EL CORAZÓN DEL BOSQUE. 1979. 99´. Color.
Dirección: Manuel Gutiérrez Aragón; Guión: Manuel Gutiérrez Aragón y Luis Megino; Dirección de fotografía: Teo Escamilla; Montaje: José Salcedo; Música: Miscelánea. Canciones de Agustín Lara, etc. ; Decorados: Félix Murcia; Producción: Luis Megino, para Arándano, S.A. (España).
Intérpretes: Ángela Molina (Amparo); Norman Briski (Juan); Luis Politti (El Andarín); Víctor Valverde (Suso); Santiago Ramos (Atiano); Raúl Fraire, Norma Bacaicoa, Luis Pastor, Susana Prados, Julián Navarro.
Sinopsis: Años después de finalizada la Guerra Civil, El Andarín continúa la lucha desde los montes. La organización a la que pertenece ha decidido poner fin a la lucha armada, por lo que envían a Juan, un hombre que creció en la zona, para convencerle de que se rinda.
El cuarto largometraje dirigido por Manuel Gutiérrez Aragón supuso el comienzo de su colaboración profesional con el productor Luis Megino, que sería una pieza importante en su trayectoria posterior. La película, que no cuadraba con las tendencias en boga durante la Transición, contó con el beneplácito de la crítica, pero tuvo unos resultados en taquilla que no pasaron de discretos.
Con el final del franquismo llegaron al cine español, además del destape, algunas películas que trataban cuestiones que la dictadura fascista impedía abordar, como por ejemplo el de los maquis. Mario Camus lo hizo, desde un enfoque eminentemente realista, en Los días del pasado. Manuel Gutiérrez Aragón, que pasó su infancia rodeado de bosques casi idénticos a los que aparecen en la película, basó también su historia en hechos reales, pero optó por una perspectiva casi onírica que, constituye, en mi opinión, un lastre para el resultado final de la obra. Por no dilatar el asunto, diré que El corazón del bosque me parece un film narrativamente plomizo, capaz de aburrir incluso a quienes estamos interesados en la historia de la resistencia antifranquista. Manuel Gutiérrez Aragón no es Carlos Saura ni, desde luego, Víctor Erice, cineastas con una marcada personalidad visual, capaces de decir mucho utilizando las palabras justas y de proponer un cine en verdad poético. Gutiérrez Aragón intenta seguir esa estela, pero todo se queda en eso, en un intento. La escasez de diálogos no justifica la falta de claridad expositiva (a la hora de explicar el conflicto de los personajes, el guión opta por plantearlo de manera arbitraria, casi a saltos), ni la constante panorámica de unos bellos bosques llenos de niebla y misterio es sinónimo de poesía visual. La animalidad de los personajes me parece forzada, lejos de la pureza con que la exponía Borau en Furtivos, y la película no nos hace entender por qué, en cuestión de diez años, El Andarín pasa de ser el personaje más popular en la verbena del pueblo a convertirse en un paria, escondido en el monte y abandonado por sus propios compañeros de armas, a su vez perseguidos de manera inmisericorde por la Guardia Civil. ¿Miedo, incomprensión ante el empecinamiento del sublevado por no aceptar la derrota y volver a la mísera normalidad? Un poco de todo, tal vez, pero veo mucha voluntad por ser ambiguo y sugerente, cuando lo que de verdad se hace es explicar menos de lo necesario.
Al final, lo mejor del conjunto es la fotografía de Teo Escamilla, que en ocasiones sí alcanza la belleza que la narración no logra transmitir, y también la interpretación de Ángela Molina, actriz visceral y poseedora de un acusado magnetismo, a cuyo personaje no conseguí entender. Las interpretaciones del elenco masculino, con la excepción de Santiago Ramos, me parecen mediocres, más esforzadas que brillantes.
El corazón del bosque es un experimento fallido que, por desgracia, justifica algunos de los prejuicios más recurrentes que los que hablan sin conocer esgrimen contra el cine español. Ni como cine poético, ni como descripción de lo que fue la lucha antifranquista en los montes, llega a funcionar. Creo que, como en la vida, los maquis merecían algo mejor en el cine.