THE GRADUATE. 1967. 105´. Color.
Dirección: Mike Nichols; Guión: Calder Willingham y Buck Henry, basado en la novela de Charles Webb; Director de fotografía: Robert Surtees; Montaje: Sam O´Steen; Música: Paul Simon (Canciones)/Dave Grusin (Música incidental); Diseño de producción: Richard Sylbert; Producción: Lawrence Turman, para Embassy Pictures (EE.UU.).
Intérpretes: Anne Bancroft (Mrs. Robinson); Dustin Hoffman (Benjamin Braddock); Katharine Ross (Elaine Robinson); William Daniels (Mr. Braddock); Murray Hamilton (Mr. Robinson); Elizabeth Wilson (Mrs. Braddock); Buck Henry (Casero); Brian Avery (Carl Smith); Walter Brooke (Mr. McGuire); Norman Fell, Alice Ghostley, Marion Lorne, Eddra Gale, Frank Baker, Elaine May, Richard Dreyfuss.
Sinopsis: Benjamin vuelve a casa después de finalizar con excelentes notas su etapa en el instituto. Piensa en el futuro, para el que su familia tiene multitud de planes. Una noche, Ben es seducido por la señora Robinson, una de las mejores amigas de sus padres.
Mike Nichols, que ya había alcanzado la fama con su soberbio debut cinematográfico, ¿Quién teme a Virginia Woolf?, alcanzó el cénit de su carrera con su siguiente obra, El graduado, una de esas películas que fueron un hito en su época y que aún hoy mantienen su condición de iconos del séptimo arte, pues han logrado que se cree un aura mítica a su alrededor, que algunas de sus escenas e imágenes (y, por supuesto, de sus canciones) hayan entrado de lleno en la mitología popular.
El graduado me parece un producto muy de su época que no ha terminado de envejecer bien: el film busca tratar temas escabrosos para la pacata sociedad estadounidense, y hacerlo desde una óptica progresista, que exalta los valores de la juventud y desprecia los de la sociedad adulta. Se trata, no obstante, de una película mucho mejor cuando agrede que cuando afirma. Dicho de otra forma: la primera parte es magistral por cómo muestra el modo en el que los adultos tratan de modelar a los jóvenes a su manera, para que sigan las reglas y no se aparten del camino marcado. Ben, el estudiante de notas muy altas y espléndido futuro, es tratado por los adultos de las dos formas en las que éstos suelen mostrar su mediocridad: exhibiéndole como si fuera una atracción de feria (la escena en la que el muchacho estrena su traje de buceo en la piscina familiar es de traca), y convirtiéndole en el saco en el que vuelcan todas sus frustraciones, pues los adultos, por lo general, no queremos que los jóvenes vivan su propia vida, sino la que nosotros no pudimos vivir. La ironía de esto es que, con los cambios culturales y estéticos de cada época, el ciclo se repite sin excesivos cambios generación tras generación: los jóvenes rompedores (y tiernamente ingenuos) de hoy son los carcamales de mañana. Ahí es donde considero que falla El graduado: es perfecta mientras es cínica; en cuanto aparece en escena Elaine Robinson (o mejor dicho, desde que ella y Ben abandonan el club de striptease al que él la lleva en su primera cita), la película pierde parte de su magia. También de su coherencia, porque el enamoramiento entre Ben y la bella hija del matrimonio Robinson se explica de una manera, a mi entender, pobre. En cambio, la desidia del joven Braddock, su pasiva manera de resistirse a ser la marioneta de los adultos y toda la cadena de circunstancias que llevan al joven a convertirse en el amante de la señora Robinson están explicados de manera magnífica, con ingenio, sentido del humor y un punto de tristeza. Nichols, y ese cameraman de lujo llamado Robert Surtees, acompañan con planos memorables (estoy pensando en el que nos enseña a Ben a través del espacio vacío que deja la insinuante pierna de la señora Robinson, o en el que muestra al joven tumbado en la colchoneta y con gafas de sol, un momentazo hedonista) y un uso del zoom que aún hoy es recordado. No hay que olvidar que parte de la mítica del film se debe a las canciones que interpretan Simon & Garfunkel, que se encuentran entre lo mejor del dúo: dos de ellas (las bellísimas The sound of silence, con la que se abre la película, y Scarborough Fair) ya habían sido publicadas con anterioridad: la tercera, Mrs. Robinson, es un hito de la música pop que debe su existencia a El graduado. Si, en los primeros años de su carrera, Mike Nichols estaba lleno de inspiración, no cabe obviar que también estuvo inmejorablemente acompañado.
Es sabido que El graduado convirtió en estrella a un hasta entonces desconocido Dustin Hoffman, soberbio actor que, como los grandes de su generación, es difícil de superar cuando doma su tendencia a la sobreactuación. Sin embargo, cada vez que veo la película pienso que para encontrar su cumbre interpretativa hay que buscar a Anne Bancroft, pues es imposible actuar mejor de lo que ella lo hace: la señora Robinson puede ser distante, tentadora, racional e iracunda, uno de esos personajes hechos para una actriz mayúscula. Bancroft lo es: sólo hay que ver su transformación en la bruja mala del cuento (provocada porque su hija, cuyo nacimiento le hundió la vida, vuelve a arrebatarle no ya la ilusión, sino aquello que hace que su vacío sea algo más soportable) para ver a una actriz de verdad en todo su genio. Katharine Ross aparece en esta película más bella que nunca pero, lo mismo que su personaje, su labor, sin ser en absoluto desdeñable, no está al nivel del dúo protagonista, más allá del cual hay que mencionar el notable trabajo de Murray Hamilton, en el papel de paterfamilias ultrajado (qué tino tiene la película al hacerle aconsejar a Ben que salga a acostarse con mujeres sin preocupaciones, en plan macho dominante, cuando sabemos que es con su mujer con quien el joven disfruta del sexo: es complicado explicar más cosas sobre una sociedad en tan poco tiempo). Por último, decir que el gracioso papel del casero paranoico lo interpreta Buck Henry, uno de los guionistas del film.
Durante más de una hora, El graduado es una obra maestra. De su descendente final la redime, en parte, la humorada de que la pareja consiga consumar su huida gracias a un crucifijo. Pese a ello, la película brilla mucho más en su crítica social que en su idealización de la pureza de sentimientos de la juventud. Nichols nunca volvió a hacer un film de tanta calidad, y por ello es justo que su fama haya recaído en Dustin Hoffman, Paul Simon y Anne Bancroft. Here´s to you, Mrs. Robinson.