WHEN HARRY MET SALLY… 1989. 89´. Color.
Dirección: Rob Reiner; Guión: Nora Ephron; Dirección de fotografía: Barry Sonnenfeld; Montaje: Robert Leighton; Música: Piezas adaptadas por Marc Shaiman, con la intervención especial de Harry Connick, Jr.; Diseño de producción: Jane Musky; Producción: Andrew Scheinman y Rob Reiner, para Castle Rock Entertainment- Nelson Entertainment (EE.UU.).
Intérpretes: Billy Crystal (Harry Burns); Meg Ryan (Sally Albright); Carrie Fisher (Marie); Bruno Kirby (Jess); Steven Ford (Joe); Lisa Jane Persky, Michelle Nicastro, Gretchen Palmer, Kyle T. Heffner.
Sinopsis: Harry y Sally se conocen durante un viaje a Nueva York después de licenciarse en la universidad. Años después se reencuentran, y entre ellos surge una gran complicidad que les une a través de los avatares de la vida.
El director Rob Reiner, que había realizado varias películas que le proporcionaron éxito y prestigio en los años 80, despidió la década con una obra que ha pasado a la historia como la mejor comedia romántica (con permiso de Atrapado en el tiempo, la cual ya fue objeto de reseña en este blog) facturada por Hollywood en aquellos años, y en buena parte de los siguientes. Confieso que el producto de la unión entre las expresiones “comedia romántica” y “Hollywood” suele producirme reacciones alérgicas, pero Cuando Harry encontró a Sally supera, con mucho, los estándares de calidad del género al que pertenece.
La piedra angular del proyecto la encontramos en el guión de Nora Ephron, sin duda el mejor de los escritos por esta dramaturga. La trama es fácil de resumir: chico conoce chica y en teoría no ocurre nada entre ellos, pero ambos van reencontrándose a lo largo de los años y termina por forjarse algo en principio inconcebible para él: una amistad entre personas de sexo opuesto. Con esta premisa, el film bien podría ser un horror, pero su libreto posee buen gusto, mucho ingenio, unos diálogos a veces formidables y una capacidad para diseccionar eso tan complicado que son las relaciones sentimentales difícil de rebatir. Harry piensa que la amistad entre hombres y mujeres no puede existir. Acierta casi de pleno: sólo puede darse cuando una de las partes (la mujer, en la mayoría de los casos) no quiere tema, y la otra se conforma, bien porque considera que el asunto es lo suficientemente bueno como para echarle mucha paciencia, o bien porque ya tiene los deseos sexuales satisfechos en otra parte y de todas formas encuentra gratificante la compañía de esa persona con la que no folla. Elementos como el jazz, la ciudad de Nueva York, y el hecho de que la propuesta sea algo menos ñoña que la media hacen que Cuando Harry encontró a Sally remita con frecuencia al universo de Woody Allen. Desde luego, no es Annie Hall, y al final se pone muy blanda, pero posee un encanto indiscutible. La puesta en escena es de lo más funcional (Reiner, que es un director muy capaz, nunca poseyó un estilo propio), y todo se centra en una historia que, en la teórica edad madura, se ve de otra forma. Créanme: haber conocido a una Sally de carne y hueso es una de esas cosas que te llevarás con alegría al horno crematorio, pero la vida real no es Hollywood y las fiestas de Nochevieja de los simples mortales no molan tanto. O, dicho de otra forma, el It had to be you suele acabar sonando como el Hallelujah. Volviendo a la película, se trata de un conseguido intento de actualizar los clásicos románticos del Hollywood dorado (abundan las citas a varios de ellos, empezando por Casablanca), que logra que el espectador se trague con gusto esa mentira que dice que el amor verdadero siempre termina por imponerse. Respecto a la escena más recordada del film (meritoria sobre todo por el comentario final de la clienta de la cafetería), he de decir que he conocido mujeres que fingen muy bien los orgasmos, y hombres que fingen creer que eso les importa… por otro motivo más altruista que el aumento exponencial de las posibilidades de repetir jodienda que supone que el orgasmo femenino sea auténtico. Hay momentos mejores, como la escena en la que Harry se reencuentra con su exmujer (desde que se conocen, los protagonistas tienen diversas relaciones-sobre todo él, que incluso llega a casarse-, y por rizar el rizo ambos llegan a intentar emparejar al otro con su mejor amigo, pero ninguno de esos proyectos de pareja cuaja, tal vez porque no encuentran en nadie lo que el otro les da), y la discusión sobre el centro de mesa. El final es tópico y blando, pero tampoco cabía esperar otra cosa.
Durante años me negué a ver, pese a las innumerables recomendaciones recibidas (entre ellas, la de mi Sally particular), esta película porque no soporto a Meg Ryan, actriz que de inmediato se convirtió en la reina de la comedia ñoña. Su voz y sus mohínes siempre me han resultado desagradables. Cuando Harry encontró a Sally tiene que ser muy buena, porque su continua presencia en pantalla no ha sido obstáculo para mi disfrute. Tampoco Billy Crystal es santo de mi devoción, pero el papel de tipo neurótico y, pese a todo, sensible, le sienta bien. Ambos hacen buena pareja y, ayudados por los diálogos, poseen esa chispa sin la que la película sería un fiasco. De los secundarios, sólo tienen peso Carrie Fisher y Bruno Kirby, los amigos de los protagonistas, y ambos merecen una buena nota, sin llegar a la excelencia.
En resumen, una comedia romántica de calidad, apreciable incluso por quienes creemos que esta clase de películas pueden hacer más daño que las bombas.