JUAN MARSÉ. La oscura historia de la prima Montse. Editorial Planeta. 303 páginas.
La oscura historia de la prima Montse fue la novela que consagró a Juan Marsé como el gran novelista de la Barcelona de la posguerra. Esta obra retoma, desde un ángulo distinto, la historia del personaje más célebre creado por el autor de Últimas tardes con Teresa: Manolo Reyes, El Pijoaparte, el emigrante andaluz cuyo noble objetivo es vivir como los que viven y cuya mejor baza para conseguirlo es su irresistible encanto entre las burguesitas catalanas reprimidas. En esta novela, en la que Manolo aparece como un personaje falsamente secundario pues, aunque los protagonistas sean otros, toda la historia gravita a su alrededor, nos reencontramos con El Pijoaparte algunos años después de sus fracasados amoríos con Teresa Serrat. Su evolución le ha hecho pasar de raterillo a presidiario. Allí, en la Modelo, conoce a Montse Claramunt, una adolescente llena de inocencia, hija de una familia pudiente, de las de casas de campo y puestas de largo, que ejerce de alma caritativa entre convictos, niños que viven en barracas y demás seres mucho menos agraciados que ella. Quien cuenta la historia, no obstante, es Paco Bodegas, un bastardo en la noble corte de los Claramunt que vive en París y regresa a Barcelona para conseguir unos permisos de rodaje para la productora cinematográfica en la que trabaja, y sobre todo para llevarse con él a Nuria, la otra hija de los Claramunt, que ya fue novia de Paco en sus años de juventud y que está malcasada con un medrador profesional de nombre Salvador Vilella.
Es casi siempre la voz de Paco, un ser cínico, desclasado y cercano al alcoholismo que no es más que un extraño a medio camino entre los charnegos y la burguesía catalana la que, varios años después de la tragedia, recuerda, en compañía de su amante, Nuria Claramunt, lo ocurrido años atrás con la hermana de ésta, Montse, una chica casi asexuada de tan modosa, modelo de joven burguesa nacional-católica que de pronto, para escándalo de familiares y parroquianos, pone todo su empeño altruista en un guapo presidiario charnego cuyas metas son más altas que la vida que corresponde a los de su clase, que no es otra que partirse el lomo a cambio de un sueldo de miseria. En distintas ocasiones es Nuria quien toma las riendas de la narración, y en esta alternancia de puntos de vista, de pasado y presente, vamos conociendo los hechos acaecidos y la personalidad de quienes los protagonizaron. La tragedia de Montse es la de un ser puro en un entorno corrompido: la mezcla de encoñamiento y beatíficas intenciones de la muchacha respecto al charnego es mucho más de lo que su augusta familia puede soportar. Una cosa es socorrer a los pobres con la calderilla que hace sentirse generoso a quien la da, y agradecido (los sumisos) o resentido (los de naturaleza rebelde) a quien la recibe, y otra bien distinta que los charnegos, en especial los pobres, puedan codearse con los Claramunt de toda la vida, habitar sus mismos mundos y, lo que es peor, pretender ascender socialmente a partir de la conquista del corazón y del coño de sus hijas, órganos cuya utilidad principal es incrementar el prestigio y el patrimonio de la familia. Montse, repito, es un ser puro rodeado de individuos que saben manejarse mucho mejor que ella en el fango nuestro de cada día, y que afronta con desventaja el encuentro con ese dilema universal que obliga a cada persona a adaptarse o morir.
Marsé vuelca toda su bilis, que es mucha, contra todo lo que se mueve en esta Carcaluña en la que la hipocresía es ley. Lo hace con ese estilo admirable, punzante y sarcástico que le caracteriza, demostrando poseer un oído excelente para captar las expresiones y las maneras de personas de toda clase social: la forma en la que adapta su estilo para imitar el de los redactores de las crónicas de sociedad es magistral, como lo es también esa novela dentro de la novela que son los capítulos que narran las jornadas espirituales a las que Manolo, ser descreído donde los haya, es enviado por Montse con la vana esperanza de que de allí salga un ser volcado en la religión y el trabajo que pueda ser más aceptable para su familia. Los misterios de Colores no es otra cosa que gran literatura, ejemplo de cómo contar con arte el daño que el nacional-catolicismo ha hecho a este país, y muestra de que el fin de toda religión (incluyendo las laicas) no es otro que la anulación del individuo y su asimilación a una masa informe y borreguil, que siempre resulta mucho más fácil de manejar. En este sentido, La oscura historia de la prima Montse es incluso superior a Últimas tardes con Teresa, pues ahonda en el retrato de una sociedad marcada por la falsa moral y el clasismo, pero utiliza unas flechas que apuntan aún más arriba, y en más direcciones. Como en muchas grandes obras de arte, se alcanza lo universal a partir de lo local en esta novela que, sin duda, está entre lo mejor que haya escrito uno de los autores fundamentales del último siglo: Juan Marsé.
Chapeuau, Quin luxe de ressenya! Agraït, don Alfredo.
Jo sóc l´agraït, per la lectura i l´estímul.