Ottavia Piccolo (Adelina); Memè Perlini (Aristide); Athina Cenci (Tía Margherita); Alessandra Panelli (Tía Luise); Monica Scattini (Tía Ornella); Ricky Tognazzi (Paolino); Philippe Noiret (Jean-Luc); Renzo Palmer (Tío Nicola); Sergio Castellitto (Carletto); Giuseppe Cederna (Enrico); Dagmar Lassander (Marika); Joska Versari, Alberto Gimignani, Massimo Dapporto, Consuelo Pascali, Ilaria Stuppia, Hanja Kochansky, Barbara Scoppa, Massimo Venturiello, Paola Agosti.
Sinopsis: El octogenario Carlo, catedrático universitario jubilado, repasa la vida de su familia, que siempre ha vivido en un céntrico piso romano.
La familia es, probablemente, el film más importante de Ettore Scola dentro de una década, la de los 80, que fue muy prolífica para él, tanto por la cantidad de películas realizadas como por la calidad de las mismas. Se trata de un repaso a la Italia del siglo XX, vista a través de dos filtros: el de la familia de Carlo, el narrador y protagonista, y el de la propia mirada de éste sobre su existencia y la de aquellos con quienes comparte genealogía. El film tuvo desde el principio el beneplácito de la crítica, así como el de multitud de cinéfilos de todo el mundo, y forma parte del catálogo de obras imprescindibles de su autor.
La gran peculiaridad de La familia es que toda la película se desarrolla en el interior de la residencia romana de Carlo, a excepción de una escena clave que transcurre en las escaleras del edificio. Se trata de un film de estructura circular que se inicia y concluye con una foto de familia: la primera la preside al abuelo de Carlo, y éste es uno más de los niños que aparecen en la imagen; en la segunda, que tiene lugar casi ocho décadas después, es él, ya viudo y retirado, quien ocupa el lugar principal. Los cambios temporales son anunciados por majestuosos travellings que recorren el ancho corredor de la residencia: el más importante de ellos, el que más marcará la vida del protagonista, acontece en su juventud, cuando, convertido en un apuesto e intelectual veinteañero, despierta el amor en Beatrice, una joven de su círculo a la que da clases, pero queda prendado de su hermana, a la que conoce por casualidad. Ella le corresponde, y ambos inician un romance, secreto pero tempestuoso, que se rompe por las ambiciones profesionales y el complejo de culpa de Adriana. Carlo se casa con Beatrice, será feliz junto a ella y dará continuidad a la estirpe, pero nunca será capaz de olvidar a Adriana, el amor de su vida.
Film profundamente nostálgico, aderezado con el humanismo de izquierdas característico del autor, La familia se centra en lo íntimo, pero permite que a través de las paredes de la casa, y de las voces y la indumentaria de quienes la visitan o residen en ella, se filtren los grandes acontecimientos sociales y políticos del exterior, que no son poca cosa: dos guerras mundiales, el período negro del fascismo (gran acierto de la película al mostrar que los regímenes políticos dan un poco igual para el común de los mortales, mientras no sean absolutamente nefastos y atenten contra la libertad) y los caóticos vaivenes de esa república tan pulcra y estable llamada Italia. Con todo, prima el tragicómico relato de lo que sucede en la casa a través de las generaciones, con sus bodas, bautizos, comuniones y entierros. Carlo se presenta a sí mismo como un intelectual lúcido, pero también como un ser egoísta y falto de valor. Su hermano Giulio, que desposa a la criada de la casa y no para de acumular fracasos en los negocios, le acompaña a lo largo de su periplo vital, al que se van añadiendo hijos, nietos, yernos y nueras, cada cual con sus historias. De todas ellas, me quedo con el perfil de las tres tías solteronas de Carlo, que aportan el siempre agradable toque de comedia italiana clásica. Como se ha dicho, la cámara se mueve a través de las dependencias de la casa con parsimonia, casi con la majestuosa elegancia de una vieja dama. La música brilla especialmente en los temas y variaciones más sensibles, en los que la vena lírica de Armando Trovaioli sale a relucir.
Scola recurre a muchos de sus actores-fetiche, de entre los que sobresale un Vittorio Gassman nacido para interpretar personajes como el de Carlo, al que puede considerarse un alter ego del propio actor, y también del mismo Scola. Su porte majestuoso, su capacidad para la autoironía y su variedad de registros hacen de Gassman un actor fuera de serie, al que uno no se cansa de ver. Stefania Sandrelli y Fanny Ardant dan vida a los dos amores de Carlo, el que le da la estabilidad y el que no le deja vivir tranquilo. La primera sabe darle a su personaje un aire de melancólica resignación, y la segunda está perfecta a la hora de mostrar la viveza y el temperamento de Adriana, que también muestra de modo muy satisfactorio Jo Champa, la actriz que interpreta el personaje en su juventud. En general, el nivel de los actores es bastante alto (aunque Gassman le dé mil vueltas a Andrea Occhipinti) , y algunos de ellos, como Philippe Noiret, que interviene en una de las escenas de mayor intensidad dramática, aún son capaces de incrementarlo.
Gran película, sobria, elegante, nostálgica, capaz de conmover sin abusar del azúcar y muestra del talento de un cineasta que se movía de maravilla en espacios mínimos. La vida misma, en versión Scola.