THE LOBSTER. 2015. 118´. Color.
Dirección: Yorgos Lanthimos; Guión: Yorgos Lanthimos y Efthymis Filippou; Dirección de fotografía: Thimios Bakatakis; Montaje: Yorgos Mavropsaridis; Música: Miscelánea. Piezas de Beethoven, Stravinski, Johnnie Burn, etc.; Diseño de producción: Jacqueline Abrahams; Producción: Yorgos Lanthimos, Lee Magiday, Ceci Dempsey y Ed Guiney, para Film4- Irish Film Board-Eurimages- Greek Film Center-BFI (Grecia-Irlanda-Reino Unido-Francia-Holanda).
Intérpretes: Colin Farrell (David); Rachel Weisz (Mujer miope); Jessica Barden (Mujer que sangra por la nariz); Olivia Colman (Directora del Hotel); Ashley Jensen (Mujer de las galletas); Ariane Labed (Camarera del Hotel); Angeliki Papoulia (Mujer desalmada); John C. Reilly (Hombre que cecea); Léa Seydoux (Líder de los solteros); Michael Smiley (Lugarteniente de los solteros); Ben Whishaw (Hombre que cojea); Roger Ashton-Griffiths, Sean Duggan, Rosanna Hoult, Anthony Moriarty, Nancy Onu, Emma O´Shea, Anthony Dougall.
Sinopsis: Abandonado por su esposa, David es enviado al Hotel, un lugar en el que los solteros disponen de 45 días para encontrar una pareja adecuada y, si no lo hacen, son convertidos en el animal que eligen.
Reconocido por buena parte de la crítica cinematográfica internacional por su polémico film Canino, el griego Yorgos Lanthimos rodó su primer largometraje en inglés con Langosta, una original fábula futurista que confirmó el idilio entre Lanthimos y la cinefilia más inquieta.
El director nos sitúa en un futuro próximo y distópico en el que, en contraste con lo que ocurre en gran parte de los films de similares características, la tecnología no tiene presencia alguna. En este universo ficticio, los solteros son una especie perseguida, que es expulsada de las ciudades y recluida en unas instituciones de las que sólo puede salir emparejada con alguien que se adapte a su perfil, o convertida en animal. David, el protagonista, ingresa en este mundo cuando su esposa le abandona después de once años de matrimonio. El Hotel, una especie de spa de lujo en el que todo es frío y deshumanizado, será su destino durante los 45 días de que dispone para encontrar una pareja adecuada. Este período puede aumentar si se cobra alguna pieza en las cacerías de solteros que se organizan con frecuencia en los bosques cercanos, en los que un grupo de recalcitrantes solitarios forman una especie de guerrilla.
Langosta posee la gran virtud de lo peculiar. Lanthimos presenta una película que se aparta de las corrientes imperantes en el cine contemporáneo y que, ya desde su prólogo, en el que una mujer detiene su coche en mitad de una carretera para disparar a un burro y seguir su ruta como si tal cosa, provoca en el espectador una especie de curiosa incomodidad que, en lo que a mí respecta, no se disipó en el resto del metraje. El cineasta griego consigue crear un universo en el que nuestro mundo de locos parece hasta normal. Aplaudo su espíritu transgresor, aunque en la segunda parte, la que une a David con la guerrilla de solteros, se pierde parte del siniestro encanto de la propuesta y el brillo no es tan intenso como durante la estancia de David en ese impoluto manicomio que es el Hotel. Allí el protagonista ingresa junto a su perro, que en realidad es su hermano, quien fue soltero antes que él y fracasó en su intento de emparejarse durante el tiempo establecido. Eso sí, no vale arrejuntarse con cualquiera: todo está vigilado y supervisado por el personal del Hotel, dándosele clara preferencia al emparejamiento entre personas que comparten defectos físicos: David es miope, y eso le condiciona a la hora de dar con la persona adecuada.
Lanthimos clava el bisturí donde debe: vamos hacia una sociedad de solteros, lo cual tiene algo de socialmente subversivo porque la dependencia emocional hace a la gente más débil y es sabido que las personas casadas, y en especial aquellas que tienen hijos (en el Hotel, a las parejas que se están conociendo se les facilitan criaturas para que les ayuden a superar sus discusiones), son de mejor conformar. Más aún: cuando David, cuya unión con la Mujer Desalmada no llega a buen puerto, abandona el Hotel y entra en contacto con el grupo de solteros resistentes, descubre algo que es tan cierto como difícil que le entre en la cabeza al borrego medio: en política, lo contrario de una mierda no es algo perfecto, sino otra mierda de características opuestas.
La estética de la película es deliberadamente fría, y este rasgo engloba todo el conjunto: decorados, composición de los planos, cromatismo, perfil y gestualidad de los personajes (la cual puede calificarse de mecánica), banda sonora… la violencia siempre está presente, pues no hay otro modo de imponer el absurdo (ni de escapar de él una vez ha logrado que sus caprichos sean ley), y los toques de humor negro contribuyen al necesario distanciamiento con lo narrado.
Lanthimos cuenta, por primera vez, con un reparto estelar e internacional, y se revela como un buen director de actores: Colin Farrell, tendente muchas veces a la sobreactuación, está de lo más contenido, en línea con la extrema frialdad del conjunto, que hace que uno por momentos se acuerde del cine de David Cronenberg; Rachel Weisz, notable actriz, cuenta con el hándicap de que su personaje aparece en las escenas en las que la película se vuelve más tópica y decae en su interés. En general, la labor de los actores, que están muy bien escogidos, es digna de elogio: los que son muy buenos, como John C. Reilly u Olivia Colman, hacen gala de su calidad cada vez que aparecen en pantalla; los jóvenes, como Ben Whishaw, Ariane Labed o Jessica Barden, demuestran talento, y las actrices que interpretan los papeles femeninos más radicales, Léa Seydoux y Angeliki Papoulia, saben mostrar con acierto la naturaleza del fanatismo y la psicopatía, respectivamente.
Notable película, contraindicada para el público palomitero y, en general, para todo aquel a quien le molesta que le hagan pensar. Es brillante, subversiva y, en sus mejores momentos, roza la genialidad. Dije que en Langosta la tecnología no interviene, y así es, pero gravita sobre todo el conjunto: ella fomenta y facilita la vida solitaria, mientras, a cambio de millonarios beneficios, sigue alimentando la ilusión de que nuestra pareja perfecta nos espera a la vuelta de la esquina. Langosta puede leerse como una crítica a una sociedad infantilizada y castradora, cuyos eternamente adolescentes miembros quieren seguir creyendo que hallarán a su media naranja mirando fotitos en el móvil; en todo caso, me parece un raro ejemplo de película inteligente.