HABLA, MUDITA. 1973. 87´. Color.
Dirección: Manuel Gutiérrez Aragón; Guión: Manuel Gutiérrez Aragón y José Luis García Sánchez, basado en una historia de Manuel Gutiérrez Aragón ; Dirección de fotografía: Luis Cuadrado; Montaje: Pablo G. Del Amo; Música: Franz Schubert; Diseño de producción: Mario Ortiz; Producción: Elías Querejeta, para Elías Querejeta Producciones Cinematográficas, S.L.-Filmverlag der Autoren (España-República Federal de Alemania).
Intérpretes: José Luis López Vázquez (Ramiro); Kiti Mánver (La muda); Francisco Algora (El mudo); Hanna Axmann (Carlota); Manuel Guitián (Castelar); Francisco Guijar (Ramiro); Marisa Porcel (Eleuteria); Francisco Guijar, Susan Taff, Rosa de Alba, Edy Lage, Carmen Liaño, Antonio Gamero, Luis Barboo.
Sinopsis: Ramiro, un estudioso del lenguaje, está de vacaciones con su familia en los picos de Europa. Utilizando sus conocimientos, decide enseñar a hablar a una adolescente muda con la que se encuentra en una de sus excursiones.
La ópera prima de Manuel Gutiérrez Aragón anticipa buena parte de las virtudes y carencias de su cine posterior. Habla, mudita, en la que se deja notar la huella del productor Elías Querejeta, adalid de un nuevo cine español en el tardofranquismo y la Transición, fue reconocida en el Festival de Berlín y contó con el beneplácito de la crítica y de los espectadores ávidos de ver un cine español alejado de los estereotipos.
Habla, mudita es una película en la que la premisa y la atmósfera están más logradas que la narrativa. El debutante director se muestra acertado a la hora de captar (con la notable ayuda de Luis Cuadrado) la belleza de unos parajes, los de las aldeas rurales de la cordillera Cantábrica, que conoce muy bien. Asimismo, la idea de reflexionar sobre la incomunicación y las posibilidades del lenguaje a través de la confusa relación entre un erudito y una joven sordomuda en un entorno primitivo y cerril, está muy bien sobre el papel, pero no tanto en su desarrollo. Abundan las digresiones, no pocas de ellas innecesarias, y aunque uno sienta simpatía por el hombre ilustrado que se obsesiona hasta lo socialmente peligroso con una joven relegada a un papel totalmente secundario en el reducido (en todos los aspectos) microcosmos que habita, en ocasiones el guión parece no saber hacia dónde dirigirse, hacia el drama o la comedia, la denuncia o el intimismo, lo banal y lo profundo. El personaje de Ramiro, una especie de Humbert Humbert sin el explícito componente sexual, es un ser hastiado de la vida e incomprendido por quienes, en teoría, mejor le conocen. Enseñar a hablar a la mocita muda es, en primera instancia, la excusa para quitarse de encima a una familia a la que no soporta y para postergar el regreso a su rutina madrileña. Más tarde, la compañía de esa joven egoísta, caprichosa y casi tan primaria como el pequeño salvaje de Truffaut (película que, sin duda, los artífices de Habla, mudita vieron con atención) se convertirá en la razón de ser de Ramiro, hasta el punto de provocar las habladurías de los parroquianos, gente cerrada y embrutecida.
Habla, mudita apunta en muchas direcciones, algunas muy acertadas (el retrato de los lugareños, por ejemplo), pero pertenece a esa clase de filmes (muy habituales en la trayectoria posterior de Gutiérrez Aragón) a los que se les resiste la diana. Pienso que a ese cruce entre la vejez y la juventud, lo erudito y lo primitivo, la palabra y su ausencia, podría habérsele sacado más jugo, sin que eso signifique que la película no sea interesante, o resulte una propuesta directamente fallida. Gutiérrez Aragón parece tener más claro lo que tiene que explicar que cómo hacerlo, y eso hace que el espectador pueda, a ratos, sentirse confuso acerca de la intención última de lo que está viendo en la pantalla.
Encabeza el reparto uno de los grandes actores del cine español, José Luis López Vázquez, que en ese 1973 estrenó nueve películas, y que en ésta pudo volver a demostrar la enorme capacidad como actor dramático que ya habían explotado anteriormente Carlos Saura o Jaime de Armiñán. Como me ocurre con todo el guión, no en todas las escenas consigo entender a su personaje, pero su interpretación es, una vez más, de categoría. Kiti Mánver, actriz de prolífica carrera, tuvo aquí su primer papel importante en el cine, y desde luego no desperdició su oportunidad. A Paco Algora, otro actor de nivel que por entonces daba sus primeros pasos en el cine, no se le saca todo el jugo posible, pues su personaje, el clásico tonto del pueblo, no le permite demasiadas filigranas. De los secundarios, me quedo sin duda con Manuel Guitián, impecable pedante pueblerino.
Película más atractiva que lograda, Habla, mudita es, con todo, un buen debut de un director que, aunque tuvo varios éxitos en los 80, nunca acabó de ser lo que prometía.